¿Alguien cree de verdad que el cristianismo contemporáneo carece de predicadores, libros, traducciones de la Biblia, y detalladas declaraciones doctrinales?

Lo que realmente falta es pasión para invocar al Señor hasta que Él abra los cielos y se muestre Todopoderoso.

La oración es más que algo que nosotros hacemos. Es algo que Dios hace a través de nosotros. Acepta la invitación de Dios para encontrarte con Él - y participar en Su voluntad en la tierra.

Únete a los exploradores que han abierto caminos para el Señor en la oración.

sábado, 17 de mayo de 2014

VELAD Y ORAD

... para que no entréis en tentación (Mateo 26:41).

CAPÍTULO 1: UN LLAMADO A LA ORACIÓN

¿A Quién Debemos Orar?

Debemos orar al Dios de los cielos. El Señor Jesús nos lo enseñó cuando el oró: “Padre nuestro que estás en los cielos...” (Mateo 6:9).

Según acabamos de ver en la Biblia, la oración se debe dirigir al Padre. No obstante, se nos enseña a orar en el nombre del Señor Jesús. Además, el Espíritu Santo nos ayuda a orar. Por medio de esto podemos entender que se involucra toda la Deidad cuando nos presentamos a Dios en oración.

Oramos al Padre, por medio del Señor Jesús, con la ayuda del Espíritu Santo. No debemos orar a santos, ni a reyes, ni a ángeles. En Hechos 10:26, Pedro le dijo al hombre que se postró a sus pies: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre”. Y si Pedro no permitió que lo reverenciaran así, tampoco nosotros debemos orar a la Virgen María ni a ningún otro santo.

Amán fue un príncipe del rey Asuero. Pero, ¿qué hizo el judío fiel llamado Mardoqueo cuando los demás reverenciaban a Amán? En Ester 3:5 se describe lo sucedido: “Y vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó de ira”.

Leamos Apocalipsis 22:8-9. ¿Qué dijo el ángel cuando Juan quiso adorarlo? “Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo”.

¿Quién Necesita Orar?

“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lucas 18:1).

Esta necesidad la tenemos todos.

Los niños. Es responsabilidad de los padres enseñar a sus hijos a orar en cuanto pueden repetir una frase. El Señor Jesucristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis” (Marcos 10:14). Las peticiones y alabanzas de los niños glorifican a Dios. Además de esto, a los niños les es provechoso aprender a orar diariamente. Al entregarse a Dios más adelante, les resultará de mucha ayuda haber aprendido a orar a diario.

Los niños pequeños pueden aprender a darle gracias a Dios y a pedirle la protección y la bendición. Se les puede enseñar la confianza en Dios, especialmente en la noche o en una tormenta con truenos. Ellos son salvos a causa de su inocencia. No obstante, ellos se benefician mucho al ejercer su fe sencilla en oración.
Los adolescentes. Si hemos llegado a la edad de dar cuenta a Dios de nosotros mismos, ojalá ya hayamos adoptado el hábito de orar a Dios de una manera frecuente y constante. El orar con constancia y sinceridad es una parte del mandato bíblico de acordarnos de nuestro Creador en los días de la juventud.

Como adolescentes, debemos interesarnos en aprender todo lo que podamos de Dios y comunicarnos a diario con Él. La comunión íntima con Dios no se limita por falta de experiencia. Procuremos venir delante de Él cada noche y cada mañana. Algunas veces no tendremos deseos de orar. No obstante, busquemos a Dios y Él nos bendecirá y nos ayudará.

Dios nos ofrece una serie de ayudas: leer su palabra, oír y seguir la voz del Espíritu Santo, leer solamente libros buenos y escuchar con cuidado cuando se predica la Palabra de Dios. Creamos la verdad de la Biblia y obedezcámosla. Obedezcamos también a nuestros padres, y mucho más si son cristianos. En fin, seamos leales a la verdad. Ella promoverá una vida de oración sincera, y nos fortalecerá.

Los jóvenes. A los jóvenes les gustan las actividades, y esto es excelente. Pero a menudo no pueden decidir qué hacer. Entonces, ¿qué deben hacer?

¡Orar!

Si nos piden ser maestros de una escuela dominical o dedicar nuestro tiempo como obrero en otro lugar, presentemos esto delante del Señor. Desarrollemos la costumbre de platicar con Él, ya sea por cosas grandes o pequeñas. Esperemos en Él si la repuesta no se aclara. Quizá aparezca otra obra que hacer mientras esperamos en Él. Presentemos esto delante de Él también. Quizá Él tiene otro cargo para nosotros ahora. Seamos fieles con lo que Dios nos da hoy, y Él nos aclarará Su plan a su debido tiempo.

Recordemos a David, el pastor de ovejas. En su adolescencia fue ungido como rey. No obstante, su reinado no se hizo realidad sino hasta que cumplió los 40. Mientras tanto, ¿qué hizo David? ¿Acaso se pasó todo el tiempo quejándose del aburrimiento de cuidar ovejas o de la bajeza de ser siervo ajeno? ¡No! Los salmos testifican de las muchas horas que David pasó en la presencia acogedora del Señor. Él aprovechó sus días y sus años sabiamente.

Los padres. Quizá la mayor preocupación y ruego de los padres es el clamor para que Dios les dé sabiduría a la hora de dirigir los pasos de sus hijos hacia Dios. El padre de Sansón imploró la ayuda de Dios en Jueces 13:12 “¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?” 1ª de Pedro 3:7 resalta la importancia de la oración unida de los padres. Además enseña que el marido debe darle a su esposa el honor que le corresponde “como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. 

Los enfermos y los afligidos. Quien está afligido debe orar. El enfermo debe llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite (véase Santiago 5:14). La oración para la sanidad, al igual que las demás oraciones, debe siempre tomar en cuenta la voluntad de Dios.

Los ancianos. El salmista dice en el Salmo 71:18: “Aún en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir”.

Jamás llegaremos a una edad en la que no necesitemos orar. Al cielo solamente llegarán los que perseveran y oran hasta el fin. Ana, de edad muy avanzada, servía “de noche y de día a Dios con ayunos y oraciones” (Lucas 2:37) y, por lo tanto, pudo reconocer al Mesías cuando fue llevado al templo.

Los ancianos de la iglesia. En Hechos 6:4 se nos dice: “Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra”. Dios había llamado a estos hombres al ministerio de la palabra. Su compromiso ante la oración demuestra la dedicación con la cual servían a Dios. Sin importar cuál sea nuestra edad o vocación, hagamos el compromiso del salmista quien dijo: “Porque ha inclinado a mí su oído; por tanto le invocaré en todos mis días” (Salmo 116:2).

¿Cómo Podemos Aprender A Orar?

Pidámosle a Dios que nos enseñe. Reflexionemos en la oración modelo del Señor Jesús, la cual enseñó a Sus discípulos (leamos Mateo 6:9-13). Las oraciones de los santos también nos enseñan a orar. Moisés invocó a Dios pidiéndole: “De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos en todos nuestros días” (Salmos 90:14). Por tanto, hoy también debemos orar. No importa si somos niños, jóvenes o ancianos; cuanto más conozcamos a Dios tanto más disfrutaremos de Su presencia.

¿Por qué debemos orar?

Nuestra vida espiritual depende de la oración. Ser un cristiano es tener una relación viva e íntima con nuestro Padre. Si deseamos crecer en lo espiritual debemos fomentar esta relación. Descuidar la oración demuestra que no comprendemos su importancia. Descuidarla es desobedecer la palabra de Dios. Sin esta comunión con Dios nos enfermaremos primero, luego nos secaremos y al final nos moriremos espiritualmente. “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mateo 26:41).

Nuestra mente se fija en Dios y en Su voluntad cuando oramos con sinceridad y con frecuencia. La luz de Su palabra nos alumbra y recibimos fuerzas para cumplir Su voluntad. Si oramos, Dios nos muestra el camino que debemos escoger cuando nos sobrevienen las pruebas. Cuando oramos, Dios nos enseña a ver todo lo terrenal con un enfoque eterno. ¿Acaso pensamos que vamos a disfrutar estar con Dios toda la eternidad si no nos interesa hablar con Él ahora?

Los siguientes aspectos contribuyen a una verdadera vida de oración: la fe, la obediencia, el amor a Dios y a la hermandad, la verdad, la esperanza, y un firme propósito de no desviarnos.

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Ejercicio Espiritual

Revisemos nuestra vida de oración de la semana pasada. Si hallamos deficiencias, busquemos el poder de Dios para cambiar.
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La comunión y el compañerismo con Dios se hallan en la oración. “He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

Si somos hijos de Dios tenemos la dicha de poder clamar Abba, Padre. Él es nuestro Padre; primero nos creó, y ahora nos ha adoptado en Su familia espiritual (véase Romanos 8:14-15). Abba era una manera cariñosa de decir “Padre”, usada por los niños judíos. Se consideraba una expresión de confianza absoluta.

Dios desea que nos acerquemos a Él cuando oramos. Si nosotros también deseamos acercarnos a Él, se establece una relación íntima entre nosotros y Dios. Observemos el compañerismo que Dios compartía con Moisés. Moisés le pidió en Éxodo 33:13: “Te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca y halle gracia en tus ojos”. Dios le respondió en el versículo 17: “Haré esto que has dicho, por cuanto hallaste gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre”.

Al cristiano verdadero, Dios le dice: “Ven, yo te conozco”. Al impío también lo invita, pero éste tiene que arrepentirse antes de poder entrar en la presencia de Dios.

La comunión y el compañerismo con Dios refrescan nuestra vida espiritual. Ellos previenen el desmayo. En sentido físico el oxígeno previene el desmayo de una persona. De igual modo, el oxígeno de la comunión con Dios da aliento y ánimo en nuestra vida espiritual.

La comunión con Dios revela nuestra insuficiencia ante Él y, además nos dispone a recibir Su dirección. Él nos dirige por medio de Su palabra, por medio de Su Espíritu Santo y por medio de la hermandad bíblica.

Las oraciones de David son las más abundantes de la Biblia. El libro de los salmos contiene muchas de ellas. Algunos salmos nos cuentan las razones por las que David oraba. Su ejemplo nos anima a orar en toda circunstancia; ya sea por gozo o por tristeza, por pecado o santidad, por confesión o arrepentimiento, por temor o confianza, por duda o fe, por éxito o fracaso.

El Salmo 3 fue escrito cuando Absalón perseguía a David. Según los versículos 1-4, ¿qué debemos hacer cuando otros nos perturban?

“¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí.  Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios.  Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí;  Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, Y él me respondió desde su monte santo”.

¿A qué se refiere David en el Salmo 4:8?

“En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”.

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Ejercicio Espiritual

Pensemos en alguien que nos causa molestias y contémoselo a Dios en detalle. Supliquemos a Dios que nos revele cómo debemos relacionarnos con esa persona, sigamos Su dirección, y disfrutemos la bendición que Él nos dará.
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Puede ser que a veces los cuidados de la vida nos opriman hasta hacernos perder el control de nuestros sentimientos. A David le pasó esto también, y lo podemos ver en el Salmo 142. La manera en que David lo expone todo delante de Dios es una muestra de su desesperación. Él clamó a Dios y expuso su queja en su angustia. “Líbrame”, clamó a Dios cuando Saúl lo encerró en una cueva. David confesó su propia debilidad. Al clamar a Dios demostró su confianza en el poder superior de Dios. Él se sintió encarcelado por tanta persecución. Le pidió a Dios que lo sacara para alabar su nombre. Expresó su fe cuando dijo: “Tú me serás propicio”.

A Dios le agrada cuando nosotros oramos, y Él es glorificado. Sin embargo, somos nosotros quienes necesitamos la oración, no Dios.

La comunión con Dios se rompe si dejamos de orar. Esto atrae la ira de Dios sobre nosotros. En Jeremías 10:21, 25 se nos dice: “Porque los pastores (…) no buscaron a Jehová; por tanto, no prosperaron, y todo su ganado se esparció. (…) Derrama Tu enojo sobre (…) las naciones que no invocan Tu nombre”.

Sin duda, nos sentimos culpables si no oramos. Y además de esto, todo nos sale mal. Empezamos a confiar en nosotros mismos y a confundir nuestras prioridades. Nuestro amor a Dios y a los demás se agota. Luego, nuestra adoración se enfoca en las cosas visibles y se apodera de nosotros el temor a los hombres y a la eternidad. Nuestra visión espiritual se pierde y nos deterioramos en todo sentido. Por último, la incredulidad mete sus garras y nos aprisiona.

No nos conviene descuidar la oración.

Los distintos tipos de oraciones

Según 1 Timoteo 2:1-4, ¿cuáles son tres cosas que debes incluir en nuestras oraciones? 

“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”.

¿Qué debemos incluir en la oración antes de la comida? ¿Qué debemos pedir por las personas que  han hecho un mal? Analicemos cuatro tipos de oraciones: (1) confesiones (2) acciones de gracias y de alabanza (3) peticiones de sabiduría y dirección, (4) rogativas de intercesión.

(1) Oraciones de confesión. En estas oraciones confesamos nuestro propio pecado, el de nuestra familia o el de toda nuestra iglesia y/o nación. No obstante, solamente quien confiesa su propio pecado alcanza el perdón de Dios. En el Antiguo Testamento algunos hombres confesaron el pecado de la casa de su padre y de la nación de Israel. Nehemías y Daniel son algunos ejemplos (véase Nehemías 1:6-7; Daniel 9:3-6). Sin embargo, cada individuo seguía siendo responsable de su propio pecado. Dios luego juzgó a toda la nación porque ella no se arrepintió.

Asimismo es en la actualidad. Podemos confesar el pecado ajeno. Quizá ellos se arrepientan. Debemos pedir a Dios Su perdón y misericordia, y mucho más si hemos tenido alguna parte en ello. Pero eso no quita la culpa de los demás a menos que cada uno se arrepienta de su propio pecado.

El David confesó su propio pecado. En el salmo 32:5 él escribió: “Mi pecado declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.”

Después de cometer los pecados graves de adulterio y homicidio, David escribió el Salmo 51. Este salmo es una oración de confesión y arrepentimiento en donde él pide la restauración. David confiesa la gravedad de su pecado y ruega por misericordia. Él bien sabía que merecía morir en lugar de alcanzar el perdón. En aquel momento no dio la excusa común que dice: “Todos fallamos a veces”. Tampoco dijo: “No fue mi intención” o “Aquel tuvo la culpa”. Él aceptó toda la responsabilidad por sus hechos malos.

Es muy importante que nosotros hagamos lo mismo cuando oramos. Debemos reconocer y confesar lo vil de nuestro pecado a los ojos de Dios. David pidió que Dios le diera un corazón limpio porque comprendió que el poder de Dios limpia del todo a la persona. “Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmo 51:10). Solamente Dios podía devolver su gozo y utilidad en el reino del Señor.

La confesión es una parte esencial de la conversión. A veces pensamos que no es necesario confesar a no ser que sea un pecado grave. Pero Santiago 5:16 nos demuestra lo contrario. Allí se nos dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”.

1ª de Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo paraperdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Esto indica la necesidad de confesar nuestro pecado con humildad y arrepentimiento. Un arrepentimiento sincero implica sentir pesar por nuestro pecado de tal modo que nunca más deseamos cometerlo. Dios no acepta la confesión necia de la persona que de alguna forma retiene placer o gusto por su pecado.

La confesión tampoco sustituye a la vida santa. La confesión es solo un paso necesario para poner al día nuestras cuentas con Dios.

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Ejercicio Espiritual

Pidámosle a Dios que nos muestre el pecado que hay en nuestra vida. Si Dios nos revela  un pecado, confesémoslo a Él y arrepintámonos. Confiemos en Su gracia para vencer el pecado.
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En el día final de su vida el ladrón crucificado junto al Señor Jesús reprendió al otro ladrón maldiciente. Luego confesó su pecado y lo  merecido de su castigo. Finalmente en una oración corta, dirigió su clamor al Señor Jesús (véase Lucas 23.42). El Señor oyó su oración y confesión. En su oración, el ladrón arrepentido reconoció a Jesús como el Señor e imploró Su misericordia. También demostró fe al mencionar el reino del Señor Jesús. Y el Señor Jesús le respondió con amor: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23.43).

Que Dios nos conceda oraciones de confesión tan sencillas como la del ladrón.

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Preguntas

¿Por qué aceptó el Señor la oración del ladrón?
¿Qué le dio al ladrón arrepentido la seguridad de su salvación?
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(2) Oraciones de gratitud y alabanza. La alabanza a Dios debe ser una parte constante de nuestra oración. De nuevo, el rey David es un buen ejemplo de esto. El los Salmos 8 y 9 podemos leer cómo David exalta a Dios por sus obras maravillosas. Él menciona las responsabilidades del hombre como mayordomo de la creación espléndida de Dios y se pregunta por qué Dios se fija en él. Lo alaba por su trato justo con las naciones. En el Salmo 9.10 lo honra y declara: “En Ti confiarán los que conocen Tu nombre, por cuanto Tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron”. En los versículos 13-14, David ruega por misericordia para contar las alabanzas de Dios en “las puertas de la hija de Sión, y me goce en Tu salvación”. ¿A qué podemos comparar a Sion hoy en día?

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Ejercicio espiritual

En cada oración que elevemos a Dios, mostremos nuestro agradecimiento. Alabemos a Dios por Su justicia y Su bondad.  Imploremos que nos recuerde como hijos cada día.
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David glorifica a Dios por su santidad y vida nueva en el Salmo 30:2-4. Cuando recuerda su santidad le da gracias. Busquemos dos versículos de este salmo que demuestran la gratitud de David por la obra transformadora de Dios en su vida. No debemos dar por sentado la obra redentora de Cristo, más bien debemos alabarlo a diario por Su salvación.

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Ejercicio espiritual

Miremos a nuestro alrededor. Al ver nuestra propia debilidad y la inconstancia de los bienes materiales, prorrumpamos en gratitud y alabemos a Dios por Sus provisiones abundantes. Imploremos Su ayuda para confiar siempre en Él.
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David oró el Salmo 63 mientras estaba en el desierto de Judá. A su alrededor sólo había una gran sequedad. Esto le hizo recordar la gran sequedad de este mundo en comparación con el río de agua viva que procede de Dios. Su alma sentía una gran sed de Dios. David recordó cómo lo había visto en el santuario (en su tiempo personal con Dios). Entonces él comparó el poder y la gloria de Dios con la miseria y suciedad del mundo. El salmista alabó a Dios por el gusto de meditar en Él aun en las horas de la noche. El caluroso desierto hacía que apreciara mucho la sombra. Así se imaginó estar bajo la sombra de las alas de Dios en el versículo 7.

Pablo manda a Timoteo a dar gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en eminencia (véase 1 Timoteo 2.1-4). ¿Acaso significa esto que también debemos dar gracias por nuestros enemigos?

Pablo tuvo muchos enemigos durante su ministerio: judíos, romanos, falsos cristianos, cristianos apóstatas, y todos los que estaban en autoridad sobre él. ¿Cómo podemos dar gracias por esta clase de personas? En primer lugar, demos gracias a Dios que Él un día recibirá la gloria de cada ser humano (Romanos 14:11). En segundo lugar, debemos reconocer que todo antagonista y obstáculo que enfrentamos en nuestra vida es permitido por el Señor para probarnos, para llevarnos a la oración y pedir Su intervención, sabiduría, guía, liberación, etcétera. En definitiva, para enseñarnos a reconocer que dependemos de Él.
Sólo tenemos un enemigo por el que jamás debemos pedir para bien: Satanás (y sus huestes). Todos los demás están cegados por él (2 Corintios 4:4) y pueden ser liberados por el Señor.

