¿Alguien cree de verdad que el cristianismo contemporáneo carece de predicadores, libros, traducciones de la Biblia, y detalladas declaraciones doctrinales?

Lo que realmente falta es pasión para invocar al Señor hasta que Él abra los cielos y se muestre Todopoderoso.

La oración es más que algo que nosotros hacemos. Es algo que Dios hace a través de nosotros. Acepta la invitación de Dios para encontrarte con Él - y participar en Su voluntad en la tierra.

Únete a los exploradores que han abierto caminos para el Señor en la oración.

miércoles, 1 de octubre de 2014

DANIEL NASH Y EL MINISTERIO DE INTERCESIÓN


Nada realmente importante puede suceder fuera del ámbito de la oración. La oración va mano a mano con el ministerio de evangelismo. Cualquiera que estudia la historia del avivamiento se encontrará tarde o temprano con el nombre del evangelista Charles Finney y leerá sobre el impacto que causaron sobre la historia de Estados Unidos los avivamientos que le siguieron. Estas páginas nos hablan sobre el hombre que estuvo detrás de este evangelista.

Dios ha unido personas de diferentes lugares del mundo que saben cómo orar. Es nuestro deseo que estas páginas animen a más cristianos a orar; y a aquellos que ya saben cómo hacerlo, que se adentren en el ministerio de intercesión. Si el lector desea más información sobre el tema, escríbanos.

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Daniel Nash pastoreó una pequeña iglesia en una zona campestre de Nueva York durante seis años. También viajó con un evangelista ambulante y oró por él durante siete años antes de morir. Que nosotros sepamos, él nunca ministró fuera de la región del norte del estado de Nueva York en los días en los que dicha región era en su mayor parte fronteriza. Su tumba se encuentra en un cementerio desatendido, junto a un camino de tierra y detrás de un establo donde solía subastarse ganado. Su iglesia ya no existe, pero el lugar exacto donde se encontraba está marcado por un hito situado en un maizal. El edificio ya no está, y su madera se utilizó para almacenar grano en un molino a pocos kilómetros de distancia. No se ha escrito ningún libro que narre su vida, ni tampoco se encuentran fotografías o diarios. Sus descendientes (si los tuviese) no se encuentran, y sus mensajes han caído en el olvido. Él no escribió ningún libro, ni fundó ninguna escuela, ni dirigió ningún movimiento y, por lo general, pasó inadvertido.

Sin embargo, este hombre fue testigo de dos avivamientos en su pastorado y también fue clave en uno de los avivamientos más importantes en la historia de los Estados Unidos. Podríamos decir que él fue para los Estados Unidos lo mismo que Praying Hyde fue para la India. Se le conoce casi exclusivamente por su poderoso ministerio de oración. (Hay un libro -en PDF en inglés- sobre Praying Hyde disponible para quienes lo soliciten a nuestro email).

El gran evangelista Charles Finney dejó su ministerio itinerante para tomar el pastorado tres o cuatro meses después de la muerte de este hombre. Finney nunca se apoyaba en su teología, mensajes, estilo de predicar, lógica o métodos para salvar las almas. Más bien se apoyaba en la oración poderosa y en la potente obra resultante del Espíritu Santo trayendo gran convicción a los que le escuchaban, de tal manera que sus conversiones fueran completas. Prueba de ello es el hecho de que el ochenta por ciento de las conversiones que se produjeron en sus reuniones pasaron la prueba del tiempo. Años más tarde, Moody siguió un modelo similar, aunque ya sin contar con este guerrero de la oración. Pudo ver, quizá, como el cincuenta por ciento de sus conversiones permanecieron. Un evangelista bien conocido (cuyo ministerio cuenta con un fuerte respaldo económico y organizativo) declaró recientemente que estaría muy satisfecho si el veinte por ciento de sus convertidos fueran genuinos. En estos tiempos de apostasía, con tantas decisiones pero con tan pocas conversiones, con tantos programas pero con tan poca oración, con tanta organización pero con tan poco esfuerzo; bien nos vendría aprender de las lecciones del pasado. Uno de nuestros antepasados devotos, de cuya vida tanto podemos aprender, es Daniel Nash.

Apenas contamos con información sobre sus primeros años. Lo poco que sabemos es que nació el 27 de noviembre de 1775 y que el 11 de noviembre de 1816, cuando tenía 40 años, había aceptado el pastorado de la Iglesia Congregacional-Presbiteriana Stow’s Square, en Lowville Township. Allí se trasladó desde el Condado de Onondaga, la zona alrededor de Syracuse, y tuvo una granja al menos en el año 1925, cuando se realizó el primer censo en esa región.

Durante su primer año de pastorado esta iglesia experimentó el avivamiento con al menos 70 conversiones. Una de las primeras personas a las que bautizó era una tal Sally Porter (18 de diciembre de 1816), con quien más tarde se casaría, en febrero de 1817. Bautizó a cinco de sus hijos antes de la primavera y posiblemente un sexto algunos años más tarde. Los problemas típicos de una iglesia se lidiaban con disciplina
de iglesia: contratos rotos entre miembros, herejía en cuanto a la Trinidad, etc.

El 7 de junio de 1819, se comenzó a construir una casa de reuniones, y “se dedicó a Dios” el 13 de diciembre de 1819.

Hubo un grupo que se desligó del grupo principal durante el período de construcción de la iglesia, o poco tiempo después. Se encontraba a unos siete kilómetros de la localidad de Lowville, que entonces apenas comenzaba a desarrollarse. El pastor Nash pudo trabajar sosegadamente con este grupo y establecerlo como una misión a lo largo del resto de su pastorado.

Al terminar la construcción del edificio y mientras trabajaba con la obra misionera en el sur, pudo comenzar una Escuela Dominical en la iglesia.

Dicho ministerio parece que fue el fundamento de una relación a largo plazo. No obstante, el 25 de septiembre de 1822, una reunión de iglesia fue programada para una fecha inusual, y Nash fue destituido por nueve votos contra tres. La única razón que hoy en día se contempla a la luz de los documentos existentes es que ellos querían “a un hombre joven”. A la edad de 46 años pensaban que ya Nash era demasiado viejo, y no veían con buenos ojos el hecho de que viajara tanto.

Aunque su etapa de pastor finalizó el 10 de noviembre de 1822, a menudo volvía para predicar, para hacer las veces de moderador, para bautizar a nuevos convertidos y para oficiar la comunión durante los años siguientes.

Durante esta parte final de su pastorado y el ministerio que le siguió, se produjo un segundo avivamiento (1822-23) en el que más de 200 personas se convirtieron. ¡Esto ocurrió en un pueblo de tan solo 308 hogares con una población aproximada de 2.000 personas! ¡Imagínese Dios bendiciendo a un pastor jubilado con un avivamiento semejante, y que la iglesia no proceda a reclamarlo de nuevo! Por medio de todas estas cosas, Dios estaba rompiendo y preparando el corazón de Su hombre para dejar un ministerio público de predicación por otro privado de oración.

Este rechazo por parte de aquellos que él amaba y a quienes había ministrado llegó a pasarle factura y ya, en el año 1824, estaba tan dañado espiritualmente que cualquier esperanza humana en un ministerio de oración parecía imposible. Fue por aquel entonces cuando Charles Finney hacía los exámenes para conseguir una licencia para predicar, y él mismo relata su primer encuentro con Daniel Nash de la siguiente manera:

“En esta reunión del presbiterio fue donde vi por primera vez al reverendo Daniel Nash, quien es normalmente llamado “Padre Nash”. Él mismo era un miembro del presbiterio. Una gran congregación se dio cita para oír mi examen. Llegué un poco tarde y vi a un hombre hablando a la gente de pie desde el púlpito, tal y como me imaginaba. Me di cuenta de que me miraba cuando llegué, y también miró a otras personas que se movían por los pasillos. Tan pronto como llegué a mi asiento y comencé a escuchar, me di cuenta de que estaba orando. Me sorprendió ver como miraba por toda la casa, como si estuviera hablando con la gente, aunque en realidad estaba hablando con Dios. Por supuesto que para mí eso no sonaba como una oración. Y, además, su estado era frío y algo decaído”.