La oración del Señor Jesús en Lucas 10:21-22 nos enseña que Su vida no fue rutinaria ni aburrida, si bien es cierto que sufrió mucho, Él se regocijó en Su Padre. ¿Cuáles fueron las primeras palabras en Su oración? “Yo te alabo, oh Padre”. La alabanza y la gratitud deben ser parte de cada oración nuestra. Demos siempre gracias a Dios por escucharnos, por salvarnos y por darnos su palabra.
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Ejercicio Espiritual

Meditemos en las muchas cosas que Dios nos ha dado, cosas que si no las tuviéramos seguramente se las pediríamos a Él. Demos gracias por cada una de esas cosas.
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(3) Peticiones de sabiduría y dirección. En Santiago 1:5-8 se menciona un don de Dios que debemos pedir. ¿Cuál es?

Josué se involucró con los de Gabaón porque no buscó consejo de Jehová. Quizá Israel no hubiera sido derrotado ante el pueblo de Hai si Josué hubiera buscado el consejo de Dios antes de intentar tomar esa ciudad.

Un buen ejemplo de buscar el consejo de Dios lo hallamos en Salomón. Él reconoció su inmadurez y falta de sabiduría para dirigir al pueblo de Israel. Ante semejante trabajo, en Gabaón él le expresó al Señor todo lo que sentía (véase 1 Reyes 3:5-9). Le pidió sabiduría para dirigir al pueblo y discernimiento entre lo bueno y lo malo. Dios lo galardonó por su petición honorable y le dio muchas riquezas. Aunque Salomón se apartó de Dios en su vejez, durante mucho tiempo de su reinado disfrutó de la aprobación de Dios en su vida por esta oración.

El siervo mayor de Abraham es otro buen ejemplo. Abraham le encomendó la tarea de buscarle esposa a su hijo Isaac, y este siervo procedió en el temor a Jehová. En esa tarea tan seria de buscar esposa para otro, él le rogó a Jehová por su dirección.

El siervo fiel oró pidiéndole a Dios por causa de su amo, Abraham. Al parecer, no se sentía digno de pedir por sí mismo. Antes de terminar su oración, Dios le contestó. Confiado en la dirección de Dios, inclinó su cabeza y adoró al Señor por dirigirle a la señorita correcta. Dijo así: “Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad,guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos de mi amo” (Génesis 24.27).

De nuevo, cuando Labán y el padre de Rebeca consintieron en que Rebeca se fuese con el siervo, el siervo se inclinó al suelo y adoró a Dios. Luego se la llevó a su amo.

¿Le pedimos nosotros a Dios que dirija a nuestros hijos a hallar buenos cónyuges? Jóvenes, ¿qué tal esperar en Dios para que Él nos presente nuestra futura esposa o esposo?

Teniendo en cuenta las grandes consecuencias que debemos enfrentar, conviene y urge que busquemos el rostro de Dios para que nos dirija. A la misma vez, debemos cumplir con lo que ya sabemos que es correcto. Por ejemplo, es pecado pedir la dirección de Dios en cuanto a un posible noviazgo con una persona que no es cristiana. La Biblia ya nos ha informado que al casarte debe ser en el Señor.

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Ejercicio Espiritual

¿Necesitamos tomar una decisión difícil en los próximos días? Pidamos a Dios con fe que nos dé sabiduría para hacer lo correcto, y sigamos en obediencia lo que ya sabemos que es correcto.
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Cuando pedimos consejo de Dios, es importante que también estemos atentos a recibir consejo de los hijos de Dios. La oración no excluye la ayuda que nos brindan los hermanos.

Joven, quizás sientas que Dios te dirige a cierta joven. Lo más aconsejable es que no se lo compartas al instante. Una vez un joven sintió esto mismo e inmediatamente fue y le avisó a la joven lo que Dios le había revelado. Pero ella lo rechazó a causa de que Dios aún no se lo había revelado a ella.

Señorita, ¿qué tal sería escoger un esposo que no tiene un compromiso serio con Dios? Ya que las consecuencias de esta decisión son muchas, es conveniente que conozcas la voluntad de Dios con certeza. Segamos lo que sembramos. Si obedecemos al Señor al escoger un(a) compañero(a) de vida, de seguro también segaremos las consecuencias de esa decisión.

¿Cómo debe orar una hermana en cuanto a su futuro? Si ella desea un esposo pudiera orar de la siguiente manera: “Señor, me has concedido el deseo de casarme. Guardame en Tu santidad y pureza aún si no se halla esposo para mí. Sea yo soltera o casada, dame Tu gozo mientras te sirvo. Y si un hermano llegara a pedirme una amistad especial, ayúdame a discernir Tu voluntad. Ayúdame también a recibir el consejo de mis padres. Sobre todo, hágase Tu voluntad”.

Hermana, quizá un joven nos ha ofrecido su amistad, pero nosotros no lo queremos ni mucho menos nos interesa casarnos con él. No obstante, antes de decirle “no”, pasa mucho tiempo en oración. Comparte lo que sientes con tus padres. Luego, cuando tengas paz con Dios, haz lo que en tu opinión será lo mejor.

Si Dios une a dos jóvenes en un noviazgo, ambos deben orar juntos. De esta manera conocerán los deseos espirituales de la otra persona y, además, buscarán la dirección del futuro de esa relación. No obstante, deben tener cuidado de no juzgar al otro por medio de su oración, pues a muchas personas les resulta difícil orar en público. Tampoco deben ignorar que puede ser más beneficiosa la oración que se hace en privado antes de la visita, que la oración en conjunto.

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Ejercicio espiritual

Para un joven
Pídele a Dios que te guíe en Su camino, ya sea como soltero o como casado. Pide sabiduría para poder discernir Su dirección.

Para una joven
Se honesta y cuéntale a Dios tus anhelos en cuanto a casarte. Confiesa tu necesidad de esperar, confiar y seguir Su dirección con tranquilidad y fe. Pide fuerza moral para seguir Su voluntad

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Dios se interesa por nuestra vida. Quedémonos tranquilos; Él sabe bien cómo arreglar las cosas en nuestra vida. Tengamos cuidado de no torcer el brazo de Dios al buscar lo que nosotros creemos que son necesidades propias.

Supliquémosle que nos dé sabiduría y dirección, y esperemos con paciencia en él. En lugar de adelantarnos, esperemos el tiempo de Dios. Su Espíritu Santo nos guiará junto con su palabra o por medio de otros cristianos. Desde este momento, procedamos en el temor de Dios.

(4) Oraciones de intercesión. Cuando le pedimos a Dios que obre en la vida de otra persona, lo llamamos una rogativa de intercesión. ¿Cómo podemos rogar por otros ante Dios? ¿Cómo debemos interceder? Es común hablar con alguien por nuestra preocupación por otros. Pero es hora de aprender a venir ante Dios a rogar por los demás. Eso es intercesión.

¿Debemos interceder por todas las personas? Sí, mientras tienen vida y hay esperanza debemos rogar a Dios por ellas. Una vez que mueran debemos dejar de orar, pues en nada podremos cambiar su situación.

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Ejercicio espiritual

Pensemos en una persona que peligra en su vida espiritual y roguemos a Dios que la rescate.
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En Colosenses 4:3, Pablo pidió que la iglesia orara por él. La oración no elimina la necesidad de ayudar a otros, pero provee una oportunidad de alcanzar a personas y ayudar en situaciones que están fuera de nuestro alcance. Consideremos algunos ejemplos: Quizá no podamos visitar a las iglesias de países lejanos, pero sí podemos orar por sus miembros. La distancia quizá no nos permita socorrer a un herido; sin embargo, podemos orar por él. Podemos orar por los enfermos, aun si no los podemos visitar a todos. Al enterarnos de las luchas de un hermano podemos orar por él día tras día aunque no lo veamos a diario.

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Ejercicio espiritual

Pidámosle a un hermano que nos acompañe en oración en una lucha específica. Oremos por una persona y luego avisémosle que estamos orando por ella.
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Mientras Pablo estaba en la cárcel, alababa a Dios y aprovechaba para interceder por los demás. A menudo escribía mientras oraba. De modo que resulta provechoso orar mientras animamos a otros.

¿Alguna vez nos han dicho: “Estoy orando por ti” cuando nos enfrentábamos a una prueba? ¡Qué bendición nos es la hermandad! En ella pueden animarse unos a otros en palabra, conducta y por medio de la oración. Debemos animar a otros con humildad y sinceridad, y debemos hacer uso de cierto discernimiento  al avisar a otros que estamos orando por ellos. A no ser que estemos comprometidos a ayudar de cualquier forma, debemos evitar mostrarle al hermano su falta al decirle que estamos orando por él. Tampoco debemos anunciar el error del hermano al pedir oración en público por él. Debemos orar porque sentimos amor y cariño por él en lugar de señalar su falta y mostrar nuestra supuesta superioridad.

Igualmente, al orar tengamos cuidado de no exigirle nuestra voluntad a Dios. Dejemos que Dios escoja Su manera de ayudar al necesitado. Alguien puede orar equívocamente de la siguiente manera: “Señor, no permitas que él se duerma esta noche hasta que reconozca su error”. Dios puede tener mejores maneras de hacerle ver su falta.

Nuestro deseo, tanto para el creyente como para el incrédulo, debe ser el bienestar de su alma. Sin embargo, debemos orar por ellos en distintas formas. Por ejemplo, la oración de Santiago 5:16 se aplica más a los creyentes.

Orar a Dios para que supla las necesidades de personas que no son nuestros  familiares es saludable. Quizá estemos en desacuerdo con algún hermano. Debemos orar por él, y al orar nos daremos cuenta de que eso ayuda a mejorar nuestra relación con él.

Las siguientes citas nos ofrecen algunos ejemplos bíblicos en cuanto a las rogativas de intercesión. Busquémoslas  y anotemos quién intercedió por quién.

Génesis 18:23; Éxodo 32:31-32; Deuteronomio 9:25-29; Job 42:10; Daniel 9:2-3, 16-19; Lucas 22:31-32; Romanos 10:1; 2 Timoteo 1:1-3.

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Preguntas

¿Por quién oraba Pablo continuamente?

Cuando no sabemos cómo orar, ¿quién nos ayuda? (Véase Romanos 8.26)

Según Romanos 12.12, ¿qué significa la frase “orar sin cesar”?

¿Qué doblaremos ante el Señor en aquel día según Romanos 14.11?

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Ejemplos de oraciones de intercesión

Moisés. Una intercesión sobresaliente se oyó el día que los israelitas provocaron a Dios. El Señor pensaba destruir a los israelitas y se lo dijo a su siervo. Moisés rogó por ellos. Su peso por el pueblo lo hizo descuidar su propio bienestar. Oró así: “Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito” (Éxodo 32.31-32). Dios rehusó desechar a Moisés, pero eso no quita la belleza de su oración. La abnegación y el amor por otros producen oraciones sinceras de intercesión.
-----------------------------------------------------------Ejercicio Espiritual

Oremos por un cristiano descarriado cada día durante esta semana

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Jonás. Aquí vemos un ejemplo de alguien que debió haber intercedido por los demás pero no lo hizo. La primera oración de Jonás se escucha después de que el pez se lo tragó (Jonás 2.1-9). ¿Por qué no oró mientras aún estaba en el barco o cuando se enteró que lo iban a lanzar al agua?

Cuando Jonás descubrió que estaba vivo aun después de ser tragado por el pez, él comprendió que Dios lo podía escuchar. Jonás confesó su pecado a Dios, se entregó a Él y lo alabó por haberlo salvado. Ahora Jonás se fue deprisa a Nínive y les predicó el mensaje de Dios. Sin embargo, habiéndosele olvidado su propia salvación milagrosa cuando estuvo en el vientre del pez, deseaba la muerte de los ninivitas. Dios tuvo que reprenderlo por egoísta. Si su actitud hacia el pueblo arrepentido de Nínive hubiese sido la correcta, entonces él hubiera orado y pedido misericordia por ellos.
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Ejercicio espiritual

Oremos por una persona que recién se entregó a Cristo. Demos gracias por su entrega y pidámosle Dios que le dé gracia para serle fiel.

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Alabar a Dios y dar gracias por nuestra salvación es bueno, pero si tan sólo pensamos en nosotros mismos somos aún egoístas. Por medio del ejemplo de Jonás, aprendamos a orar por las almas perdidas que se encuentran a nuestro alrededor.
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Preguntas

Repasemos la oración de Jonás en Jonás 2:1-9

¿En cuál versículo se ve su fe y seguridad?

Busquemos una palabra del versículo 5 que indica que Dios avivó el espíritu de Jonás.

¿A qué punto tuvo que llegar Jonás para que se acordara de Dios (v. 7)?

¿En qué versículo se encuentra la confesión de sus razonamientos necios?

¿Cuál versículo demuestra su compromiso renovado con Dios?

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Job. Job se fortalecía mucho, orando a Dios. Dios le llamó: “Un hombre recto y perfecto”. No obstante, quiso enseñarle varias lecciones. De éstas, quizá la mayor fue la de interceder por sus tres amigos. Después de mucha plática entre Job y sus amigos, quienes lo juzgaron mal, Dios habló también y al final le dijo a Job que intercediera por sus tres amigos. Cuando Job lo hizo, Dios le quitó todas sus aflicciones (véase Job 42:10).

-----------------------------------------------------------Ejercicio Espiritual

Recordemos una prueba difícil de nuestras vidas. Demos gracias a Dios por su amor y su ayuda en medio de la prueba. Pidámosle que nos ayude a aprender lo necesario de cada experiencia
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No era la primera vez que Job  intercedía por otros. Él acostumbraba a orar y hacer sacrificios por el bienestar de su familia. Comprendía el peligro espiritual que los rodeaba. Oraba por ellos en vez de afanarse  o ignorar su peligro.

Pablo. Pablo no ignoraba la dureza de corazón del pueblo judío, pero a pesar de eso oraba por ellos (véase Romanos 10.1).

Pablo daba gracias a Dios por los cristianos en Roma y rogaba por ellos constantemente. Le pidió a Dios que él pudiera visitarlos (véase Romanos 1.8-10). Nosotros debemos orar no sólo por los incrédulos, sino también por los creyentes para que sigan fieles al Señor.

Pablo les rogó a los romanos que oraran en unión por él (véase Romanos 15:30-32). Debían orar que Dios lo librara de los rebeldes de Judea y que la ofrenda de su servicio a los santos de Jerusalén fuera acepta. Además, pidió que oraran por él “para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado”.

De estos versículos aprendemos a orar por tres realidades en cuanto a nuestros pastores y otros hermanos fieles: (1) que Dios los proteja de gente rebelde, (2) que la gente acepte su servicio, (3) que puedan gozar de buen compañerismo de hermanos en dondequiera que vayan.

En Timoteo 2:1-4 Pablo le pide a Timoteo que ore “por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia”. Pablo se acordaba sin cesar de Timoteo y daba gracias a Dios por poder hacerlo (véase 2 Timoteo 1.3). Él oraba por los de Éfeso (véase Efesios 1:16-20). Para que Dios les revelara Su cuidado de ellos. En 1 de Corintios 1:9-11 él ora por la unidad de los corintios, y en Filipenses 1:3-5 ruega con gozo por los filipenses. También Pablo oraba sin cesar por los colosenses para que fueran “llenos del conocimiento de su voluntad” (Colosenses 1:9). Con respecto a los de Tesalónica dice: “Orando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro, y completemos lo que falte a vuestra fe” (1 Tesalonicenses 3:10).

Por medio de las dos cartas de Pablo a Timoteo podemos ver la preocupación de Pablo para que Timoteo permaneciera fiel y no se desviara de la verdad. Pablo fue fiel en advertir a Timoteo, pero no cargó este peso por sí sólo, sino que lo llevó a Dios en oración. Hacemos mal si intentamos llevar solos toda la carga de alguna persona o algún problema. Debemos aprender a entregar ese peso a Dios y dejar que Él sea quien nos dé la solución.

Es notable que Pablo le dijera a Timoteo que intercedía por él. Saber que un hermano ora sin cesar por nosotros es de gran ánimo y ayuda. Esto fortalece los lazos de amor en la hermandad y alivia las cargas. Apreciemos la hermandad que ora en unión y con fidelidad. Tal hermandad puede incrementar nuestra fe en Dios cuando sentimos en nuestro corazón el peso de orar por nuestro hermano y cuando vemos que él ora por nosotros.

Pidamos a Dios por el éxito espiritual de los demás. No es malo orar por necesidades propias; pero si nosotros sólo oramos por nosotros mismos, oramos con egoísmo. Tengamos en cuenta a nuestras familias, a nuestras iglesias, a nuestros vecinos y a quienes están en autoridad. Oremos por los santos y los pecadores.

Si tenemos la tendencia de olvidarnos de orar por las necesidades que se mencionan, anotémoslas en una hoja de papel. Repasemos esta lista mientras oramos. Primera de Samuel 12:23 nos enseña que pecamos contra Dios si cesamos de orar por los demás.

Oraciones en forma de canto

Muchos de los Salmos que cantamos son en realidad oraciones. Los Salmos son aún el gran himnario del pueblo de Israel. El Señor y Sus discípulos se sabían muchos de ellos (sino todos) de memoria, y los cantaban tan a menudo como muchos cristianos cantan sus himnos favoritos. La diferencia entre los Salmos y los himnos “santificados” por la cristiandad es que los Salmos son parte de la Palabra inspirada de Dios, y los himnos no. Los Salmos no contienen error, y muchos de los himnos que canta la cristiandad están plagados de errores.

¿Cómo debemos cantar estos Salmos? Con espíritu de oración.

Nos resultará de mucha ayuda si nos damos el tiempo de meditar en las palabras de un Salmo cada día, antes y/o después de nuestras oraciones. Meditemos, por ejemplo, en las palabras del Salmo 119: 99-100, y aprenderemos que es posible para un discípulo sobrepasar a su maestro en el entendimiento de las Escrituras. ¿Cómo? Meditando en las palabras del Señor y guardándolas.

Muchos enseñan que esto no es posible, porque el Señor Jesús dice: “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor” (Mateo 10:24-25a). Basándose en este pasaje enseñan que el discípulo jamás puede llegar a sobrepasar a su maestro, y que por lo tanto este siempre será menos que el que le enseñó acerca de la Biblia. Pero el “maestro” mencionado por el Señor, es Él mismo, el Maestro: con mayúscula.

Nadie ha podido ni podrá jamás superarlo a Él. Esto queda claro en la última frase de este pasaje, cuando el Señor concluye diciendo: “Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?”. ¿A quién llamaron Beelzebú los fariseos (Mateo 9:34) al decir que recibía poder de él? Al Señor Jesús. Él es el “padre de familia” y todos los demás creyentes somos “los de su casa”. Así que, según el salmo 119:99-100, es posible que un discípulo supere a su maestro terrenal en conocimiento y en entendimiento de la Palabra de Dios, si medita en ella y la guarda.

Esta clase de piedras preciosas son las que se pueden encontrar en los Salmos si nos dedicamos a desentrañarlas. Saber esto debiera motivarnos a meditar seria y profundamente en estas oraciones en forma de canto.


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CAPÍTULO 2: PREPARÉMONOS PARA LA ORACIÓN

En este capítulo nos vamos a concentrar en cómo prepararnos para entrar en la presencia misma de Dios en oración. Sin embargo, no pensemos que tenemos que prepararnos antes de clamar a Dios en arrepentimiento. La única preparación que se necesita para tal oración es un corazón cansado de pecar y listo para hacer lo que Dios pida.

En Hebreos 10:19-22 el escritor nos invita a acercarnos a Dios con nuestro corazón purificado de mala conciencia. ¿Cómo podemos acercarnos a Dios? ¿Será posible ser amigo de Dios y caminar con Él de modo que Él conteste nuestro clamor? ¿Cómo podemos llegar a orar sin egoísmo, sin suponer que Dios está para hacer lo que le pedimos desde el trono de nuestro propio orgullo? ¿Dónde se encuentra la fuerza espiritual para bajar de nuestro trono y caer humillado a los pies del Señor Jesús? Pues sólo allí podremos orar sinceramente como seguidor, amigo y siervo del Dios Todopoderoso.

A continuación vamos a encontrar las respuestas a estas preguntas al analizar cómo preparar nuestro corazón, nuestra vida y nuestro entendimiento acerca de la oración.

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Ejercicio espiritual

Meditemos en la oferta de Dios de que nos acerquemos a Su trono de gracia para hallar socorro (véase Hebreos 4.16). Agradezcamos esta invitación y aprovechémosla para pedir la ayuda necesaria.
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Preparemos nuestro corazón

Con humildad.  ¿A qué corazón puede acercarse Dios, y a cuál espíritu puede salvar según el Salmo 34:18?

Para poder escuchar y perdonar nuestros pecados, Dios relaciona una lista de requisitos en 2 Crónicas 7:14. ¿Cuál es el primer requisito?

El Señor Jesús contó una historia en Lucas 18:10-14: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.

Este ejemplo muestra lo que quizá sea el paso más importante de la oración: la humillación. Ya sea que oremos la oración del publicano quien reconoció su pecado o bien que oremos como hijo de Dios con necesidad de Su ayuda, es imperativo orar con humildad.

Para la humillación, necesitamos primero comprender la grandeza de Dios. Cuando Isaías vio el trono y la majestad de Dios, entendió su propia bajeza y pecado. Clamó diciendo, “¡Ay de mí!” (Isaías 6.5). Luego se acordó de esta visión cuando Dios le dijo en Isaías 55:9 “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.

Jacob también reconoció la grandeza de Dios. Con una piedra de cabecera, en un lugar llamado Betel, tuvo un sueño en el cual vio a Jehová, y ante su Majestad se sintió muy pequeño e insignificante (véase Génesis 28). En ese día nació en él un temor reverente a Dios. Su temor a Dios lo conmovió a hacer un pacto con Él. Jacob dijo a Dios que le serviría para siempre si Él supliera su necesidad.

En el Salmo 90 Moisés reconoce la majestad de Dios y la contrasta con la vida breve del hombre, siendo tan débil y pecador. Al darse cuenta de esta realidad, Moisés clama: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Salmo 90:12). 
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Ejercicio Espiritual

Pidamos a Dios que nos ayude a ser sobrios en esta vida. Aprovechemos cada momento de Su ayuda, sobre todo en áreas de nuestra vida en las cuales hemoss sido negligentes.
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La Biblia nos advierte así en 1 Corintios 10:12: “El que piensa estar firme, mire que no caiga”. Al reconocer nuestra incapacidad total, debemos humillarnos para buscar de Dios su ayuda y poder para alcanzar la victoria.

A la persona humilde se le puede enseñar con facilidad. Ante la grandeza de Dios, ¿qué más podemos hacer sino humillarnos para que Él nos enseñe? David tuvo un gran deseo de ser enseñado. En el Salmo  25:4 él pide: “Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas”. ¿Cómo creemos nosotros que Dios contesta tal petición? David también oró de la siguiente manera en el Salmo 26:2.

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Ejercicio Espiritual

¿Luchamos nosotros contra el orgullo en algún aspecto de nuestras vidas? Pidámosle a Dios que nos purifique del orgullo y que nos ayude a vernos a nosotros mismos y a los demás como debemos.
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Notemos en el libro de Hechos la humildad de un hombre que estaba peleando contra Dios. En el capítulo 8, vemos que Saulo (luego llamado Pablo) consintió cuando apedreaban a Esteban. Según el capítulo 9, Saulo iba camino a Damasco sintiéndose con la autoridad de maltratar a los cristianos que encontrara. De pronto, Dios lo hizo caer de rodillas con una luz radiante, y le hizo una pregunta tajante: “Saulo, ¿por qué me persigues?”

Saulo preguntó: “¿Quién eres Señor?” Entonces al contestarle el Señor Jesús, Saulo luego preguntó: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”  Dios envió a Ananías a ayudar a Saulo, “porque he aquí, él ora”. Aquí empezó una larga vida de oración eficaz para Pablo. De aquí en adelante Pablo oraba día y noche por sus hermanos, por la iglesia, por los judíos y por sí mismo. La vida de Saulo cambió de manera drástica porque al encontrarse con el Señor, Saulo le respondió con una actitud humilde y mansa.

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Ejercicio espiritual

Oremos: “Enséñanos, Señor”. Luego obedezcamos Su enseñanza.
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Con fe. La fe nace de la humildad y una visión de la majestad de Dios. “Es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11.6).

La lógica nos dice que no tiene sentido acercarnos a Dios si no creemos que Él existe. La tendencia humana es analizar las cosas según las podamos ver y tocar. Por lo tanto, sin querer, podemos dudar que Dios vaya a cumplir lo que le pedimos. Es necesario tomar la decisión de creer que Dios cumplirá lo que ha dicho.

El ejemplo perfecto de fe nos lo dio el Señor Jesús cuando oró frente a la tumba de Lázaro. ¡Cuán insensato habría lucido el Señor ante la gente si el Padre no le hubiera contestado Su oración! Pero Él creyó sin dudar que Su Padre lo escucharía.

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Ejercicio espiritual

Meditemos en las promesas de Dios. Busquemos una en especial y creámosla.
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Nosotros podemos ser como el Señor Jesús. Mostramos nuestra fe en Dios y Sus promesas cuando le agradecemos por escucharnos aun antes de pedirle alguna cosa. Él promete contestar las oraciones de los santos, y nosotros podemos confiar en Su promesa… si somos fieles.

Ezequías demostró su fe cuando el ejército de Asiria rodeó a Jerusalén, amenazando con destruirla. Él mandó sus mensajeros al profeta Isaías, diciendo: “Eleva, pues, oración tú por el remanente que aún ha quedado” (Isaías 37:4).

Rabsaces, el capitán de los asirios, luego le envió una carta que declaró la caída segura de Judá ante los asirios. De nuevo Ezequías acudió a Jehová, extendió la carta ante Dios y oró (véase Isaías 37:14-17).

Observemos cómo empieza su petición. Primeramente, reconoce la majestad y el poder único y soberano de Dios sobre todos los reinos. La oración de Ezequías demuestra que él tenía una fe verdadera en Dios. ¿Comprendemos nosotros por qué Dios se complace en contestar tal oración? ¿Cómo Dios contestó esa oración? Pues usó a Su profeta Isaías para dar un mensaje de consuelo y seguridad a Ezequías. Luego destruyó a los enemigos y rescató a Israel.

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Ejercicio espiritual

¿Hay alguna promesa que nosotros debemos creer y que no estamos creyendo? Pidamos a Dios que nos quite la incredulidad y que fortalezca nuestra fe en Él. Si nosotros sentimos que nuestra fe es fuerte, demos gracias a Dios por el don de la fe.
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No siempre somos conscientes de nuestra fe. Y no es necesario. Debemos acercarnos a Dios con sencillez, confiado de que Él comprende nuestras necesidades. Un niño pequeño que se lastima no dice: “Hoy tengo fe que mamá me ayudará. Por lo tanto, iré a ella.” No, simplemente corre hacia su mamá y comparte su dolor, esperando su ayuda y consuelo.

De esta manera debemos venir a Dios. Desarrollemos el hábito de buscarlo en todo momento. Si se nos acusa, acudamos al Padre; no sólo en busca de consuelo, sino también para que Él nos ayude a tener actitudes correctas hacia los demás. Si la acusación es falsa, con más razón debemos orar por nuestro acusador. Cualquiera que sea el caso, sabemos que si buscamos a Dios, Él recibirá honra por medio de nuestra vida.

Con sumisión. Según 1 Juan 5:14-15, ¿Cuál es el requisito que tenemos que cumplir para tener la confianza de que Dios nos escucha?

Ya vimos como Dios galardonó la fe humilde de Ezequías al rescatar a Israel de la mano fuerte de los asirios. No obstante, Ezequías no mantuvo su fe en Dios como debió haberlo hecho. La fe humilde se entrega siempre a la voluntad de Dios.

Un profeta vino a Ezequías y le informó de parte de Dios que pronto moriría. Ezequías no lo pudo aceptar y le rogó a Dios por más años de vida. Le recordó a Dios por su propia fidelidad. Por fin, Dios lo escuchó y le extendió la vida.

Mejor le hubiera sido a Ezequías haber dicho: “Si es tu voluntad, dame mas vida”.  Lo cierto es que su vida espiritual decayó de allí en adelante. Quizá cambió la muerte física por la muerte espiritual. Al poco tiempo, él les mostró a los enemigos de Dios los tesoros de la casa de Dios. Cuando el profeta vino y lo amonestó, Ezequías se lo agradeció, pero no se preocupó por el futuro de sus hijos. Se conformó con que Dios no fuera a castigar a Israel mientras él viviera. ¡Que descuido tan grande!

La Biblia no dice que Ezequías negó a Dios. No obstante, al ver su vida espiritual, hubiera sido mejor para él si hubiese muerto cuando Dios primero le avisó. Nosotros podemos aprender de su ejemplo. A Dios le agrada ver nuestra fe. Él aguza su oído y nos escucha cuando oramos. Sin embargo, una fe sincera no intenta torcer el brazo de Dios según nuestro propio parecer.  Una fe sincera recuerda la grandeza de Dios y también recuerda la incapacidad propia. En lugar de producir una fe egoísta, produzcamos en nuestra vida una fe que más que todo desee cumplir la voluntad de Dios.

Marcos 11:24 dice: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá ”. No obstante,  la fe no obliga a Dios a cumplir nuestros deseos según nuestra manera de pensar. Si así fuera, sería una oración egoísta en lugar de ser una oración de fe.

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Ejercicio espiritual

Recordemos una petición que nosotros hayamos hecho ante Dios que no se haya cumplido. Añadámosle esta frase a nuestra petición: “Dios mío, no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Preguntas

Leamos Isaías 36-39 y contestemos las siguientes preguntas:

¿Por qué Ezequías deseó que Isaías orara por Israel?

Al enfrentar la amenaza del enemigo, ¿de qué manera admirable reaccionó Ezequías?

¿Qué nos da seguridad en Dios cuando enfrentamos pruebas duras?

La presencia de Isaías representa una bendición de parte de Dios. ¿Cuál es?

¿Qué debió haber incluido Ezequías en su oración al pedir más años de vida?

Al realizar un estudio de los últimos años de Ezequías,  ¿qué influencia esto debiera tener en nuestras oraciones?
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El Señor Jesús oró una oración muy conmovedora en el huerto de Getsemaní antes de Su crucifixión (véase Mateo 26.36-46). Si analizamos quién era el Señor Jesús, podemos entender con más claridad el valor de esta oración. Por un lado, Él era el Hijo de Dios, era el Creador el mundo, el que unido al Padre, hizo los planes para la redención del mundo. Por el otro lado, Él era un ser humano expuesto a un sufrimiento terrible y a la muerte. Entre estos extremos se hallaba el Señor Jesús. Como humano, estaba por comenzar el sufrimiento más doloroso que puede experimentar un ser humano. Como Dios, sabía lo que le esperaba.

Además del tormento físico, iba a recibir burla, vergüenza y desgracia como nunca antes. Además de todo esto, iba a cargar con los pecados de todo ser humano. Y como si esto no fuera suficiente, el Señor Jesús todavía convivía con la realidad de que con una palabra podía escapar de toda aquella situación.

Pero he aquí la clave de la victoria del Señor Jesús y la victoria nuestra en Él: Cristo vino a cumplir la voluntad del Padre y se regocijaba en cumplirla. Su cruz era el único camino para obtener la salvación de nuestras almas.

Al entrar en el huerto el Señor dijo le dijo a sus tres discípulos más cercanos: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”. Con este gran pesar, caminó unos cuantos pasos más y cayó sobre Su rostro, y dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). ¡Cómo debe haberse conmovido el Padre al ver semejante sufrimiento de Su Hijo amado y a la vez escuchar Su entrega a la voluntad del Padre!

Postrado sobre su rostro, el Señor Jesús ganó la victoria. Él cumpliría la voluntad del Padre sin titubear porque amó a Su Padre. Se hizo “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8). En Getsemaní el Señor Jesús nos mostró cómo Dios quiere que reaccionemos ante las circunstancias más difíciles. Al igual que Él, debemos caer postrados en sumisión ante Dios y Su voluntad en lugar de amargarnos o acusar a Dios cuando las pruebas nos sobrevengan.

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Ejercicio espiritual

Si el peso de nuestra necesidad ante Dios nos hace llorar, no temamos derramar lágrimas. Al corazón contrito y humillado Dios no lo despreciará.
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A Pablo se le dio un aguijón en la carne según dice 2 Corintios 12:7-9. Tanto le molestaba que no una, sino tres veces le rogó a Dios que se lo quitara. Pero Dios le contestó: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Pablo pudo aceptar esta respuesta con regocijo.

Es un consuelo saber que la gracia de Dios es suficiente para nosotros en cualquier prueba o situación. No es pecado pedirle a Dios repetidas veces que nos alivie de alguna prueba. Sin embargo, no debemos olvidar que es mejor pedir según Su voluntad. Pablo se regocijó al comprender que su aguijón formaba parte de la voluntad de Dios para su vida. Él se fortaleció en espíritu y dio gracias por la persecución y la aflicción porque entendió que la gracia de Dios se perfecciona en la debilidad.

Tal como el Señor Jesús y Pablo, nosotros debemos ganar la victoria de rodillas. Debemos humillarnos y tomar de la “copa” de la voluntad de Dios, aun si nos es amarga.

Santiago 4:3 nos dice que son nuestros deseos egoístas los que nos impulsan a orar de manera que no recibimos lo que pedimos. Dios no se ve obligado a darnos lo que no es bueno. Y aún si lo que le pedimos es bueno, quizá Dios no nos lo dará si se lo pedimos por motivos egoístas. Sería como el joven que ora: “Señor, esos vehículos nuevos se ven tan lindos. Concédeme uno a mí”.

Analicemos la petición de Santiago y Juan en Marcos 10:35-37. Ambos le dijeron al Señor: “Concédenos  que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. ¿Cuál sería el motivo de tal petición?

¿Cuál era el motivo de Simón el mago al ofrecerle dinero a Pedro en Hechos 8:18-19? Y, ¿qué dijo Pedro a Simón que hiciera según el versículo 22?

Si realmente nos gozamos en Dios y nos deleitamos en Él, entonces desearemos agradarlo sobre todas las cosas. Si oramos con el deseo de agradarlo, Dios concederá nuestras peticiones, porque buscamos Su voluntad para nuestras vidas. Esto lo vemos en el Salmo 37.4-5: “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará”.

Aunque Dios le dijo con claridad a Balaam que no fuera con los mensajeros de Balac, Balaam volvió a pedir lo mismo. Sin duda él tenía motivos muy egoístas. ¿Cómo le contestó Dios? (Números 22.11-22).

Nuestras oraciones no serán aceptas si amamos las cosas carnales. El corazón de Balaam no estaba ni con Dios ni con su pueblo. Le era muy difícil orar porque amaba más las riquezas y la fama que la bendición del pueblo de Dios. El enemigo de Israel, Balac, le ofreció riquezas a Balaam si maldecía al pueblo de Dios. Balaam bien sabía que Dios estaba a favor de Su pueblo y que ellos estaban bajo Su cuidado. No obstante, le pidió dirección a Dios.

¡Hipócrita!

Si la Biblia o el Espíritu Santo nos han dicho que no, entonces somos como Balaam si vamos de nuevo a preguntarle a Dios.

Cuando Elías oró frente a Su altar, Dios de inmediato envió fuego desde el cielo. Pero en el mismo día, cuando pidió que lloviera, tuvo que mandar a su siervo siete veces a ver si aparecían nubes en el cielo.

No obstante, mientras esperaba, Elías no se cortaba ni gritaba. Se quedó postrado mientras oraba a Dios. Quizá Dios estaba probando su fe. Aunque seamos fieles a Dios, no le podemos exigir una respuesta inmediata. Oramos con fe, pero tenemos que permitir que Dios conteste cuándo y cómo Él quiera.

Con sinceridad. Ana anhelaba tener un hijo. Cuando ella y su esposo llegaron en su visita anual al templo, Ana prorrumpió en su deseo al Señor (véase 1 Samuel 1). Elí el sacerdote observó que ella movía sus labios. Al no escucharla, la acusó de estar ebria. Pero ella le declaró su anhelo, y Elí entonces pidió la bendición de Dios sobre su petición.

Ana volvió a su casa en paz y Dios le concedió su ruego. Ana guardó su promesa a Dios de presentar a su hijo para la obra de Dios: al destetar a su niño, ella lo entregó a Elí con las siguientes palabras: “Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí.” (1 Samuel 1:26-27). Ana alabó y glorificó a Dios, aun resultándole difícil separarse de su hijo. Dios le concedió otros hijos a Ana y usó de manera extraordinaria a su hijo Samuel como profeta en Israel.

Con perdón. El Señor Jesús dice en Mateo 6:14-15: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.
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Ejercicio espiritual

Demos gracias a Dios por un hermano o una hermana que nos haya hecho algún mal. Pidamos a Dios sabiduría para ser un ánimo espiritual para esa persona.
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Perdonar a quienes nos hacen mal no es fácil ni automático. El amor de Dios en nuestros corazones hacia nuestros enemigos es el único remedio para poder perdonar. Así manda el Señor en Mateo 5:44: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.

Esteban tuvo este tipo de amor para quienes lo apedrearon (véase Hechos 7). Ese amor lo motivó a pedir, “Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (Hechos 7:60). Su ruego es casi idéntico al ruego del Señor Jesús en la cruz. Y ¿por qué no? Esteban seguía fielmente al Señor Jesús.

Obsérvese la usencia total de egoísmo en la oración de Esteban. Él pudo haberle pedido al Señor que sus enemigos dejaran de tirar las piedras. En lugar de esto, él volvió a mirar al cielo. Vio al Señor parado a la diestra de Dios, esperando recibirlo en cuanto llegara. ¡Qué visión tan hermosa!

Preparemos nuestras vidas

Ya mencionamos que en 2 Crónicas 7:14 Dios les puso requisitos a los israelitas para poder escuchar sus oraciones. Primero que todo debían humillarse. Junto con eso debían orar, buscar Su rostro y hacer una cosa más. ¿Qué cosa era?

En Isaías 1:15 Dios les dijo a los israelitas que aunque hicieran oraciones largas Él no las escucharía. En seguida, les puso dos condiciones para poder aceptar sus peticiones. ¿Cuáles son?

Si guardamos pecado en nuestras vidas o si desobedecemos Sus mandamientos, Dios no aceptará nuestras oraciones. El salmista reconoció esta verdad hace muchos años: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Salmo 66:18). Y Proverbios 28:9 dice: “El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable”.

Isaías 59:2 menciona también que a Dios le repugna una oración falsa: “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír”.