Después de esta reunión, Nash sufrió una inflamación de ojos bastante seria. Durante varias semanas, necesitó permanecer en una habitación oscura donde no podía leer ni escribir. Durante ese tiempo, “se dio casi por entero a la oración. Fue como un repaso a fondo de toda su experiencia cristiana. Tan pronto como fue capaz de ver, con un velo negro doble que le tapaba la cara, salió para trabajar por las almas”.

Su trabajo no fue en forma de evangelismo personal o de predicación evangelística. Por el contrario, comenzó uno de los ministerios de evangelismo de oración más grandes de la historia. Este viejo predicador rechazado y quebrantado se entregó a una labor que influiría hasta nuestros días a las personas que oran.

El trabajo de Charles Finney en evangelismo comenzó en la región de Evans Mills, Nueva York, y fue aquí donde Daniel Nash comenzó ese ministerio de oración tan especial. Cuando llegó, Finney afirmó: “Estaba lleno del poder de la oración”. Ambos hombres llegaron a alcanzar una camaradería a la que solo pudo poner fin la muerte de Daniel siete años después. Sus metas se recogían de manera sencilla en una carta:

“Cuando el Sr. Finney y yo comenzamos nuestra carrera, no pensábamos que íbamos a trabajar entre ministros. Nuestra mayor ambición era la de ir allá donde no hubiera ni ministros ni reforma y tratar de buscar a las ovejas perdidas por las que ningún hombre se preocupaba. Nosotros comenzamos y Dios prosperó... Pero no vamos a la parroquia de nadie a menos que nos lo pidan...Tenemos suficiente sitio para trabajar
y suficiente trabajo que hacer”.

Este equipo evangelístico funcionaba sobre el principio de que la oración es algo esencial para la preparación de una zona para la evangelización. Esta idea era tan fuerte que a menudo Finney enviaba a Nash a una zona para preparar el lugar y la gente antes de que él llegara. A menudo, la preparación de un lugar se desarrollaba
a lo largo de tres o cuatro semanas. Analicemos con más detalle la manera en la que hacían esto:

Cuando Dios indicaba el lugar donde se debía llevar a cabo una reunión, el hermano Nash iba discretamente a la ciudad buscando a dos o tres personas para que se comprometieran a orar con él. Algunas veces contó con un hombre que tenía un ministerio de oración similar, Abel Clary. Juntos comenzaban a orar fervientemente para que Dios se moviera en la comunidad.

Leonard Ravenhill relata uno de estos casos:

“Conocí a una mujer mayor que me contó una historia sobre Charles Finney que ha venido desafiándome durante años. Finney fue a Bolton para ministrar, pero antes de comenzar, dos hombres llamaron a la puerta de su humilde morada pidiendo alojamiento. La pobre mujer estaba asombrada ya que no contaba con espacio libre para albergarlos. Finalmente, a cambio de alrededor de veinticinco céntimos a la semana, los dos hombres, ni más ni menos que el hermano Nash y Clary, alquilaron una habitación húmeda y oscura durante los días en los que Finney llevaba a cabo sus reuniones (al menos dos semanas), y fue en esa habitación que ellos mismos escogieron donde ambos soldados de la oración combatieron las fuerzas de las tinieblas”.

Otro relato es el siguiente:

“En una ocasión, cuando fui a una ciudad para empezar una avivamiento, una señora que regentaba una hostal se puso en contacto conmigo diciendo: ‘Hermano Finney, ¿conoce al Padre Nash? Él y otros dos hombres han estado quedándose en mi hostal durante los últimos tres días, pero no han comido nada. Abrí la puerta y les eché un vistazo porque les oía gemir, y les vi postrados sobre sus rostros. Han estado así durante tres días, postrados en el suelo y clamando. Pensaba que les había ocurrido algo horrible. Tenía miedo de entrar y no sabía lo que hacer. Por favor, ¿podría venir a verles?’ ‘No, no es necesario’, respondió Finney. ‘Sencillamente hay un espíritu de tribulación en oración sobre ellos’”.