El pecado nos separa de Dios. Para tener comunión con Dios en oración, debemos verdaderamente arrepentirnos de nuestros pecado y poner nuestras vidas bajo Su mando. A continuación ofrecemos algunos ejemplos de personajes del Antiguo Testamento. Algunos desobedecieron a Dios y otros no. ¿Cómo contestó Dios sus oraciones?

Sansón. En Hebreos 11 Sansón entra en la lista de los héroes de fe. No obstante, al ver su vida en el libro de Jueces notamos que no siempre fue fiel y vemos también las consecuencias de esa infidelidad.

Sansón fue juez de Israel durante veinte años. Una de sus oraciones puede leerse en Jueces 15. En esta oración Sansón oró después que mató a mil filisteos con una quijada de asno. Tuvo gran sed y por eso se vio en peligro de caer en manos de los filisteos. Clamó y pidió agua a Jehová  quien le respondió abriendo una cuenca de agua.

Sansón buscó una compañera de entre las mujeres mundanas. Su amor hacia estas mujeres lo involucró en serios problemas. Él no tomó en serio su lealtad a Dios. Jugó con el pecado atrayendo su propia ruina espiritual y física. Nos acordamos de la historia, ¿verdad? Sansón perdió su fuerza sobrenatural. ¿Por qué? ¿Por culpa de los barberos filisteos? Pues sí, pero ¿cómo cayó en esa trampa? ¿No fue acaso por su insensatez de enredarse con las mujeres filisteas?

Cuando los filisteos hicieron fiesta a sus dioses por entregarles a Sansón, él volvió a Dios para pedir una última venganza sobre ellos: “Entonces clamó Sansón a Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos. (…) Y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos” (Jueces 16.28, 30).

Dios lo oyó y contestó su oración. Sin embargo, cuánto mejor hubiera sido si Sansón hubiera honrado al Señor en toda su vida.

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Ejercicio espiritual

¿Luchamos nosotros contra el mismo pecado una y otra vez? Pidamos a Dios que nos dé victoria hoy. Entreguemos nuestra vida a Él durante todo el día y clamemos a menudo por Su ayuda al enfrentar la tentación. Al final del día démosle gracias por Su ayuda.
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Ananías, Misael y Azarías (Daniel 3). Estos tres jóvenes no sabían que Dios los iba a librar del horno de fuego del rey Nabucodonosor. Pero en sus corazones habían tomado la decisión firme de inclinar su rostro únicamente al Dios de los cielos. Esta decisión la mantuvieron aun cuando se encontraban frente al rey enojado. De esta manera le testificaron al rey que Dios los rescataría del mal. Es muy importante aprender a obedecer a Dios antes de enfrentar la prueba dura.

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Ejercicio espiritual

Supliquemos a Dios que nos acompañe en cada prueba y que nos ayude a ser fieles.
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Abraham. Quizá la reacción más sobresaliente de Abraham fue cuando Dios le mandó a sacrificar a su hijo. “Heme aquí”, dijo Abraham. En esencia dijo: “Tú me ves, Dios. Estoy a tus órdenes, dispuesto a hacer cualquier cosa que me pidas.”

Y él estaba hablando en serio. Muy temprano al día siguiente emprendió su viaje con Isaac. Él estuvo dispuesto a construir un altar de sacrificio y oración a Dios, aun tratándose de matar a su propio hijo.

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Ejercicio espiritual

¿Existe alguna cosa en nuestra vida a la cual nos cuesta renunciar por amor a Cristo? Quizá sea algo bueno y nosotros tenemos todo el derecho de poseerlo.
Entreguémoselo a Dios y roguemos que nos ayude a poner a Cristo en el trono de nuestra vida. Quizá Dios nos devuelva nuestro amigo o posesión; pero de cualquier modo, si lo entregamos a Él, podemos seguir adelante con la bendición de Dios.
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Cuando Abraham tomó su cuchillo para degollar a Isaac, Dios de nuevo lo llamó. Igual que la primera vez, Abraham contestó: “Heme aquí”. Qué distinta esta respuesta a la de Adán en el huerto del Edén. ¿Por qué? Porque Abraham estaba en paz con Dios y sin temor de hablar con Él. Adán había pecado y por lo tanto temía hablar con Dios.

Ahora vayamos a Juan 15. Según el versículo 7, podemos estar seguros de que nuestras oraciones serán contestadas si…

Muchas personas sólo citan la última parte de este versículo (“pedid todo lo que queréis, y os será hecho”) para afirmar que pueden tener cualquier cosa que desean si tan sólo se lo piden a Dios. Pasan por alto la primera parte de este versículo. Además, pasan por alto los versículos anteriores y posteriores. Estos versículos aclaran mucho acerca de la vida en Cristo. Solamente si permanecemos en Él podemos pedir y Él lo hará.

¿Qué nos dice Cristo en Juan 15:1-15 acerca de permanecer en Él?

(v. 1) El Señor Jesús es la vid.

(v.2) Dios el Padre es el labrador. Dios el Padre es un labrador. Él mantiene una viña excelente. Somos ramas de Su viña. Él busca el fruto de las ramas. Nos ayuda a producir más fruto. Él elimina las ramas secas que no llevan fruto. No quiere una obediencia parcial. El Señor Jesús quiere que lo obedezcamos en todo.

(v. 3) El Señor Jesús nos da Su… para limpiar nuestra vida espiritual.

(v. 4) El Señor Jesús desea tener una relación íntima con nosotros a cada momento. De otro modo no podemos hacer Su voluntad.

(v. 5) Al guardar esa relación íntima con El Señor Jesús recibimos ayuda para hacer Su voluntad en todo. Al apartarnos de Él, no podemos hacer lo correcto.

(v. 6) Al no permanecer en Él, atraemos juicio sobre nosotros mismos.

(v. 7) Este versículo pone dos condiciones. Si las cumplimos podemos pedir del Señor Jesús lo que queramos. ¿Cuáles son estas dos condiciones?  

(v. 8) Dios es… cuando lo amamos y lo obedecemos. Somos Sus discípulos si le servimos.

(v. 9) Dios ama al Señor Jesús y el Señor Jesús nos ama a nosotros. Debemos a diario devolver nuestro amor a Cristo.

(v. 10) Permaneceremos en el amor de Cristo si guardamos Sus mandamientos.

(v. 11) El Señor Jesús nos demuestra todo esto porque desea que tengamos Su…. Él quiere darnos tanto… como sea posible.

(v. 12) El gozo se relaciona con lo que el Señor Jesús dice más adelante. De inmediato nos da el mandamiento de amar a otros así como Él nos ha amado.

(v. 13) ¿Cómo nos ama el Señor Jesús? Dio su vida por nosotros. Ese amor se hace realidad en nuestra vida si nos arrepentimos y creemos y obedecemos el evangelio.

(v. 14) Permanecemos en el Señor Jesús siempre y cuando ames y hagamos lo que Él nos manda a hacer. Entonces somos Su….

(v. 15) Al permanecer en Cristo alcanzamos una posición más alta de la de un siervo. Los señores terrenales no exponen sus planes e ideas a sus siervos. Pero el Señor Jesús nos da a conocer todas las cosas que oyó de Su Padre.

(v. 16) Jesús nos amó primero. Nos amó antes que aún pudiéramos amarlo a Él. Cuando respondemos a Su amor, entonces Él nos escoge y nos llama a servirle de continuo por el resto de nuestras vidas. Según nos sometemos al plan de Dios, el Padre nos dará lo que pedimos en el nombre del Señor Jesús, para cumplir Sus propósitos.

El deseo sincero de nuestro corazón debe ser amar y servir más a Cristo en lugar de tratar de averiguar cómo podemos lograr nuestros deseos por medio de la oración. Sin embargo, al amarlo más y más, al permanecer en Él, hablar con Él  y al obedecerlo, Dios nos concederá nuestras peticiones.

Primera de Timoteo 2:8 nos da tres requisitos para acercarnos a Dios en oración. ¿Cuáles son?

Según Santiago 5:16, el hombre __________ puede orar de manera eficaz.

Según 1 Juan 3:22, Dios nos da “cualquier cosa” porque… .

“Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.” (1 Pedro 3:12).

Preparemos nuestro entendimiento.

En esta sección queremos ver de manera sencilla la relación que tiene nuestra oración con el Señor Jesús, el Espíritu Santo, los ángeles y nuestros hermanos en la fe. Al entender el lugar que cada uno de éstos ocupa en nuestras vidas, nosotros podemos aprovechar mejor la ayuda que Dios nos quiere  dar por medio de ellos. 

El Señor Jesús. Nosotros podemos hablar directamente con Dios. No hay ningún ser humano en esta tierra  a quien tengamos que dar cuentas cuando queremos orar. Según Efesios 3:11-12, por medio de “____________________” tenemos acceso al Padre.

Es necesario reconocer al Señor Jesús en nuestras oraciones, pues sólo por medio de Él podemos llegar al Padre. En Juan  14:6 el Señor dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. ¿En nombre de quién debemos orar? Juan 15:16 dice: “… para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé”. La frase que debemos mencionar cuando oramos, “en el nombre de Jesús”, incluye todo lo que Cristo es y todo lo que representa. Nuestro derecho a venir  ante Dios en oración tiene como fundamento único lo que el Señor Jesús hizo como Redentor nuestro y lo que hace hoy día como Mediador. Además, para dar valor a la frase “en el nombre del Señor Jesús”, es necesario que nuestro corazón y nuestra vida se muestren de acuerdo con las enseñanzas que Él nos dejó. Está  bien terminar nuestras oraciones con dicha frase. Pero la misma debe ser más que una formalidad de rutina. Al decir “en el nombre del Señor Jesús”, debemos tener presente su significado.

Juan  14:14 dice: “Si algo pidiereis en mi nombre…”

Pedirle algo al Padre en el nombre del Señor Jesús es nuestro gozo y privilegio.  “En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (Juan 16:23-24).

Leamos Hebreos  2:17-18 y Hebreos 4:14-16. Según estos versículos, el Señor Jesús es nuestro…

Un sacerdote se presenta ante Dios a favor del hombre y luego se presenta a los hombres a favor de Dios. Los hombres  pecaminosos no pueden acercarse a Dios sin un intercesor. Jesús es el único intercesor para la humanidad. ¿Cómo el Señor Jesús llegó a ser un sumo sacerdote tan fiel y misericordioso?

Busquemos y anotemos el significado de la palabra socorrer en un diccionario. El  Señor Jesús anhela nuestro éxito. Él oró por Sus discípulos, por quienes lo crucificaron y por todos lo que iban a creer en Él en los años venideros. Él conoce todas nuestras necesidades ya que intercede hoy por nosotros. Y el Padre, quien no quiere que nadie perezca, nos dará de Su misericordia y gracia cuando la necesitemos.

El Espíritu Santo. ¿Cómo nos ayuda a orar el Espíritu Santo? No siempre sabemos cómo orar. Romanos 8:26 nos dice que “el Espíritu mismo intercede por nosotros” cuando estamos en tal situación. Quizá tenemos una carga en nuestro corazón que no podemos expresar. El Espíritu Santo toma esa carga y la lleva al Padre, y el Padre la comprende. Además, el Espíritu Santo trae a nuestra mente personas y situaciones por las cuales debemos orar.

Los ángeles. Mientras oramos los ángeles nos sirven. Un ángel vino al huerto de Getsemaní y consoló al Señor Jesús en su agonía. Ellos son “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (Hebreos 1:14).
Nuestros hermanos. Para ayudarnos en la oración, Dios nos da hermanos espirituales. Ellos nos pueden ayudar a desarrollar nuestra vida espiritual de manera que nuestras oraciones tengan más eficacia. También nos enseñan a orar en conjunto con otros. Y los hermanos nos ayudan en la oración cuando Dios los dirige a orar por nosotros.

Puede ser que a menudo nos sea difícil recibir la ayuda de nuestros hermanos porque son humanos igual que nosotros. Esta lucha nace en nuestro corazón por una sencilla razón: nuestro orgullo. Debemos reconocer que el hecho de que ellos son humanos y pasan por las mismas luchas que nosotros, lo cual los capacita de manera especial para darnos su consejo.

Hace  muchos años surgió este mismo problema. Algunas personas decían gozar de una relación íntima con Dios, pero no amaban a los hermanos. Por eso el apóstol Juan escribió en 1 Juan 4:20: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”

El apóstol Pablo rogó a los hermanos a que oraran por él. Pablo escribió esto en 2 Corintios 1:11: “…cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración”. En 1 Tesalonicenses 5:25 Pablo escribe: “Hermanos, orad por nosotros.” Imaginémonos todas las oraciones que se elevaron en todas partes por Pablo y cuánto éstas deben haberle animado en sus pruebas. Y, ¿por qué no invitarles a orar por nosotros? ¿Seremos nosotros tan orgullosos de no apreciar cualquier ayuda que los hermanos quieran brindarnos?

Pablo no fue egoísta al pedir que otros oraran por él; él a su vez estaba orando por todos ellos. Seamos fieles en orar por los demás. Pero seamos humildes también al pedir oración por nuestras propias necesidades. Además unámonos a los hermanos para que ellos nos enseñen a orar.


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CAPÍTULO 3: OREMOS

¿Ya entendemos en qué consiste la oración? ¿Hemos preparado nuestro corazón con la actitud correcta? ¿Obedecemos a Dios y permanecemos en Cristo? ¿Comprendemos  la ayuda que Dios nos ofrece por medio del Señor Jesús y el Espíritu Santo? ¿Nos relacionamos con nuestra hermandad como debemos?

En esta sección queremos analizar algunas áreas prácticas de la oración. Por ejemplo: cómo orar, dónde orar, cuándo orar y por qué cosas orar. Es obvio que estas cosas no son tan importantes como nuestra actitud al orar. Las respuestas a las preguntas ¿cómo?, ¿dónde?, ¿cuándo? y ¿por qué cosas debemos orar? Deben ser el resultado de los principios bíblicos que ya estudiamos en las 2 lecciones anteriores.

Algunos puntos que veremos en esta sección son enseñanzas tomadas directamente de la Biblia. Otros son aplicaciones de algunas enseñanzas bíblicas. Primero veremos una enseñanza del Señor Jesús que brota de un corazón humilde:

¿Cómo debemos orar?

En secreto. El Señor Jesús a menudo reprendía a los hipócritas. Suena mal llamar a otro hipócrita. Sin embrago, es peor serlo. A pesar de todo, podemos ser hipócritas sin reconocerlo. Nos resultará provechoso ver por qué el Señor Jesús les llamaba así. Asegurémonos de que no seamos semejante personas.

El Señor Jesús nos dice: “Cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres” (Mateo 6:5).

¿Qué buscan los hipócritas? Quieren demostrar a los demás una justicia que no poseen. Quieren recibir la alabanza y el respeto de las personas. Pero, ¿qué piensan de Dios? Ni siquiera lo toman en cuenta al estar tratando de impresionar a los hombres. ¡Qué locura!

A Dios tenemos que dar cuentas de toda nuestra vida. ¿Cuál es la recompensa de tales personas?_____________

Simular una oración ferviente y aparentar una vida espiritual para que otros nos miren es hipocresía. La hipocresía es tanto mentira como orgullo, y Dios aborrece ambos pecados. El Señor castigará al orgulloso y al mentiroso, a menos que se arrepientan y se vuelvan a Él en humildad y con sinceridad.

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Ejercicio espiritual

Pidamos a Dios que nos dé todas las virtudes cristianas para poder orar con libertad.
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Leamos Mateo 6:6 ¿Cómo debemos orar? … Esforcémonos cada día por hablar con Dios a solas. Es más fácil orar cuando estamos lejos de cualquier distracción. Al reconocer que Dios nos escucha, entonces nos es más fácil orar de manera honesta y sin pretensiones. Cuando estamos a solas podemos orar según el sentir de nuestro corazón, sin tener en cuenta la gramática ni el idioma que utilicemos. Y nuestro Padre que nos ve en lo secreto nos recompensará en público. Además, en el día del juicio el Señor Jesucristo nos dirá: “… ” (Mateo 25.34).

Al orar en público debemos orar con los mismos motivos y con la misma sinceridad que cuando oramos en privado. ¿Cómo nos va, hermano? ¿Cambiamos nuestra oración en la iglesia porque otros nos escuchan? Si nuestro deseo al orar es que otros nos escuchen lo más probable sea que ellos nos escuchen. Pero nuestro Padre que está en los cielos no nos escuchará, según Mateo 6:5-6. Oremos al Padre, ya sea en privado o en público. De este modo Él nos escuchará y contestará nuestra petición.

En espíritu y en verdad. En 1 Corintios 14:15 Pablo escribe: “Oraré con el espíritu, pero también oraré con el entendimiento”. Las oraciones en público edifican si se entienden. ¿Cómo pueden ser edificados los demás si no comprenden las palabras? Pablo prefirió hablar pocas palabras para edificación que muchas palabras y sin edificación. Orar es mucho más que repetir una frase memorizada o leer una oración escrita en un libro. Es más que pasar nuestros dedos por un rosario. Tenemos un Padre que oye y contesta el clamor de nuestro corazón. Él todo lo sabe y discierne si lo que decimos es lo mismo que  sentimos en nuestro corazón.

A nosotros nos corresponde orar con palabras que expresen realmente lo que queremos decir. Él se encarga de lo demás. Es mejor orar con palabras sencillas en lugar de tratar de impresionar a Dios o a los hombres.

El Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana en Juan 4:23 que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Pablo escribió a los corintios que debían orar con el espíritu y con el entendimiento.

Cuanto más nos esforzamos por obedecer a Dios y comprender Su voluntad para nuestra vida tanto más nuestra adoración y nuestra oración serán en verdad. Nuestro espíritu se eleva a Dios porque comprendemos Su perdón, Su majestad y Su voluntad; y porque hemos sido transformados por medio de la verdad. Entonces podemos orar en espíritu y en verdad; con el espíritu y el entendimiento.

Con emoción. Es bueno orar con emoción, pero debe nacer de la verdad de nuestro corazón. La Biblia muchas veces se refiere a personas que clamaban al Señor. A menudo necesitamos echar un vistazo a la majestuosa santidad del Dios Todopoderoso, comparándola con las limitaciones del ser humano, pequeño y pecador. Esto debe avivar nuestros sentimientos y conmovernos. Pero una fachada de sentimientos externos en sí no conmueve el corazón de Dios. Muchas personas van a la iglesia y avivan sus sentimientos con música, ritmo y otras expresiones. Estas personas claman a Dios a gritos diciéndole que lo aman, y esperan que por eso Él los escuche. Pero ya que no leen la palabra de Dios no comprenden cuál es Su voluntad para sus vidas. Su entendimiento queda sin fruto.

Leamos 1 Reyes 18 y notemos la diferencia entre la oración sincera de Elías y los gritos emocionados de los profetas de Baal.

Profetas  de Baal          Elías

  •    Oraciones largas              Oración corta
  •    Brincos y gritos                Una sola petición sincera
  •    Maltrato físico                  Calma y fe absoluta
  •    Ninguna respuesta           Respuesta inmediata
  •    No reconocieron al Dios verdadero       Alabó a Dios

Posición física al orar. ¿Debemos orar de pie o de rodillas? ¿Qué posición es la correcta? Busquemos las citas que aparecen a continuación y anotemos la posición mencionada en cada una de ellas.

Éxodo 4:31; Josué 7:6, 10; 1 Reyes 8:22-23; Hechos 9:40.

¿Qué tal orar acostado en la cama? Se puede, pero no es recomendable porque es muy fácil quedarse dormido.

A veces es bueno cerrar nuestros ojos para orar sin ser distraído. A los niños cerrar los ojos les ayuda a escuchar y a la vez les enseña más reverencia. Dondequiera que haya una oración pública, ya sea en casa, en el templo o en la escuela, es bueno que niños y adultos cierren los ojos.

Sin embargo, a veces no es conveniente cerrar los ojos al orar. Pero esto no debe impedir que oremos.  A nuestra mente puede llegar una necesidad mientras caminamos por la vereda. No es necesario caer de rodillas a medio camino. Dios está cerca en todo momento para escuchar nuestro clamor (véase Deuteronomio 4:7).

Otras veces un predicador puede pedir que oren por él mientras comparte la palabra. No es necesario cerrar los ojos o arrodillarnos, no sea que distraiga al predicador o a los demás. Podría, además, provocar nuestro orgullo. Podemos orar a Dios en nuestra mente mientras seguimos atentos lo que dice el predicador.

El ejemplo del Señor Jesús. En la Biblia no se detallan muchas oraciones largas del Señor. Sin embrago, en Juan 17 el Padre aparta la cortina de la comunión con Su Hijo y nos muestra el anhelo del corazón del Salvador. Aunque no podemos orar con la perfección con que oró el Señor Jesús, sí podemos meditar en Su oración y aprender del contenido y la estructura de esta; así como de la carga que sentía el Señor, y de Su actitud.

A través de esta oración, el Señor Jesús se dirige con ruegos al Padre y lo honra. El Señor ora por asuntos que forman parte de la voluntad de Dios: la gloria de Cristo, la santificación del creyente y el poder de Dios hacia Sus hijos. 

Cuando observamos esta oración sentimos la gran carga de Cristo hacia Su pueblo. Él intercede por los Suyos y pide poder para guardarlos del mal. Él ruega que Sus discípulos permanezcan unidos a Él, y que permanezcan unidos los unos a los otros así como el Padre y el Hijo permanecen unidos, de tal manera que son uno.

¿Quiénes deben tener comunión según 1 Juan 1:3, 7? El Señor Jesús sabe que si no tenemos una comunión íntima con Él tampoco lo tendremos con nuestros hermanos.

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Ejercicio espiritual

Meditemos en la bendición de la hermandad y demos gracias a Dios por ella.
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En Su oración en Juan 17:15-19, el Señor rogó por la santidad de los Suyos por medio de la verdad (la palabra de Dios). ¿Cómo incluye en Su oración a los creyentes de hoy en día (v. 20)?

Veamos algunos aspectos de  esta oración de intercesión.


  •    Reverencia hacia el Padre
  •    Respeto a los atributos de Dios tales como Su santidad, Su justicia, Su verdad, Su amor, Su poder y Su gloria
  •    Ideas y expresiones ordenadas
  •    La realidad de Su relación con el Padre
  •    Una carga por los creyentes; que sean santos
  •    Una carga por los que aún no han creído

Esta oración nos asegura que a Cristo le interesa mucho nuestro bienestar espiritual y que aún ahora le dará a los Suyos la victoria.

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Ejercicio espiritual

Pidámosle a Dios que nos enseñe a orar, luego oremos por la primera carga que llegue a nuestro corazón.
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Otra oración del Señor Jesús se halla en Mateo 6:9-13 la cual nos enseña cómo orar y por cuales cosas orar. Cuando los discípulos le pidieron al Señor que les enseñara a orar, Él les enseñó esta oración. ¿Por qué le pidieron esto al Señor? De seguro querían aprender a relacionarse con Dios, saber cómo debían hablar con Él y qué palabras usar. A veces el Señor Jesús contestaba una pregunta con otra pregunta, pero esta vez les contestó directamente. En seguida les enseñó el Padre Nuestro.

Es bueno aprenderse de memoria esta oración. Sin embargo, no debemos repetirla sin pensar en lo que dice. Cada frase de esta oración está repleta de significados.

Observemos esta oración, frase por frase:

“Padre nuestro que estás en los cielos.” La oración empieza por reconocer la autoridad suprema y cuál debe ser nuestra relación con Él. Él mora en la majestad  de los cielos, con autoridad suprema sobre nuestra vida. Nos vemos tal como somos, pequeños y débiles ante Él.

“Santificado sea tu nombre.” Santificado quiere decir “sagrado, consagrado, merecedor de reverencia”. Reverenciar significa “mostrar honra y respeto profundo, adoración, asombro”. La reverencia verdadera nos hace acercarnos a Dios con temor y respeto. Aceptar a Dios por quien Él es promueve la sinceridad, el respeto, la honestidad y la humildad en nuestras oraciones.

“Venga tu reino”. Anhelamos la venida del reino de Dios y nos identificamos con él en lugar de relacionarnos con el reino de Satanás.

“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Al decir esto aceptamos la voluntad de Dios para nuestra vida en lugar de tratar de imponerle la nuestra. Asimismo, oramos que otras personas también acepten y hagan Su voluntad.

“El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”. Esta petición  honra a Dios porque reconoce que Él es nuestro proveedor. El Señor Jesús nos enseña a darle este honor a Dios cada día. “El pan” se refiere a lo necesario  en la vida y no a todos los placeres que podríamos desear. Demostramos nuestra fe en Él cuando pedimos solamente para el día de hoy. Esto armoniza con los versículos 25-34 del mismo capítulo (Mateo 6) donde se advierte contra el afán del día de mañana.

“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Si no perdonamos a los que nos hacen el mal, no podemos esperar que Dios nos perdone. Podemos estar seguros de que Dios nos perdona sólo si perdonamos a los demás. (vv. 14-15)

“No nos metas en tentación”. Sabemos que Dios no nos mete en tentación. Pero al orar esto reconocemos la buena voluntad de Dios y recordamos que sin Su poder seguramente caeríamos en pecado.

“Líbranos del mal”. Este es un ruego de ser librado de las garras del mal. Incluye el deseo de no cometer ninguna maldad y de ser librado de la maldad de otros.

“Tuyo es el reino”. Exaltamos a Dios y le damos Su lugar merecido como Rey sobre Su reino. A la misma vez, damos a conocer que somos de Él al formar parte de Su reino.

“El poder”. ¿Sobre quién tiene Dios el poder? Él es el Rey de reyes y Señor de señores, el Todopoderoso. Tiene poder sobre todo, incluso sobre nuestra vida. 

“La gloria”. Dios merece toda la gloria. Él no la compartirá con nadie.

“Por todos los siglos”. Nuestro Dios es Dios eterno. No cambia. Siempre será de Él la autoridad suprema, el poder y la gloria absoluta.

“Amén”. Que siempre sea así.

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Ejercicio espiritual

¿Recordamos a alguien que nos haya tratado mal? ¿Acaso hemos podido perdonar a esa persona, o es una lucha constante cuando pensamos en ella? Pidámosle a Dios que podamos renunciar a todo pensamiento, sentimiento, o hecho de rencor y venganza. Pidamos esto cada día hasta que estemos seguros de que hemos perdonado a esa persona.
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¿Cuándo debemos orar?

Antes de comer. El Señor Jesús bendijo la comida para las multitudes (véase Mateo 14:19). Oró antes de comer la pascua con Sus discípulos (véase Mateo 26:26-27). La sugerencia de Pablo en Romanos 14:6 es de dar gracias antes de comer por  lo que dice: “El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios”. Hechos 27:35 relata que Pablo hizo esto: “Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer”.

“Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado” (1 Timoteo 4:4-5).

Durante la noche. No es una buena costumbre acostarnos en la cama para orar. Sin embargo, al despertarte en la noche es bueno que oremos.

En distintas ocasiones en la Biblia se menciona a personas que oraban de noche, aun durante toda la noche. Busquemos las siguientes citas y escribamos quién oró y por qué oró:

1 Samuel 15:10-11; 1 Reyes 3:5-9; Lucas 2:.37; Lucas 6:12-13; 1 Tesalonicenses 3:10; 1 Timoteo 5:5; 2 Timoteo 1:3.

Algunas veces los temores nos atormentan de noche. Cosas como los relámpagos y los truenos, las personas malvadas o aun el estado de nuestro país pueden atemorizarnos más durante la noche que durante el día. Puede resultarnos de mucho consuelo si aprovechamos los ratos despiertos orando a Dios en lugar de pensar en lo posible y en lo probable. La paz y la calma de Dios nos fortalecerán.

Además, podemos aprovechar las horas de la noche para interceder por quienes el Señor trae a nuestra mente. Podemos orar por su salud física y espiritual. Le podemos pedir a Dios que les dé consuelo en su dolor, victoria en su lucha, ánimo en las pruebas y socorro a sus necesidades. Recordemos que Dios  puede despertar también a otra persona para que interceda por nosotros.
Quizá nos quedamos dormidos al orar a medianoche. ¿Está mal esto? No. Dormirnos orando es mejor que dormirnos pensando en cosas vanas o malas.

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Ejercicio espiritual

Anotemos algo por lo cual nosotros quisiéramos orar si nos despertamos en la noche durante esta semana. Si Dios nos despierta, recordemos orar por esto. Si Dios luego trae otra cosa a la mente, oremos por ello también.
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En una despedida. Pablo se reunió con los ancianos de la iglesia de Éfeso antes de lo que quizá sería su partida final, y los animó (véase Hechos 20). Una oración común de despedida en muchas iglesias se saca de este relato. Léase Hechos 20:32.

El versículo 36 dice así: “Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos”. Qué modo tan excelente de despedirse. Sin duda  el recuerdo grato de este último momento de oración con Pablo se fijó en la mente de los efesios. En contraste, qué desagradables hubieran sido sus recuerdos si al despedirse se hubieran entretenido con bromas y chistes.

En Hechos 21:5 hallamos otro relato bello de una partida incluyendo a hombres, mujeres y niños. Todos se arrodillaron en la playa junto con Pablo y sus compañeros. Familias enteras oraron en conjunto. ¡Qué cuadro tan lindo, y tanto más en ocasiones especiales! Tales experiencias se graban en las mentes de los niños mucho antes de que lleguen a la edad de dar cuenta a Dios.

Al hallarnos sin esperanza. Si hemos pasado por la etapa de la inocencia y aún no hemos reconocido al Señor Jesús como nuestro Salvador, entonces ya no tenemos esperanza. El arrepentimiento y el poder para confesar y dejar nuestro pecado se encuentran al orar a Dios. Al orar encontramos la salvación en Cristo. Él es quien nos da la salvación y el poder para servirle día tras día. Según Hechos 22:16, debemos invocar el nombre del Señor Jesús. A Él debemos orar si queremos ser librados de la esclavitud del pecado, de Satanás y de todas las ataduras espirituales. Este clamor debe brotar de lo más profundo de nuestro corazón. Pues si oramos con intenciones de seguir en nuestro propio camino, Dios no nos puede escuchar.

Notemos el contraste entre estos dos versículos: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3). “…yo también os destinaré a la espada, y todos vosotros os arrodillaréis al degolladero, por cuanto llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis, sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que me desagrada” (Isaías 65:12). De estos versículos aprendemos que Dios nos llama primero. Luego, si respondemos a Su llamado podemos invocarlo y Él nos escuchará. Pero si desechamos Su llamado y rehusamos servirle, Él desechará nuestras oraciones.

Dios no acata la oración del inicuo porque su pecado está descubierto delante de Él. Dios conoce las intenciones y los hechos de cada persona, y juzgará a cada uno según sus obras.

Cuando somos tentados. La tentaciones vienen de Satanás, un ser mucho más poderoso que nosotros. Pero si permanecemos en la presencia de Dios tenemos acceso a un poder mayor al de Satanás. Y Dios nos da poder para vencer las tentaciones que Satanás pone en nuestro camino. El Señor Jesús y Sus discípulos se apartaron al Huerto de Getsemaní para orar, y estando  allí Él les pidió que oraran. Luego al acercarse a ellos el traidor, el Señor les advirtió a Sus discípulos que las tentaciones no habían cesado y los instó a seguir en oración. “Levantaos, y orad para que no entréis en tentación”, les dijo en Lucas 22:46.

Las oraciones pasadas no nos aseguran la victoria sobre la tentación presente. En el momento de la tentación debemos alzar nuestra oración. Hallaremos a Dios cerca de nosotros, siempre dispuesto a ayudarnos.

Cuando pecamos.  El pecado requiere confesión y arrepentimiento de parte nuestra antes que podamos tener comunión con Dios. Esta confesión se lleva a cabo al orar. Junto con la confesión necesitamos tener un deseo ardiente de lograr la victoria sobre el pecado. Dios acepta estas confesiones sinceras y nos da Su poder para alcanzar la victoria. Una vez que Dios  limpia toda nuestra vida de pecado podemos orar por otros asuntos.

Cuando estamos enfermos. Muchas aflicciones y pruebas no parecen tan severas hasta el día que caen sobre uno mismo. Pero en ese momento debemos humillarnos delante de Dios y clamar a Él. Nos hace bien, en el sentido físico y en el espiritual, acudir a Dios con nuestros dolores y enfermedades.

Cuando surgen necesidades especiales. Busquemos las citas que sugerimos a continuación y contestemos de cada una de ellas la siguiente pregunta: ¿Cuál fue la necesidad específica que enfrentaba el Señor Jesús al orar esto? La primera cita muestra la respuesta como ejemplo.

Mateo 26.36-44: Su crucifixión
Marcos 1:32-35:_________________________
Lucas 6:12-16: _________________________
Juan 17:1: _____________________________

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Ejercicio espiritual

Recordemos algo que le hemos pedido a Dios repetidas veces sin recibirlo, pero aún estamos seguros de que Dios quiere dárnoslo. Pidámosle de nuevo a Dios en fe que nos conceda nuestra petición si es su voluntad. No obliguemos a Dios, sino más bien esperemos en Él.
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Romanos 12:12 nos manda a ser constantes en la oración. Esto significa que debemos orar cada vez que se nos presente la ocasión, así como lo hizo el Señor Jesús.

Muchas personas llaman a la policía de inmediato si reciben una amenaza. Pero en tiempo de prueba tenemos a una Persona mucho más capaz de prestar su ayuda que cualquier ser humano. ¿Por qué no clamar primero al Señor Jesús? Puede ser que Él envíe hombres a socorrernos, pero para nosotros serían como enviados de Dios. Esto nos ayudaría a poner nuestra confianza en Dios y no en los hombres.

Debemos orar siempre que se nos presente una necesidad. Si nos sentimos en peligro, oremos. Si nos agobia una necesidad de cosas materiales, oremos. Cuando nos pidan cumplir una tarea difícil, oremos. Si surgen necesidades graves en la hermandad, oremos.

Dios a menudo nos pide que demos el primer paso de fe antes que Él nos muestre Su respuesta a nuestra oración. Quizá pensemos que nuestra fe y confianza está en Dios. Pero nos hace bien mostrárselo por medio de nuestras acciones.

Cuando todo nos va bien. Según Deuteronomio  6:10-12, ¿qué pecado podemos evitar si oramos cuando todo nos va bien?

Con regularidad. Es recomendable acostumbrarnos a pasar al menos tres momentos diarios de comunión con Dios a solas, aparte  de las oraciones de gracias por los alimentos. En el Salmo 55:17, David dice: “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz”. Daniel fue otro hombre de Dios que solía orar tres veces al día. Incluso arriesgó su vida al seguir con este hábito que moldeó toda su vida. ¡Qué desafío para nosotros! Nos hace bien revisar nuestra propia vida. ¿Qué tan fácil dejamos que otras cosas interrumpan nuestras oraciones?

Además de pasar ratos a solas con Dios, según 1 Tesalonicenses 5:17 debemos orar sin cesar. Eso quiere decir que en todo momento debemos estar orando en nuestro espíritu y tener ese contacto íntimo con Dios. No tratemos de exhibir nuestra propia justicia al orar en público. Sin embargo, tampoco debemos tener vergüenza de orar ante otras personas. Por ejemplo, en un restaurante antes de comer.

¿Dónde debemos orar?
¿Dónde debemos orar según 1 Timoteo 2:8?

Consideremos algunos lugares en donde debemos orar.

En un lugar quieto. El Señor Jesús se apartaba de los  demás para orar. Se levantaba de madrugada y se apartaba para buscar la comunión con su Padre. Marcos 1:35 dice que se levantó muy de mañana. Marcos 6:46 dice también que “se fue al monte a orar”.

Las almas sedientas de Filipos  también descubrieron el valor de apartarse para orar. Su costumbre era de ir a la orilla del río a orar. Lidia fue una de esas personas, si bien es cierto que aún no había escuchado hablar del señor Jesús. Pero su costumbre de orar  y de buscar a Dios creó un terreno fértil en donde podía caer y echar raíz la semilla del evangelio de Cristo. El Señor abrió su corazón para escuchar el mensaje que traía Pablo. Ella y los de su casa creyeron en el Señor Jesús y fueron bautizados (véase Hechos 16:13-15).

Es necesario apartarnos de todas las personas y todos nuestros asuntos para entrar en nuestro “aposento” para orar. El mundo reconoce la necesidad de apartarse de la presión diaria de la vida; pero en lugar de enfocarse en Dios, se enfocan en los placeres de la carne. De esta manera vuelven a su hogar y trabajo insatisfechos. El hijo de Dios aparta un tiempo para fortalecerse en Dios, y puede volver a las responsabilidades de su vida animado, refrescado y fortalecido.

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Ejercicio espiritual

Un día madruguemos más de lo normal para que pasemos un rato  en oración en la presencia de Dios. Puede resultarnos de gran ánimo si tenemos una carga especial por la cual deseamos orar.

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En el hogar. Se debe fijar una hora en la que toda la familia se reúna para alabar y orar a Dios. El padre como líder debe dirigir a la familia en esta adoración, pero es importante que cada uno también ore y comparta.

La carga del corazón de los padres será captada por los hijos. Por esa razón los padres deben ser constantes en agradecer y alabar a Dios por Su bondad. También deben pedir regularmente que Dios los ayude a ser fieles a Él. Además, los hijos deben escuchar a sus padres pedir dirección a Dios para saber cómo criar a sus hijos en el temor del Señor.

Los niños con facilidad dan gracias a Dios por las bendiciones que reciben. Esto es bueno. También se les debe enseñar a buscar la protección de Dios. Los padres les pueden enseñar a orar sin egoísmo al recordar las necesidades de los demás.

Toda la familia debe orar los unos por los otros, por la hermandad, por los pastores y por los hogares vecinos. También deben orar por  los gobiernos, por los parientes mundanos y por todos cuantos no conocen a Cristo.

Al dirigir en la oración, oremos en voz alta para que cada uno pueda escuchar. Oremos con gusto. Pidámosle a Dios que todos aprendan de Él en este momento de culto familiar. Pidamos que Dios fortalezca a toda la familia en contra de los ataques del enemigo.

Al orar juntos se ve el amor que siente cada miembro de la familia por los demás. Esto produce unidad y armonía. Dios puede separar a una familia, alejándolos unos a otros para que le sirvan en diversos lugares. Sin embargo, si cada uno ve la mano de Dios en esto y apoya con ánimo y oración, permanecerán unidos en el corazón.

“Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 1.14). Cuando los hermanos oraron de esta manera, Dios les mostró la necesidad de escoger otro apóstol. Luego de escoger a dos le pidieron a Dios que eligiera a uno. Su confianza en Dios demostró una fe viva en el Señor.

En el día de Pentecostés, los hermanos de nuevo estaban unánimes en oración. El Espíritu Santo descendió sobre ellos, capacitándolos con poder para testificar  y uniéndolos en una hermandad de amor.

Hechos 4 relata como el concilio de los judíos amenazó a Pedro y a Juan para que no predicaran más en el nombre del Señor Jesús. Pedro y Juan se reunieron con los hermanos y juntos en oración alabaron y glorificaron a Dios. De nuevo, el Espíritu Santo descendió y la casa tembló. Fueron llenos del Espíritu Santo y con denuedo salieron a predicar el evangelio de Cristo, a pesar de las amenazas.