En otro documento se dice:

“Charles Finney estaba tan consciente de la necesidad de que Dios obrara en cada una de sus reuniones, que acostumbraba a enviar al piadoso hermano Nash con antelación para que orara para que Dios hiciese descender Su poder en las reuniones que iba a dirigir”.

Nash no sólo preparaba las comunidades para la predicación, sino que también continuaba en oración durante las reuniones.

“A menudo, Nash no asistía a las reuniones y, mientras que Finney predicaba, Nash se quedaba orando para que el Espíritu se derramara sobre él. Finney afirmó lo siguiente: ‘Yo me ocupaba de la predicación, y el hermano Nash se daba casi por completo a la oración’. A menudo, mientras que el evangelista predicaba a las multitudes, Nash permanecía postrado en alguna vivienda adyacente agonizando en oración, y Dios contestaba con las maravillas de Su gracia. Con el debido respeto al Sr. Finney, eran los hombres que oraban los que hacían la diferencia. Las lágrimas que derramaron y los gemidos que emitieron están escritos en el libro de las crónicas de las cosas de Dios”.

Se dice de Finney que “su equipo evangelístico consistía en compañeros en la oración que iban delante de él y buscaban al Señor en algún lugar apartado. Y cuando Finney predicaba, el hermano Nash y el Sr. Clary se encontraban escondidos el algún sitio orando por él. No es de extrañar que ciudades enteras fueran avivadas y que consiguieran una enorme cosecha de almas”. Este concepto de equipo evangelístico formado por hombres que oran casi ha desaparecido en estos días de organizadores, promotores, grandes nombres, etc. Estos hombres no solo sostuvieron el ministerio de Finney sino que también explican el poder de su predicación y de sus resultados duraderos.

Charles Finney siempre podía acudir al Hermano Nash cuando surgía algún problema en las reuniones. Esto ocurrió en una ocasión en la localidad de Gouverneur donde algunos “jóvenes parecían interponerse como baluartes al progreso de la obra”.
“En este estado de cosas, el Hermano Nash y yo (Finney), después de hablar, tomamos la resolución de que era la oración lo que iba a vencer esta situación, y que no iba a poder ser de otra manera. Así, pues, nos retiramos a un bosque y nos entregamos a la oración hasta que prevalecimos y llegamos a estar seguros de que ningún poder que la tierra o que el infierno quisiera interponer iba a lograr detener permanentemente el avivamiento”.

Hay veces en las que la confianza que se obtiene en oración necesita ir acompañada de la acción, y eso se aplica en este caso. El Hermano Nash era por naturaleza un hombre discreto y estaba acostumbrado a mantenerse alejado del centro de atención. Aun así,
la confianza en la oración puede hacer que esto cambie si así Dios lo dispone. He aquí el relato del propio Finney de lo que ocurrió en una reunión poco después de haber obtenido la victoria en oración:

“La casa donde se llevaba a cabo la reunión estaba llena a rebosar. Cerca del término de la reunión, el Hermano Nash se levantó y se dirigió a la audiencia de hombres jóvenes que se habían reunido con el fin de oponerse al avivamiento. Creo que se trataba de tres hombres quienes se resistían al Espíritu de Dios. Era demasiado para ellos el ridiculizar abiertamente lo que oían y veían; sin embargo, sus cervices erguidas y su soberbia eran aparentes a los ojos de todos. El Hermano Nash se dirigió a ellos con toda seriedad, y aludió a la culpabilidad y al peligro de lo que estaban diciendo. Cuando iba a dejar de hablar, cobró aun mayor vehemencia y les dijo: ‘Ahora, escuchadme jóvenes, porque Dios va a desbaratar vuestra fortaleza en menos de una semana ya sea convirtiendo a algunos de vosotros o enviándoos a algunos al infierno.
Y lo hará tan seguro como que el Señor es mi Dios’. Todavía seguía de pie cuando bajó su brazo golpeando la banca que estaba próxima a él. Se sentó inmediatamente después, bajó la cabeza y gimió de dolor. El silencio del lugar era sepulcral, y la mayoría de la gente tenía la cabeza bajada. Podía ver como los jóvenes estaban agitados. En cuanto a mí, lamentaba que el Hermano Nash hubiera ido tan lejos. Había
quedado comprometido diciendo que Dios iba a llevarse la vida de algunos de ellos enviándolos al infierno o bien a salvar a algunos, y todo eso antes de una semana. No obstante, el martes por la mañana de esa misma semana, el cabecilla de estos jóvenes vino a verme sintiéndose extremadamente perturbado. Estaba totalmente preparado para someterse, y no tuve que exhortarle mucho para que se quebrantara y comenzara a llorar como un niño, confesando y dando claramente su vida a Cristo. Después, dijo: ‘¿Qué tengo que hacer, Sr. Finney?’ Yo contesté: ‘Ve rápidamente a todos tus jóvenes amigos, ora con ellos y exhórtales inmediatamente para que se vuelvan al Señor’. Y eso fue lo que hizo, pues antes de que terminara la semana, casi todos esos jóvenes ya habían puesto su confianza en Cristo”.

No cabe duda de que la preocupación de Finney “porque su colaborador había ido demasiado lejos” en su forma tan valiente de manejar el problema, se vio aliviada por una respuesta tan rápida (del domingo por la noche al martes por la mañana). Nunca llegó a hablar a “este hombre de oración” en términos de advertencia o corrección.

El ministerio de oración de Nash le hacía “un personaje tan notorio, a su manera, como el mismo Finney”. No se puede enfatizar suficiente la importancia que esto tuvo para el ministerio de Finney. “Finney dependía más de las oraciones de los padres Nash y Clary para hacer descender el avivamiento del Espíritu Santo que de su propia lógica irresistible. Estamos tan acostumbrados a la condición de la iglesia de Laodicea en la Iglesia en su conjunto que la influencia tan notoria de la oración en los días de Finney nos sorprende”. Del gran avivamiento en Rochester, Finney dijo que “la llave que abrió los Cielos en este avivamiento fue la oración de Clary, del hermano Nash y de otras personas que se postraron ante el trono de Dios y lo buscaron para que concediera un derramamiento divino”.

Al considerar las almas que fueron salvas y la cultura de la zona que fue transformada en este avivamiento tan completo, no sorprende el hecho de que estos colaboradores sufrieran persecución. Algunas personas vinieron de parte de ministros celosos, otros de otras persuasiones doctrinales, y algunos otros de entre las filas de los perdidos. Sus enemigos enviaban a los periódicos artículos con falsas acusaciones. El 11 de mayo de 1826, Nash escribió una carta aludiendo a dicha oposición. Una parte dice así:

“La obra de Dios avanza con poder, en algunos lugares contra una férrea oposición. Han ahorcado y quemado las representaciones en forma de monigotes del Sr. Finney y de mí mismo. A menudo se nos perturba en medio de nuestras reuniones religiosas. A veces, los que se oponen arman escándalos en la casa de Dios; a veces se reúnen en torno a la casa y la apedrean y disparan contra ella con sus pistolas. Se escribe casi tanto, hay casi tanta intriga y mentira como cuando van a haber elecciones presidenciales. ¡Oh, qué mundo éste! ¡Cómo odia la verdad! ¡Qué poco dispuesto está a ser salvo! Pero a pesar de todo, yo pienso que la obra va a continuar”.

En esta carta, se refiere al hecho de que ahorquen y quemen sus representaciones en forma de monigotes. He aquí un relato de esto mismo:

“Por encima de vuestra cabezas se balancean dos figuras distorsionadas colgadas por sogas. Cuando se les acerca una antorcha y comienzan a arder, la multitud grita contenta. ¿Les parece que estoy hablando de un linchamiento...de un disturbio racial? Para nada. Se trata de una reunión religiosa. Los muñecos carbonizados y humeantes representan la expresión de la oposición de las personas a la predicación y a la oración del mayor equipo evangelizador de América. Las efigies de Charles Grandison Finney y de su colaborador en la oración, Padre Nash, acaban de ser quemadas. Tanto predicadores como meros asistentes a la iglesia unieron sus fuerzas contra los dos hombres que hicieron más por fomentar el avivamiento que cualquier otra pareja en la historia de los Estados Unidos”.