Poco tiempo después, el rey Herodes encarceló a Pedro, “pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él” (Hechos 12.5). La necesidad era apremiante ya que al día siguiente Herodes pensaba decapitar a Pedro. Podrían haberse desanimado al ver que faltaba sólo una noche y que, aun, así, Dios no había obrado a favor de ellos. No obstante, siguieron orando toda la noche, sin esperar, según parece, que Pedro fuera liberado. Tal vez sólo oraban que Dios le diera a Pedro la fuerza necesaria para serle fiel hasta la muerte. ¡Qué sorpresa se llevaron cuando Pedro, tras ser liberado por un ángel del Señor, llegó hasta donde ellos estaban!

Estos sucesos nos enseñan el poder de la unidad en la oración. Dios acerca Su oído cuando nos reunimos con otros para orar en el nombre del Señor Jesús. La eficacia de la oración aumenta de acuerdo a la unidad que exista entre los que se reúnen. De la misma manera, la contienda y la discordia la debilitan.

La iglesia de Hechos vivió las siguientes promesas de Dios: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3). “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído” (Isaías 64:24).

¡Cuánto vigor y qué aumento del amor fraternal deben haber recibido por medio de la oración! Tal vez Dios no nos conteste de manera tan dramática como contestó la oración de los que oraron por Pedro, pero podemos estar seguros de que Él desea contestar nuestras peticiones  según Su poder maravilloso.

En una reunión de oración, tenemos la dicha de escuchar las peticiones de nuestros hermanos. Juntos podemos alzar nuestros corazones y nuestras voces a Dios. Compartir con hermanos es uno de los momentos más agradables y alentadores para el hijo de Dios. Podemos testificar  del ánimo  recibido. ¡Cuánto mejor es experimentar la refrescante presencia del Señor que alegrarnos por un momento con los placeres del mundo!

Compartir con otros en oración nos ayuda porque ellos pueden traer a nuestra mente asuntos o personas desconocidos. Quizá podemos aún aprender a orar de modo más eficaz al escuchar a otros en su momento de compartir con Dios. Los discípulos le pidieron al Señor que les enseñara a orar. Igualmente nosotros podemos aprender  de otros hermanos si escuchamos con humildad.

Al dirigir una oración pública, debemos orar con claridad y sencillez para que otros puedan entendernos. Si oramos arrodillados, puede ser mejor que levantemos la cabeza en lugar de mantenerla inclinada. Orar con un murmullo no muestra cortesía ni es señal de humildad. En 1 Corintios 14:19 Pablo dice que prefiere antes hablar cinco palabras entendidas  que hablar diez mil palabras que no son entendidas.

Sin embargo, orar con claridad no implica que oremos para  ser oídos por los hombres (véase Mateo 6.5). Únicamente oramos a Dios. Pero debemos orar con claridad y sencillez para unir a todos en una adoración y comunicación con Dios. No debemos buscar impresionar a otros.

En la cárcel.  A Pablo y a Silas los azotaron y los echaron en la cárcel por predicar a Cristo (véase Hechos 16:22-25). Y lo primero que hicieron en la cárcel fue orar. El Dios de Pablo era el mismo en prosperidad o adversidad. ¿Habría para ellos en la cárcel algo mejor que hacer que levantar sus voces a Dios? Y tampoco lo hicieron en voz baja. Aprovecharon la oportunidad para magnificar a Dios en presencia de todos los presos.

¿Cómo les contestó Dios? ¿Cuál fue el resultado?

Quizá nosotros no estemos en la cárcel. Sin embargo, al visitar a otros en la cárcel podemos orar con ellos. Además, podemos aprender de Pablo y Silas la importancia de orar en todo lugar. Debemos orar a solas, con la familia, con los amigos, en la casa, en el culto, mientras viajamos, en el trabajo, en la cárcel y en los hospitales. En fin, debemos orar en todas partes.

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Ejercicio espiritual

Al hallar una prueba más difícil de lo común, alabemos a Dios con canto y oración

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¿Por qué cosas debemos orar?

Por ayuda. El Señor Jesús sabía que Pedro se vería muy tentado a negar su relación con él. Pero el Señor se preocupó por él. Él dijo en Lucas 22:31-32: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. Al Señor Jesús le interesa nuestra fidelidad hasta el fin y Él intercede por nosotros. Igualmente, nosotros mismos debemos preocuparnos por nuestra fidelidad. Por lo tanto, debemos ocuparnos en oración, no sea que neguemos a Cristo en la tentación.

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Ejercicio espiritual

Contemplemos nuestra propia pequeñez y falta de sabiduría. Pidámosle a Dios que nos dé sabiduría para conocer y hacer su voluntad en el día de hoy

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Pedro desconocía su incapacidad y cuán difícil sería la tentación. Es común entre  nosotros como humanos este problema de no ver nuestra propia debilidad. Por tanto, es muy importante obedecer y orar aun si no vemos cómo nos atacará el diablo. Antes de la negación de Pedro, el Señor Jesús varias veces lo exhortó a que orara. Pedro confió demasiado en sus propias fuerzas y no se cuidó de la tentación. ¿Cuántas veces Dios nos tiene que recordar acerca del peligro para que busquemos Su ayuda en oración ferviente?

Según David en el salmo 60:11, ¿cómo es la ayuda del hombre?

En el Salmo 143 David ruega a Dios que lo libre de sus enemigos. Aun en medio del conflicto emocional, David medita en los caminos de Dios. “Extendí mis manos a ti, mi alma a ti como la tierra sedienta” (v 6).

A Dios le place que corramos a Él en busca de ayuda. Y son muchas las oportunidades que tenemos en nuestra vida de clamar a Dios. Podemos clamar a Él para que nos ayude en lo espiritual, en lo emocional, en lo físico. Debemos clamar a Dios, buscando que Él nos libre del tentador; debemos pedir dirección en medio de las confusiones  de la vida y debemos suplicar protección física y espiritual mientras viajamos. Además, debemos orar en beneficio de la paz, por los alimentos y por muchas otras necesidades. Honramos a Dios cuando traemos nuestras necesidades ante Él en lugar de buscar la ayuda de los hombres.

Por obreros. En Mateo 9:38 el Señor Jesús dice: “Rogad, pues, al Señor de la mies, que… ”. También en Lucas 10:2 dice: “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos”. Multitudes de personas se pierden cada día en este mundo y, en comparación a esto, los obreros son muy pocos. Podemos ayudar orando al Señor de la mies a que envíe obreros a Su mies. Quizá nos sintamos incapaces e insignificantes para contribuir a esta obra, pero el Señor nos dice: “Oren”. Si la oración alcanzara para ayudar sólo a una persona, pero si esa persona fuéramos nosotros, ¿no valdría la pena?

El Señor Jesús envió a sus discípulos a predicar tan pronto les enseñó a orar. Leamos Mateo 10:5-6. Aún hoy día Él nos enviaría a ayudar a los necesitados, ya sea al eunuco en el desierto (véase Hechos 8.26-39) o bien a las multitudes de la ciudades (véase Hechos 8:25). Dios les quiere poner pies a nuestras oraciones. Además, Él usa a la hermandad para enviar hermanos a la obra. Preparémonos para trabajar y oremos por los que Dios envía.

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Ejercicio espiritual

Durante esta semana, oremos cada día que el Señor envíe obreros a su mies. Mantengamos esta oración durante toda nuestra vida. Es un mandato de Jesús.

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CAPÍTULO 4: UNA ORACIÓN MÁS EFICAZ

Quizá hemos orado desde nuestra niñez. Tal vez siempre damos gracias a Dios antes de comer y no se nos olvida la oración diaria. ¿Siendo así, vale la pena estudiar este capítulo? ¡Claro que sí! Sin importar cuán fielmente oramos, siempre podemos crecer en la oración. La oración a veces se torna rutinaria, las condiciones alrededor cambian o surgen situaciones nuevas en donde urge cambiar el enfoque. Este capítulo no pretende contestar todas las preguntas. Sin embargo, el mismo establece algunos principios que dan dirección en esos momentos cuando la presencia de Dios está cerca o bien cuando se nos pierde de vista. Puede ayudarnos a lograr una oración más eficaz. Al lado de cada uno de los siguientes tipos de oraciones escribamos “eficaz” o “inútil”.

Oración con una carga _________________________
Oración de rito _______________________________
Oración sincera ______________________________
Oración humilde ______________________________
Oración de fe ________________________________
Oración de agradecimiento _____________________
Oración con duda _____________________________
Oración egoísta ______________________________
Oración de crítica de los demás __________________
Oración en espíritu y en verdad __________________

Una oración eficaz tiene sentido y trae resultados. Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”.

Una oración específica

La oración es más eficaz si somos más específicos. En las siguientes oraciones, observemos cómo se vuelven cada vez más detalladas.

Señor, bendice a todos. Bendice tu reino. Bendice mi hermandad. Bendice mi hogar. Señor, bendíceme.

Otro ejemplo:

Señor, salva a todo el mundo. Ayuda a aquellos que buscan la verdad. Habla a los perdidos de mi país. Ayuda a todos mis vecinos. Habla a los jóvenes de mi barrio. Señor, atrae a mi vecino Juan a ti.

¿Qué ventaja tiene orar con más detalle? Primero, nos identificamos con la necesidad y, en segundo lugar, nos ayuda a entender cuál es nuestro deber. A nuestro vecino Juan le vemos a diario y podemos hablarle de Cristo, mientras que nunca veremos a todo el mundo. Notemos también cómo podemos alcanzar la victoria espiritual al detallar nuestras oraciones.

Señor, perdona mis pecados. Pido perdón por ser orgulloso. Pido perdón por creerme mejor que Juan. Dame amor por Juan y ayúdame a ser humilde.

¿Vemos cómo el ser específico en nuestras oraciones nos ayuda a llegar a la raíz del problema?

------------------------------------------------------------------------------------------Ejercicio espiritual

Oremos por una necesidad específica de alguna persona durante esta semana. Oremos cada día por esta misma necesidad específica.

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Una oración viva

Indicios de la oración eficaz


  •     Estamos conscientes de que hablamos con Dios.
  •     Creemos que Él nos escucha.
  •     Sabemos por qué oramos en el nombre del Señor Jesús.
  •     A diario apartamos tiempo para orar.
  •     Dedicamos suficiente tiempo para orar.
  •     Disfrutamos la oración aun si no tenemos deseos de orar.
  •     Vivimos en obediencia a la Biblia y en victoria sobre el pecado.
  •     Tenemos una carga por lo que estamos orando.
  •     Nuestras oraciones privadas son más largas y detalladas que nuestras oraciones públicas.
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Los puntos anteriores no son una fórmula para garantizar la vida espiritual personal. Sin embargo, pueden servir de termómetro para analizar la eficacia de nuestras oraciones.

Indicios de la oración ineficaz



  •     Nuestra hora para la oración diaria es incierta.
  •     No oramos a diario.
  •     Oramos más en público que en privado.
  •     Decimos oraciones en lugar de hablar con Dios.
  •     Tenemos poca carga por los asuntos que mencionamos en oración.
  •     No podemos enfocarnos en Dios cuando oramos.

De nuevo, si hallamos una de estas evidencias en nuestra vida, entonces esto no indica necesariamente que estamos muertos en lo espiritual. No obstante, al considerar estos síntomas, nos debemos preocupar y buscar seriamente la ayuda de Dios para vencerlos. Quizá sería bueno que nos hiciéramos la pregunta: En mi vida de oración, ¿estoy cumpliendo el deseo de Dios o de Satanás?

Preguntas

Las frases que aparecen a continuación describen un camino hacia la oración viva o muerta. Escribamos “viva” o “muerta” al lado de cada frase.

No oramos cada día. _____________________________
Nos concentramos poco en lo que oramos. ____________
Tenemos una carga al orar. ________________________
Oramos más en público que a solas. _________________
Dedicamos suficiente tiempo para orar. _______________
Tenemos una hora fija para orar a diario. ______________
Sabemos que Dios nos escucha. _____________________
Decimos la oración en lugar de hablar con Dios. _________
Nuestro rato de oración cambia de hora a diario. ________
Sabemos el significado de la frase “en el nombre de Jesús”.________
Disfrutamos la oración. _____________________________
Vivimos en victoria sobre el pecado. ___________

Analicemos nuestras vidas

"Enséñanos a orar”, fue la petición de los discípulos. Nosotros también le podemos pedir a Dios que nos dé una vida de oración eficaz. Sigamos la dirección de Dios. Asegurémonos que deseamos honrar a Dios y que no deseamos ser vistos por los hombres. Así seremos útiles en el reino de Dios, lo glorificaremos, y podremos ayudar a los demás

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Ejercicio espiritual

Pidámosle a Dios que saque de nuestro corazón cualquier cosa que a él no le agrade. Pidámosle su ayuda para ser sumisos y obedientes a él.

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¿Hay alguna cosa en nuestra vida que nos roba la paz, quizá un estorbo en nuestra conciencia? Reconozcámoslo delante de Dios ahora mismo. No nos demoremos en hacerlo. Satanás no quiere que nosotros tengamos victoria y paz. Él tratará de engañarnos haciéndonos creer que es poca cosa o que es algo que debemos olvidar. Pero si queremos una vida de victoria y oración, no debemos retener ningún peso o pecado. Deshagámonos de las ataduras del maligno hoy mismo.

Las costumbres y los hábitos incorrectos son otra razón por la cual viene la derrota espiritual y la oración sin poder. Los libros de contenido dudoso y las novelas nos roban las horas libres y hacen parecer monótona la vida diaria y sin emoción la vida espiritual. Los medios de comunicación como la internet pueden ofrecer información útil, pero también pueden desarrollar un vicio de mal uso de nuestro tiempo. Este tiempo podría invertirse mejor en la lectura de la Biblia y en la oración. Resolvamos con la ayuda del Espíritu Santo deshacernos hoy  mismo de los estorbos en nuestro andar con Dios.

¿Cuándo será la hora de librarnos de estas cosas? ¿Será acaso después de terminar con ese último sitio web no cristiano que hemos estado visitando? Si queremos conocer a Dios de verdad, no esperemos hasta terminar con alguna cosa que no le agrade a Él. Deshagámonos de inmediato de aquello que nos roba la atención hacia Su palabra.

Examinemos nuestra vida y entreguemos cada área de la misma al mando del Señor Jesús. Mientras buscamos Su ayuda en oración y caminamos en obediencia a Su palabra, nuestra vida se hará un terreno fértil en donde Dios sembrará Su verdad y lo abonará con Su presencia.

Eliminemos las distracciones y otros estorbos.

Muchas de las distracciones a la hora de orar son provistas por el diablo. Estas vienen tanto de afuera como del interior de uno mismo. He aquí algunas cosas que compiten por atraer nuestra atención: la música, el teléfono, las conversaciones de otros, los ruidos en la calle, el sueño y nuestros propios pensamientos. Nosotros podemos evitar algunas de estas cosas. Por ejemplo, podemos descolgar el teléfono  y apagar el equipo de sonido. Además, podemos buscar un lugar más tranquilo para orar.

La Biblia menciona un aposento de oración por varias razones. La privacidad nos ayuda a evitar la tentación de impresionar a otros con nuestra santidad. Podemos además, concentramos mejor en la oración si estamos a solas con Dios. Un aposento da la idea de un cuarto retirado sin muchas opciones por donde pueda vagar la mente. Sin duda, hay muchas cosas que son parte de la creación de Dios, tales como los pájaros, el viento, los árboles y los animales. No obstante, a la hora de orar, estas cosas pueden distraernos de nuestra comunión con Dios.

Con el problema común del sueño, nosotros podemos hallar una solución al menos parcial en asegurar suficientes horas de descanso. Si nos acostamos muy tarde, nos será  muy difícil madrugar. Además, el orar en voz alta nos ayuda a concentrarnos en Dios. Si tenemos problemas y conflictos que invaden nuestra mente durante la oración, podemos presentar estos mismos ante Dios y luego seguir con la demás peticiones.

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Ejercicio espiritual

Encerrémonos en un cuarto a solas para orar. Si luchamos contra el sueño o tenemos problemas para concentrarnos, oremos en voz alta.
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La incredulidad asesina la vida de oración e inutiliza la oración como lo dice Hebreos 11:6: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. ¿De qué sirve orar y pedirla algo a Dios si no creemos que Él desee ayudarnos? Al no  creer en la Biblia también se vuelve inútil nuestra oración. La incredulidad es pecado, y a menos que nos arrepintamos y nos apartemos de este pecado seremos ineficaces en lo espiritual.

La codicia permite que moren en nosotros deseos indebidos. Por tanto, nuestra capacidad para orar y sentir una carga apropiada por las almas perdidas se debilita. Si la codicia o la avaricia nos han vencido, debemos llegar ante Dios en arrepentimiento.

David reconoció que Dios veía toda su locura y pecado (véase  Salmo 69:5). Pero eso no le importó a David. Él se humillo y oró en arrepentimiento. Ni intentemos ocultar nuestros pecados cuando oramos; de todos modos Dios los vé.

Las vanas repeticiones anulan nuestras oraciones porque hacen que pierdan su sentido. No es que sea malo pedirle a Dios repetidas veces por la misma cosa. Pablo le pidió a Dios tres veces que le quitara su aguijón en la carne. El Señor Jesús repitió el mismo clamor tres veces en el Huerto de Getsemaní. Esto no fue en vano. Sin embargo, si hemos pecado y confesamos este pecado a Dios, entonces es inútil pedirle a Dios una docena de veces que nos perdone. La repetición vana se relaciona con nuestra incredulidad. También da evidencia de una formalidad fría, como si ejecutáramos unos ritos religiosos en lugar de ser conscientes de la presencia misma de Dios.

Las relaciones y las actitudes incorrectas también atan nuestras oraciones (véase 1 Pedro 3:7). Para orar con eficacia, el esposo tiene que amar a su esposa y tomarla en cuenta. De igual modo, la esposa necesita cumplir su deber en el hogar con amor y fidelidad.

Otros pecados y faltas que estorban la oración son: el egoísmo, el orgullo, el engaño, la pereza, la ceguera a nuestros propios errores, el poco tiempo para meditar y orar, y el mero descuido por las cosas de Dios. Desarraiguemos estos estorbos en nuestra vida por medio de la oración constante y la lectura de la Biblia.

Tracémonos metas

Podemos estudiar mucho y escuchar mensajes excelentes acerca de la oración y leer acerca de los héroes de la oración en la Biblia. Pero de nada nos sirve si no ponemos por obra lo que aprendemos.

El hecho de trazarnos algunas metas nos será de gran ayuda. ¿Cuáles serán algunas metas apropiadas para nuestra vida de oración?

Fijemos un horario para orar. Esta meta nos recordará orar. También nos ayuda a no permitir que otras actividades nos quiten la hora que hemos dedicado para orar. Además, esto nos ayudará a orar aun si nos sentimos el deseo de hacerlo.

¿Existirá el peligro de que nuestras oraciones se vuelvan monótonas si tenemos horas fijas para orar?

La posibilidad existe. Sin embargo, la monotonía podría estar presente  aunque oremos poco o mucho. Otras metas nos pueden ayudar a evitar el decir oraciones en lugar de hablar con Dios. La siguiente meta es un ejemplo.

Oremos sinceramente. Si no oramos sinceramente, de nada nos sirve. Dios aborrece las oraciones que no proceden del corazón. Oremos con sentido y sintamos lo que oramos.

Oremos suficiente.  Las oraciones largas y llenas de palabras bonitas no impresionan a Dios. Por otro lado, decir poco tampoco tiene virtud. Debemos orar lo suficiente como para decirle a Dios todo lo que está en nuestro corazón.

No es sabio ponernos grandes metas sobre cuántas horas vamos a orar. Y mucho menos si no lo podemos cumplir. Si prometemos orar dos horas al día pero no lo hacemos, la culpa de no cumplir nuestra promesa será más dañina que el rato en que no oramos.

Sin embargo, es bueno fijar un momento para iniciar nuestras metas. Si no es difícil poner en práctica los principios anteriores, entonces escribamos algunas ideas en un papel y comencemos por lo primero. Quizá podemos hacer una lista de las distintas misiones por las cuales queremos orar cada día. Lo mismo podemos hacer con nuestras propias necesidades o las de nuestra familia. O quizá queremos orar por cada familia de nuestra hermandad, nombrando a cada individuo de la familia. Si la hermandad es grande podemos dividir las familias de manera que oremos por cada familia una vez por semana. Estas son sólo algunas ideas; podemos descubrir otras que se adapten a nuestra necesidad.

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Ejercicio Espiritual

Decidámonos por una meta para mejorar nuestra vida de oración. Escribámosla y pongamos la nota en un lugar donde la veamos a menudo. Ejercitemos esta meta a diario.

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“Velad”

Según Efesios 6:11-18, velar y orar son parte de la armadura del cristiano para resistir los ataques del maligno. A diario debemos compartir con Dios en sinceridad toda la carga de nuestro corazón. Nos fortalecerá en contra de Satanás y fortalecerá también a las personas por las cuales estamos orando. Las oraciones de los demás por nosotros nos pueden animar e infundir aliento espiritual. “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.”  (Lucas 21:36). ¿Qué significa la advertencia, “Velad y orad”? Significa mantenernos en alerta constante ante los peligros  espirituales, despiertos en lo espiritual, buscando siempre el socorro de Dios para cada situación. Significa estar siempre dispuestos y atentos a seguir Su voz. A los tres discípulos que lo acompañaron a Getsemaní, el Señor Jesús les dijo: “Velad y orad para que no entréis en tentación”. En la hora de la prueba, no debemos dejar de orar porque el diablo tratará de usar ese momento difícil para impedir que busquemos el rostro de Dios. Pero en lugar de permitir esto, al venir la prueba, debemos caer sobre la roca que es Cristo. Confiemos sólo en Él.

Leamos 1 Pedro 4:7.

¿Qué significa la frase “velad en oración”?

Debemos estar listos siempre para orar. Si nos hallamos en medio de la tentación, debemos buscar la ayuda de Dios en ese preciso momento. Si nos hallamos en prosperidad, imploremos la ayuda de Dios para no caer en la tentación de la vida cómoda y por lo tanto en pecado. No podemos separar la oración sincera de la adoración verdadera y la vigilancia constante. Para alcanzar una vida de victoria en Cristo, necesitamos vivir las tres en completa armonía.

Ayunemos

“Y publiqué ayuno allí junto al río Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros bienes” (Esdras 8:21).

¿Qué bendición se recibe al buscar a Dios en ayunos? El ayuno nos ayuda a aclarar la mente para poder buscar la dirección que Dios desea darnos. Esdras y el pueblo se negarnos a sí mismos y exaltaron a Dios para pedir dirección y un camino claro en lugar de seguir sus propias ideas. ¿Cuál fue el resultado de esta petición humilde? Léase Esdras 8:23.

Más adelante, cuando Esdras se enteró del pecado en el cual vivía el pueblo, rasgó su vestido y se arrancó los pelos y la barba en señal de dolor. Se sentó angustiado junto con “todos los que temían las palabras del Dios de Israel (…) hasta la hora del sacrificio de la tarde” (Esdras 9:4). En seguida se postró de rodillas, extendió sus manos a Jehová y oró. Con vergüenza delante de Dios confesó el pecado del pueblo y lloró. Como resultado de su oración el pueblo se unió en arrepentimiento y acordó desechar su pecado. De esa manera apartaron de sí la ira de Dios.

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Ejercicio espiritual

Ayunemos un día. Dediquemos los horarios de comida para orar por alguna necesidad especial.

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En Hechos 13 podemos ver como los ancianos de la congregación en Antioquía ayunaron y oraron antes de enviar a Pablo y a Bernabé en su primer viaje misionero. La obra del reino de Dios trae consecuencias a largo plazo. Los ancianos y todos los hermanos deben ayunar y orar en  tiempos de elección de líderes. Estos hombres escogidos para el liderazgo espiritual tendrán mucho que ver con la dirección futura  de esa congregación. Ayunar sirve de mucho si se usa para buscar sinceramente la dirección del Señor. En Marcos 9:29 el Señor Jesús nos enseña la importancia de orar y ayunar al enfrentar retos y luchas espirituales. El ayuno y la oración no tuercen el brazo de Dios a favor nuestro, sino que nos ayudan a corregir nuestras actitudes y a pedir de la manera correcta.

Leamos la Biblia

La Biblia es un libro de oración. Este libro sagrado enseña el propósito, el poder, la práctica y la dicha de la oración. Nos dice por qué, cuándo, cómo y de qué manera debemos orar.

Nuestra vida espiritual crece al orar y leer la Biblia. Dios desea hablarnos por medio de Su Espíritu Santo y por medio de la Biblia. Nosotros le podemos hablar por medio de la oración. Eso es tener comunión con Dios.

-----------------------------------------------------------Ejercicio espiritual

La próxima vez que dediquemos tiempo a leer nuestra Biblia, pidámosle a Dios que nos dé “celo de Dios, pero… conforme a ciencia” (Romanos 10:2). Esto es, celo que se base en el conocimiento correcto de Su Palabra.

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Sólo por el hecho de orar y leer la Biblia no somos vivificados. Necesitamos, además, la ayuda del Espíritu Santo para entender Su palabra y luego para obedecerla. Puede ser que a veces no entendamos Su voluntad al leer, pero luego el Espíritu Santo nos la revela.

El diablo aborrece a la persona que ora, lee y estudia la Biblia. La unión de estas tres cosas da poder para vencerlo a él, y lo sabe muy bien. Satanás se esforzará por desanimar nuestra constancia en la oración y nuestra búsqueda de Dios en las Escrituras. Por lo tanto, es imperativo vivir en la presencia de Dios y no darle lugar al diablo. A diario debemos tener un horario para buscar a Dios y estar en comunión con Él. Si el sueño o la prisa nos combaten, debemos ajustar cualquier otra cosa en nuestra vida. Pase lo que pase, es necesario tener siempre un acceso libre al trono de la gracia.

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Ejercicio espiritual

Pidamos a Dios que nos ayude a entender el significado de un pasaje específico de la Biblia y la gracia para obedecer lo que entendemos. Cuando Dios nos lo revele, demos gracias por ello y pongámoslo en práctica.

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¿Cuánto tiempo debemos invertir en el estudio y la lectura de la Biblia, y en la oración? Morimos de sequía espiritual si tan sólo leemos un versículo a la carrera y oramos: “Dios, bendice a todos y ayúdame a ser fiel. En el nombre de Jesús, amén.” Es necesario meditar en la Biblia de tal modo, y por suficiente tiempo, que empape nuestra mente y nuestra vida. Nuestra comunión con Dios debe ser lo suficientemente extensa como para poder presentar ante Él las necesidades actuales y, además, poder esperar en Él para Su dirección.

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Preguntas

¿Qué efecto tiene en nuestra vida pasar mucho tiempo en oración y en lectura de la Biblia?

¿Qué significa tener comunión con Dios?

¿Por qué es que Satanás aborrece ver a un cristiano que se arrodilla a orar o que escudriña la Biblia?
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Cuidado con estos problemas comunes

Sentarnos a mendigar. La oración no es un rito en donde se repite la misma cosa hora tras hora, día tras día. Pedirle a Dios, “por favor, sí Dios, por favor, por favor” por algún deseo egoísta es repetición vana. Dios se fija en la calidad de la oración como también en la cantidad.

Negociar con Dios. El Señor no acepta ninguna negociación. Negociar con Él y decirle, “Dios si tú sanas a mi hijo, te prometo un culto en mi casa” es incorrecto. Dios no trabaja de esa manera. Él bendice y dirige nuestra vida según nuestra fe y obediencia a Él. Quien quiera negociar con Dios realmente busca torcerle el brazo.

Ser desequilibrado. La persona que sólo ora por las almas perdidas, sin rogar por la fidelidad de los hermanos, tiene una vida de oración un tanto desequilibrada. También la tiene la persona que pasa todo su tiempo de oración pidiendo más y más de Dios, pero se le olvida darle gracias a Dios por Su ayuda.

En una oración equilibrada oramos por nosotros mismos, pero también oramos por nuestros hermanos en la iglesia y el mundo.

Dios nos pide que cumplamos nuestras responsabilidades en la familia, en la iglesia y con nuestros vecinos. En la realidad de la vida a veces es difícil saber qué tiempo debemos dedicarle a Dios y cuánto tiempo debemos pasar en oración. Sin embargo, cualquier persona que entra en la presencia de Dios hallará allí el discernimiento para saber por cuánto tiempo debe orar.

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Ejercicio espiritual

Ejercitemos nuestra fe en la oración al pedirle a Dios que supla una necesidad específica de un campo misionero.
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¿Cuánto debemos incluir en nuestras oraciones? Puede ser mejor orar por cosas distintas cada día en lugar de orar cada día a la carrera sólo por las cosas que se nos ocurren. Por ejemplo, en lugar de orar por todos los campos misioneros en breve cada día, dividámoslos por lugares o por días, e invirtamos más cuidado y oración en las necesidades específicas de cada uno.

Pensar que hay valor en la oración en sí. Ciertas personas enseñan el valor de orar y meditar aún si andan en desobediencia  a la Palabra de Dios. Le atribuyen a la oración poderes especiales. Promueven la oración como un medio de adquirir fama, dinero o cualquier otra meta que deseen lograr. Pensar así acerca de la oración es ser egoísta. Leamos Santiago 4:3.

La oración  recibe su poder verdadero al entrar la persona en unión y armonía con el Dios Todopoderoso. La oración en sí no da victoria alguna. La única forma de recibir el poder y la victoria es al sujetar nuestro espíritu al Espíritu Santo. Él es la fuente de todo poder.

Buscar una salida fácil por medio de la oración.

Josué se quebrantó delante de Dios al caer su pueblo ante  el de Hai. “Se postró en tierra sobre su rostro” delante del Señor (Josué 7:6-11). No obstante, Dios le dijo que se levantara. Josué necesitaba poner en práctica ciertos principios de Dios. Dios no obró automáticamente. El pecado debía ser eliminado del campamento antes de recibir la bendición de Dios. Ninguna cantidad de oración iba a hacer el trabajo que a Josué le tocaba hacer.

Josué hizo lo que Dios le dijo y la bendición de Dios volvió a reposar sobre ellos. Sin lugar a dudas, la tarea de Josué  para con Acán fue más dolorosa y difícil que la tarea de orar a Dios. Sin embrago, Dios esperaba que él cumpliera su deber. La comunión que Josué tuviera con Dios no eliminaba sus demás responsabilidades como líder.

Es importante orar y a la misma vez seguir en obediencia a lo que hemos aprendido. Al orar, puede que Dios nos muestre un pecado y la necesidad de arreglarlo de inmediato. De igual manera, Dios nos puede pedir que desechemos libros inapropiados o cancelemos alguna cita dudosa antes de seguir en oración. Dios espera que sigamos en obediencia a lo que ya hemos entendido. Además, debemos recordar que la ausencia de una respuesta a nuestra petición no es un indicio seguro de algún pecado nuestro. Dios tiene su tiempo para todo. Sin embargo, nos hace bien revisar nuestra vida delante de Dios y Su palabra.

Orar a Dios sólo cuando tenemos problemas. Los hijos de Israel trataron a Dios de esta manera. Repetidas veces se olvidaron de Dios, dejaron sus mandatos y, por lo tanto, sufrieron las consecuencias. Luego con quebranto buscaban de nuevo la liberación de Dios. A veces Dios permitía que pasasen un tiempo más en su agonía, aun años. Luego levantaba un líder que los liberaba de sus enemigos.

Los israelitas habrían recibido las bendiciones de Dios si hubieran sido constantes en fe, obediencia y oración durante los años de paz. De esta manera, Dios los hubiera protegido y habrían escapado de tantos castigos.

Nos exponemos a las tentaciones de Satanás si descuidamos nuestra relación  con Dios por causa de tantas bendiciones. En su inmensa misericordia, Dios nos recuerda acerca del descuido. Sin embrago, a menos que nos arrepintamos de corazón no podremos restablecer la comunión con Dios.

Orar de prisa. ¿Qué sucede cuando la prisa nos hace reducir nuestra oración? Por lo general, nuestra oración se convierte en un cascarón sin sentido. Decimos las palabras, pero no provienen del corazón. Nos esforzamos por decir frases, pero no meditamos en lo dicho. Esta prisa viene a menudo por no dedicar suficiente tiempo a la oración.

La oración apresurada nos debilitará espiritualmente. Por lo general la lectura de la Biblia se abandona junto con la oración. A esto le sigue la caída espiritual. A menudo los jóvenes descubren que sus luchas espirituales brotan de una vida de escasa oración. Al corregir este pecado, muchas veces ellos pueden encaminarse hacia la victoria.

Es necesario evaluar nuestras prioridades y poner la oración entre las primeras. Nos engañamos al pensar que no tenemos tiempo para orar. No vale la pena descuidar la oración. Quizá alguna emergencia nos robe la hora acostumbrada de orar, pero no debemos permitir que esto se vuelva un hábito. Seamos honestos: a menudo invertimos nuestro tiempo en cosas menos importantes que la oración.

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Ejercicio espiritual

Analicemos una actividad de nuestra vida que nos toma más tiempo de lo debido. Propongámonos invertir menos tiempo en esa actividad. Durante la semana, aprovechemos ese tiempo adicional para orar por alguna persona o necesidad especial.

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Satanás busca enredar nuestra vida de modo que no oremos. A él no le importa cuán importante es lo que hacemos, siempre y cuando no oremos.

¿Qué más podemos hacer para dedicar más tiempo a la oración? Analicemos el uso de nuestro tiempo. Si decidimos mermar el tiempo ocupado en cosas de poco provecho, y si invertimos ese mismo tiempo en la oración, experimentaremos una gran ganancia en lo espiritual.

Usando la oración como experimento. Malaquías 3.10 dice así: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” Dios les dio este reto a los israelitas desobedientes y de igual manera nos reta a nosotros a una vida de oración sincera. Dios nos dice: “Obedece, y yo te bendeciré. Ponme a prueba.”

En este mundo post-moderno se nos ofrece la oportunidad de intentar el cristianismo y la oración por unos días a ver si nos gusta. ¿Cómo se compara esta idea con los versículos anteriores? ¿Son similares? En verdad, Dios desea que probemos la vida y la oración de fe. Pero se requiere “que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). Estaría mal hecho de nuestra parte poner a prueba a Dios por razones egoístas e incrédulas.

¿Qué buscamos recibir de Dios? ¿Bienes, fama, dinero o ciertas amistades?

Si tenemos la seguridad y la disposición de recibir de Dios únicamente lo que Él nos quiere dar, no es una falta de fe. Pero retar a Dios y pedir según nuestros antojos para ver si Él nos contesta con Su poder es necedad. A Dios le desagrada tal reto.

Orar de la boca para fuera. Es decir, decir palabras correctas que no proceden del corazón.

La costumbre de orar puede volverse rutinaria al decir muchas palabras sin pensar en el significado y el propósito que llevan. Esta tendencia no elimina la necesidad de orar constantemente. Sin embargo, demuestra la importancia de esforzarnos por orar siempre con sentido. Concentrarnos en lo que oramos es esencial. Nuestra mente se extravía con facilidad, y por el hecho de ser humano nos es imposible concentrarnos totalmente. Pero, sin lugar a dudas, podemos mejorar. Traigamos cautivos todo pensamiento a la voluntad de Cristo y así concentrarnos en la oración. Orar en voz alta nos ayuda a concentrarnos en Dios.

No es malo variar en nuestro estilo de orar. Más bien nos da un tanto de aliento. Repetir siempre las mismas palabras con las mismas frases puede adormecer nuestra oración. Es bueno que los niños pequeños aprendan de memoria algunas oraciones. Pero en cuanto crecen deben aprender a expresarle sus propios pensamientos a Dios. Las necesidades y los retos de la vida cambian constantemente; de igual manera nuestras oraciones deben cambiar de expresión y forma.

Cuando nuestros hermanos oran recibimos entendimiento de nuevas necesidades y retos. Esto nos ayuda a sentir el peso por semejantes necesidades y no sólo repetir las palabras. Si estamos repitiendo palabras pidamos a Dios que cautive nuestros pensamientos por medio de Su voluntad.

-----------------------------------------------------------Ejercicio Espiritual

Anotemos en una lista corta algunas personas con necesidad. Recordémoslas en nuestras próximas oraciones

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Hacer votos a la ligera. Jefté fue elegido capitán del pueblo de Israel (véase Jueces 11). Los israelitas esperaban de él la liberación de sus enemigos. Jefté confió en la ayuda de Dios, pero cometió un grave error. En su pacto con Dios él  prometió que a cambio de la victoria sobre sus enemigos, al volver sano y salvo, le sacrificaría a Dios lo primero que saliera de su casa a recibirlo.

¡Seguramente a Dios le hubiera complacido concederle esa victoria sin necesidad de tal voto!

Al volver él a casa su única hija salió corriendo a recibirlo. ¡Qué aflicción tan terrible para Jefté! Su hija le dijo que cumpliese su voto. Todo esto sin consultar para nada la Palabra de Dios que prohíbe los sacrificios humanos.

-----------------------------------------------------------Ejercicio espiritual

Antes de prometerle algo a Dios u otra persona, pidámosle a Dios la sabiduría necesaria.

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La historia de Jefté nos enseña la seriedad de prometer algo a Dios y las consecuencias  que esto puede traer. También enseña la importancia de consultar la Palabra de Dios antes de cumplir lo prometido; no sea que, como Jefté, pequemos contra el Señor en vez de honrarlo con nuestros votos. Eclesiastés 5:2 y 5 dice: “No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras … Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas”.

Pedir una señal. Gedeón recibió su llamado de parte de Dios para liberar a Israel. Ser un libertador no figuraba entre los planes de Gedeón. Casi no lo pudo creer cuando Dios se lo encomendó. Él quería estar muy seguro de que Dios lo había llamado. Por lo tanto, pidió a Dios dos señales distintas durante dos noches seguidas. Ambas noches sacó un vellón de lana al patio. La primera noche le pidió a Dios que hubiera rocío en el vellón, pero no en la tierra a su alrededor. La siguiente noche le pidió rocío en la tierra, pero no en el vellón. Si Dios hacía según su petición, Gedeón estaría seguro de su llamado (véase Jueces 6:36-40).

Dios no amonestó a Gedeón por pedirle estas señales; más bien, fortaleció su fe al darle una dirección inequívoca. Gedeón no pidió estas señales para evadir su responsabilidad, sino en busca de una confirmación de parte de Dios de que él había sido llamado a librar a Israel. Una vez que todo estuvo confirmado, Gedeón prosiguió con plena fe y confianza a una victoria sobrenatural.

¿Debemos nosotros pedir señales de Dios para discernir Su voluntad?

Depende de los motivos. A menudo se hace por razones incorrectas.

Tomemos en cuenta los siguientes consejos antes de pedir nuestra señal:

Tenemos como ayuda la palabra de Dios, el Espíritu Santo, los hermanos en la fe y posiblemente a nuestros padres. Podemos orar en busca de dirección, pero si rehusamos tomar en cuenta estos recursos, el pedir una señal nos pondría en grave peligro. En Mateo 16:4, el Señor Jesús les dijo a los judíos incrédulos que pedían señal porque ellos eran una generación mala y adúltera.

Si encerramos a Dios en una simple señal y le exigimos una respuesta hoy mismo, será para nuestra ruina. Dios obra a Su debido tiempo, y quiere que nosotros vivamos por fe y con paciencia.

Otras veces puede ser que pidamos una señal de Dios, pero le damos sólo dos opciones para contestar. Quizá Dios tiene otra alternativa. Juan quiere tener una novia, pero no puede decidir entre dos hermanas. Entonces ora: “Dios, si llueve esta noche, será tu voluntad que pida a Doribel; pero si no llueve, entonces entenderé que debo pedir a Yanet”.

¿Qué tal si Dios no quiere que Juan pida ni a Doribel ni a Yanet?

“Señor, ¿me quedo con este trabajo o renuncio?” Sin duda, Dios espera que busquemos dirección de Él. Pero al mismo tiempo, no debemos exigirle una respuesta. Además, Él espera  que usemos sabiduría y que analicemos lo que está a favor y lo que está en contra. ¿Cuáles son mis necesidades? Si renuncio, ¿Cuáles son mis opciones? ¿Qué clase de compañeros de trabajo tendré en ese lugar? Estos son ejemplos de preguntas que se deben considerar.

“Señor, si debo comprar este caballo, haz que dos palomas vuelen sobre mi cabeza dentro de los próximos cinco minutos.” ¿Habría una mejor manera de analizar esta compra? Consideremos esta: “Señor, quiero honrar tu nombre y aprovechar el consejo de los hermanos. Ayúdame a ser un buen mayordomo del dinero que me has dado.”

Faltarle el respeto a la autoridad. Leamos 1 Corintios 11:1-16. Este pasaje de la Biblia nos enseña acerca de la autoridad según establecida por Dios. Esta línea de autoridad debe ser nuestra línea de autoridad. El hombre ora con la cabeza descubierta para honrar a Cristo, su cabeza. La mujer ora con su cabeza cubierta para honrar a su cabeza, el hombre.

De igual manera debemos respetar al gobierno. Debemos acatar las señales de tránsito. Además, Dios nos manda a pagar los impuestos. Por eso no debemos buscar la manera de evadirlos.

Perseveremos

Puede ser que a veces nos cansemos de orar o sintamos que es en vano. No obstante, debemos continuar orando. Se requiere dominio propio, diligencia y perseverancia para ser fiel. El diablo tratará  de interrumpir nuestra oración, porque conoce su valor. No  permitamos que él agote nuestro ánimo de orar. Primera de Tesalonicenses 5:17 dice: “______ _____ __________”. Ese evidente que no podemos permanecer toda nuestra vida de rodillas. Pero este versículo nos enseña que no debemos dejar de orar. Seamos constantes en la oración aunque no veamos los resultados de inmediato. Sigamos orando aun cuando nos gustaría estar haciendo otra cosa o estar en otro lugar.

De la vida de Jacob en Génesis 31-33, 35 podemos aprender varias lecciones útiles. Él es un buen ejemplo de una persona que perseveró en la oración. Jacob pasó muchas pruebas con su suegro, Labán (véase Génesis 31). Luego Dios le dijo a Jacob que volviera a su país natal.

A su regreso se encontró con ángeles. Cuando su hermano Esaú se acercó a él, Jacob tuvo temor. Con humildad pidió ayuda de Dios. Sin orgullo, él dijo: “Menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo” (Génesis 32:10).

Esa noche a solas, el Señor vino y luchó con él hasta rayar el alba. Jacob rehusó dejar ir al Señor hasta que lo bendijera.

Quizá nosotros luchamos contra el temor del futuro, el temor de la persecución o el temor de la pérdida de seres queridos. Recordemos a Jacob y sigamos orando. Si no deseamos desmayar en la fe, sigamos orando.

Más adelante, Dios le dijo a Jacob que eliminara cualquier dios extraño, se purificara y se pusiera ropa limpia. Jacob obedeció, y construyó un altar a Dios.

El altar se asemeja a nuestra vida de oración. Si deseamos crecer en lo espiritual con victoria y dirección de Dios, es necesario permanecer  en oración y comunión con Dios. Dondequiera que iba Jacob, allí mismo reconstruía su altar a Dios, pues esto era para él lo más preciado. También nosotros debemos apreciar nuestra comunión con Dios. Nuestra relación con Dios no es un chiste ni un asunto de poca importancia. Hacer chistes de oración es pecado y atraerá la ira de Dios.

Al ver la vida de Jacob, nosotros podemos notar como cada experiencia en su vida lo acercó a Dios y promovió su relación con Dios. Así como Jacob lo hizo, permitamos que cada experiencia de nuestra vida nos acerque a Dios.

Leamos la historia de Daniel en Daniel 2 para que veamos lo que él hizo cuando en su vida de oración tuvo que enfrentarse con la prueba más difícil. ¿Acaso dejó de orar?

Al cabo de unos años volvió a pasar una prueba difícil (véase Daniel 6). No se le había olvidado buscar a Dios. Tres veces por día se  inclinaba en oración dando gracias a Dios por Su bondad.

¿Por qué oraba Daniel tres veces al día, siendo un esclavo en tierra lejana y pagana?

De seguro Daniel se enfrentaba con muchas tentaciones en ese país pagano de Babilonia, si bien es cierto que tenía muchas responsabilidades. A diario venía ante Dios a buscar de Él la sabiduría para enfrentar las amenazas a su vida espiritual. Reconoció que en sí mismo no tenía fuerzas para vencer. Confesaba sus flaquezas y pecados, así como confesó el pecado de su pueblo (véase Daniel 9).

De tanto valor era su oración que siguió orando tres veces al día, aun cuando fue amenazado de muerte si lo hacía. Quizá nosotros oramos más de tres veces al día, pero, ¿tenemos la carga y la sinceridad de Daniel al orar?

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Ejercicio espiritual

Contemos las veces que nosotros oramos en un día. Reflexionemos en nuestras oraciones para ver si alguna vez nos falta sinceridad. Pongamos nuestro esfuerzo en cada oración para que sea un tiempo de provecho.

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A Daniel lo socorrió un ángel. A nosotros nos socorre el Espíritu Santo. Nosotros tenemos ventaja sobre Daniel porque tenemos la palabra completa de Dios para animarnos, dirigirnos y guardarnos de caer.

Lucas 18:1 nos dice: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”. Esto indica que orar siempre se relaciona directamente con el esfuerzo de hacer siempre lo correcto. Si dejamos de orar, seguramente nos desanimaremos y caeremos en pecado.

Esta parábola les demostró a los discípulos la necesidad de perseverar en la oración en lugar de darse por vencidos. El Señor Jesús da el ejemplo de una viuda y un juez injusto. La viuda insistió en buscar la ayuda del juez injusto. Él se cansó de ella y, por lo tanto, cedió a su clamor por justicia. Si el hecho de venir de continuo delante de un juez injusto trajo los resultados deseados, ¿cuánto más se logrará si seguimos clamando al Padre de toda justicia?

No es ni egoísmo ni rebeldía clamar de continuo a Dios. Es un ejercicio de fe. Dios oye cada oración de fe y busca preparar a Sus hijos para la obra en Su viña. Creamos esto por fe. Sigamos orando hasta recibir de Dios una respuesta, sin importar si la respuesta recibida es la que buscábamos o no.

Cuando vemos las señales de Su venida, el Señor Jesús nos exhorta a levantar nuestra cabeza (Lucas 21:28). Lo mejor que podemos hacer al mirar los problemas crecientes del mundo es alzar nuestros ojos (orar). El corazón del mundo entero se desmaya por temor del futuro. De igual manera viviremos con temor si la presencia de Cristo no es real en nuestra vida. Lo que al mundo le causa temor, a los cristianos los acerca a Dios.

El Señor Jesús nos advierte de los afanes, las presiones y las tentaciones de este mundo. Nos dice que estas cosas pueden atraparnos y causar nuestra derrota espiritual. Él nos amonesta en Lucas 21:36 cuando dice: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.” Notemos en especial la frase “en todo tiempo”. Orar una sola vez por determinada situación no basta para alcanzar la victoria. Debemos orar en todo tiempo. Una vida de oración descuidada o escasa es señal segura de fracaso. Una vida así no toma en cuenta los peligros espirituales que amenazan por todos lados. Nuestra fuerza no basta para salir adelante en victoria. Es esencial orar en todo tiempo.

La iglesia apostólica en Hechos 6 tenía diversas necesidades materiales. Los apóstoles recomendaron que se buscaran siete hermanos dignos para esos deberes para que ellos (los apóstoles) pudieran persistir en la oración y en el ministerio de la palabra. ¿De qué manera persistieron ellos en la oración? Sin duda la oración era lo principal en su lista de prioridades como líderes. Reconocían  que el éxito de su ministerio dependía de su entrega y búsqueda de la sabiduría, el poder y la dirección de Dios.


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Ejercicio espiritual

Oremos por la iglesia de Dios para que pueda cumplir su deber dentro del mundo en estos últimos días. Asegurémonos de que amamos y apoyamos a nuestra congregación local con nuestro trabajo y nuestras oraciones.

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A veces sentimos la tentación de no orar. Quizá el cansancio nos sobrecoge y el cuerpo nos pide dormir y no orar. ¿Qué debemos hacer? No dejemos de orar. No nos dejemos llevar por el pensamiento “Oraré acostado en mi cama”.  Si nos sentimos demasiado cansados para orar, ¿cuánto más cansados nos sentiremos al acostarnos?

La Biblia nos enseña a orar sin cesar (véase Tesalonicenses 5:17). Si empezamos a pasar por alto una oración aquí y otra allá porque nos sentimos demasiado cansados, el diablo nos convencerá en muchas otras ocasiones de que estamos demasiado cansados para orar. Es necesario perseverar. Una parte vital de perseverar, es orar con constancia para poder crecer en lo espiritual.

-----------------------------------------------------------Ejercicio espiritual

De los siguientes pasajes, memoricemos lo que enseñan acerca de la necesidad de perseverar en la oración:

“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Génesis 32:24-28).

“Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos” (Nehemías 1:4).

“Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor” (Salmo 40:1).

“En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz” (Salmo 55:16-17).

“Ten misericordia de mí, oh Jehová; Porque a ti clamo todo el día” (Salmo 86:3).

“Oh Jehová, Dios de mi salvación, día y noche clamo delante de ti” ((Salmo 88:1).

“¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?” (Lucas 18:7)

“Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite” (Lucas 11:8).

“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Lucas 11:9).

“Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36).

“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18).

“Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:8-9).

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).

“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4:2).

“Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17).

“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses  5:18).

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).

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Disfrutemos nuestra oración

A una persona carnal no le resulta natural orar a Dios. Aun a los cristianos a menudo les es más fácil hacer otra cosa. Sin embargo, la oración es esencial para nuestra vida espiritual. ¿Cómo podemos convertir la oración en algo más placentero y menos difícil?

Leamos los siguientes pasajes y anotemos algunas ideas que nos puedan ayudar a apreciar más la dicha de poder orar.

“Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Salmo 66:18).

“Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica” (Salmo 66:19).

“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos” (Lucas 11:1).

“Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido” (Hechos 16:13).

“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).

“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).

“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9).

“Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:17-18).

“Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros” (2 Tesalonicenses 3:1).

“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).

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Ejercicio espiritual

Démosle gracias a Dios por el privilegio de poder orar.

Pidámosle una vida de oración con propósito y sentido eternos.
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CAPÍTULO 5: GALARDONES DE LA ORACIÓN
                     
Hebreos 11:6 dice que Dios es galardonador de los que le buscan. ¿Cuáles son algunos de estos galardones?

La oración nos  cambia

A menudo se oye el dicho: “Las cosas cambiarán orando”. ¿Qué quiere decir esto?

A veces nos encontramos con dificultades agobiadoras. Pro cuando oramos, Dios provee una salida maravillosa y somos fortalecidos  y animados.  La oración pone nuestra carga en el Señor. Esto a su vez le da la oportunidad a Dios de cambiar las circunstancias por nuestro bien y para Su gloria.

También debemos recordar que la oración cambia a las personas mismas. Al orar, puede ser que nuestra propia vida cambie más que la persona por quien oramos. Si esa es la voluntad de Dios, sometámonos a ello.

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Ejercicio espiritual

Pensemos en una situación que nosotros deseamos que Dios cambie para Su gloria. A partir de ahora en adelante, pidámosle a Dios que cumpla Su voluntad en esta situación. Entreguémonos por completo a SU obra para que Él pueda utilizarnos en esto de la manera que Él quiera
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Un  día el Señor Jesús subió al  monte a orar y “la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente” (Lucas 9:29). La oración sincera afecta incluso nuestro rostro y manera de vestir. Quizá no resplandezcamos. Sin embargo la luz de Cristo podrá brillar por medio de nuestra vida. La transformación de Cristo en nosotros hará que nuestras “ropas” (obras espirituales) sean blancas como la nieve. El libro de Apocalipsis dice que las ropas  de lino fino, limpias y resplandecientes, son las obras justas de los santos. Una comunión santa con Dios, junto con una vida justa, demostrará al mundo que andamos con el Señor Jesús.

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Ejercicio espiritual

Pidamos a Dios que nosotros podamos reflejar Su gloria por medio de Su Espíritu Santo.
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La oración alivia nuestro pesar

Un pesar es una carga espiritual o mental que llevamos. La tendencia de un pesar es aumentar con el tiempo. Quizá es sentirse mal por alguna mala decisión de un amigo cercano. O puede ser una dificultad económica, una guerra, la pérdida de un familiar u otras cosas similares.

El Señor Jesús nos invita a contarle nuestro pesar. Al descargar esta dificultad en Él, con fe  en Su poder y soberanía nuestra alma puede encontrar alivio y descanso. Dios  nos ama y se compadece de nosotros como un padre se compadece de sus hijos. Él cargará el peso de nuestra carga y nos dará descanso.

Primera de Pedro 5:7 dice: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”.

¿Cómo podemos echar nuestra ansiedad sobre Él?

Primero debemos ser agradecidos y no debemos quejarnos: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6). Contémosle a Dios todo nuestro pesar. Según el versículo 7:

¿Qué hará Dios? _______________________

¿Qué significa esto? _______________________

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Ejercicio espiritual

Aprendámonos de memoria 1 Pedro 5:7 y pongámoslo en práctica según la situación lo amerite.
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No hay ningún beneficio en encerrarnos en nosotros mismos con pesares. Al entregar todo a Dios, delante de quien nade se puede esconder, Él los recibe. En un sentido literal, nosotros siempre tendremos el pesar, pero con el hombro poderoso de Dios la carga se hace liviana. Al Dios recibir el peso de nuestro corazón, nos acompañarán el gozo y la paz del Espíritu Santo.

La oración nos da victoria

La exhortación del Señor Jesús: “Velad y orad para que no entréis en tentación (Mateo 26:41), nos da a entender que para tener victoria tenemos que estar siempre alertas, y orando. La comunión sincera con Dios pone a nuestro alcance el poder de Dios. “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31).

Dios no nos obliga a tener la victoria. Él espera que reconozcamos nuestra necesidad y nos acerquemos a Él en espera de Su apoyo y poder.

Al venir la tentación, debemos orar de inmediato. No debemos esperar hasta que lleguemos a nuestra casa. Cuanto más nos acercamos a Dios, mayor fuerza de Dios tendremos para vencer el pecado. Para alcanzar una victoria continua, necesitamos permanecer en la presencia del Señor. Lograr hoy la victoria en Cristo y también perseverar en la oración son requisitos para poder permanecer firmes hasta el fin.

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Ejercicio espiritual

¿Qué tipo de cargas podemos echar sobre el Señor?
Describamos un método que podemos emplear para depositar nuestro cuidado en el Señor.

Mencionemos tres métodos que Dios  usa para hacer nuestra carga más liviana.

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Meditemos en las recompensas de la oración que se mencionan en los siguientes versículos:

Salmo 34.4: "Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores".

Salmo 34.6: "Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias".

Salmo 40.1: "Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor".

Salmo 99.8: "Jehová Dios nuestro, tú les respondías; les fuiste un Dios perdonador, y retribuidor de sus obras".

Salmo 107.6: "Entonces clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones".

Salmo 118.5: "¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos, para guardar tus estatutos!"

Salmo 138.3: "El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma".

Lamentaciones  3.57: "Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas".

Lamentaciones 3.58: "Abogaste, Señor, la causa de mi alma; redimiste mi vida".

Lucas 11.13: "Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?"

Lucas 23.43: "Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso".

Juan 16.24: "Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido".

Hechos 4.31: "Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios".

Romanos 10.12: "Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan".

Romanos 10.13: "Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo".

2 Corintios 12.8-9: "Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.  Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo".

2 Tesalonicenses 3.2: "Y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe".

Hebreos 4.16: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro".

Santiago 1.5: "Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada".

Santiago 5.16: "Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho".

La oración trae resultados

¿Adónde estaba Isaac cuando su siervo volvió con Rebeca, su nueva esposa? Estaba en el campo meditando. ¡Qué galardón tan placentero recibió por su fidelidad y comunión con Dios! Así como su padre Abraham, Isaac fundó su hogar sobre los principios de Dios. Durante su vida, dondequiera que él fue, construyó sus altares a Jehová. Su vida como hombre de paz añadió validez a sus oraciones y sacrificios.

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Ejercicio espiritual

Meditemos acerca de nuestra relación con Dios y busquemos su ayuda para hacerla creer.

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El Salmo 91:15 dice: “Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré”. Esta promesa es para aquellos que han puesto su amor en Dios y han conocido Su nombre (v. 14).

En el Salmo 145:18-19 Dios promete estar cercano a las personas que le temen y le invocan de verdad.

Proverbios 18:10 dice: “Torre fuerte es el nombre de Jehová;  a él correrá el justo, y será levantado”. Aquí tenemos una promesa fiel para aquellos que vienen a Dios en oración.

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6.9).

Conclusión

En el Salmo 32.6, David dice: “Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado”. Los santos conocen la sabiduría de clamar a Dios durante su vida en lugar de esperar a que sea demasiado tarde. Los que esperan mucho para clamar a Dios, un día clamarán a las rocas y a las montañas para que caigan sobre ellos. Se arrodillarán ante el Rey de reyes y Señor de señores, pero será demasiado tarde.

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Ejercicio espiritual

Refresquemos nuestro tiempo de oración al aprender de memoria Jeremías 33:3 y Efesios 3:20-21.

Meditemos  en una de las veces en que Dios contestó nuestra petición de inmediato, y démosle gracias por ello.

Luego de aprender de memoria estos versículos, escribámoslos de memoria.
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Un día cada ser humano se arrodillará y confesará que Jesucristo es Señor, para la gloria de Dios Padre (véase Romanos 14:11-12; Filipenses 2:9-11). En ese día nosotros veremos a más personas de rodillas que jamás hayamos visto; pues cada individuo, tanto pecador como santo, se postrará ante el Altísimo. Pero en ese día nadie cambiará su relación actual con Dios.

Postrémonos y arrodillémonos mientras tenemos vida y arreglemos todas nuestras cuentas con Dios.






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