Los enemigos del avivamiento consideraban a Nash como un pleno colaborador de Finney en la obra. Temían y odiaban sus oraciones al menos tanto como la predicación de Finney.

El avivamiento más conocido de ese período de la historia de los Estados Unidos fue el que ocurrió en Rochester, Nueva York. Se estima que más de 100.000 personas experimentaron una conversión genuina a lo largo de esas reuniones. Nash y Clary formaban un equipo de oración junto con la ayuda de otras personas.

La forma de orar era tan similar en ambos hombres, que a menudo se describe a uno para caracterizar al otro. Ese tipo de oración ferviente y agónica del alma conllevaba gemidos que pudieran resultarnos extraños hoy en día. Nuestras oraciones tenues consiguen tan poco y nos cuestan tan poco. Finney escribió:

“Nunca he conocido a una persona de sangre fría; pero sí he visto a una persona orar hasta que la sangre le salía por la nariz. Y he conocido a personas que oraban hasta estar completamente empapadas en sudor, y eso en el frío más intenso del invierno. He conocido a personas que oraban durante horas, hasta que su vigor quedaba extinguido por la agonía de sus mentes. Son esas oraciones las que prevalecían con Dios. Esta agonía en oración era notoria en tiempos de Jonathan Edwards, en los avivamientos que tuvieron lugar en sus días”.

Existen varios relatos durante las reuniones de Rochester en los que estos dos hombres oraban día y noche con profunda agonía en sus almas. Algunos de estos relatos se refieren a Nash, otros a Clary y otros a los dos. Parece que pasaban juntos en oración y ayuno gran parte del tiempo, llorando y clamando a Dios. A veces quedaban postrados y sin fuerzas para levantarse. Su preocupación por que los pecadores estuvieran perdidos perturbaba enormemente sus mentes y sus almas. Gemían bajo esa carga, ponían en riesgo su salud y renunciaban a comodidades para obtener la victoria en la batalla que se libraba en los cielos.

A veces “se retorcían y gemían en agonía” por las almas. Dios honró el que llevaran esa carga y envió avivamiento. Oraban privadamente, y Dios respondía públicamente. “Prácticamente todos los habitantes de la ciudad se convirtieron. La única sala de teatro existente en la ciudad se convirtió en un establo, el único circo en una fábrica de jabón y velas, y las tabernas y los bares cerraron”.

Oswald J. Smith explica la importancia de estas luchas en oración en el ministerio de Finney:

“Él siempre predicaba con la expectación de ver al Espíritu Santo derramarse repentinamente. Hasta que eso no ocurría, muy poco o nada se podía hacer. Pero en el momento en el que el Espíritu Santo caía sobre la gente, Finney no tenía nada más que hacer sino dirigirles al Cordero de Dios. De esa manera vivió y trabajó durante años en una atmósfera de avivamiento”.

Nosotros rehusamos luchar de esa manera y por ello no debemos sorprendernos de la falta de conmoción poderosa proveniente de Dios. ¿No es increíble que no tengamos ningún problema con la gente que se desgasta practicando deportes por puro placer,
ganando dinero, haciendo política para conseguir poder, llevando a cabo programas caritativos, y al mismo tiempo pensemos que el orar por las almas de esa manera es fanatismo? Estaríamos dispuestos a morir por la libertad de nuestra nación, pero nunca
por el progreso del Reino de Dios. ¿Debe entonces extrañarnos el ver tan poco del gran poder de Dios? Nash oraba hasta que “tenía que irse, por la presión que sentía, a la cama totalmente enfermo, por debilidad o desmayo”. El mundo no pone pegas a ese tipo de dedicación hasta que se trata de la oración por las almas. ¿Por qué tiene que ocurrir algo tan extraño en la Iglesia?

Finney aludió a esta relación entre oración intensa y predicación exitosa cuando escribió lo siguiente refiriéndose a Nash:

“He visto a cristianos que estaban en agonía cuando el ministro iba a subir al púlpito por temor a que su mente se quedara en blanco o su corazón frío, o a que no tuviera unción y no pudiera derramarse la bendición. He trabajado con un hombre así. El oraba hasta tener la convicción en su mente de que Dios iba a estar conmigo al predicar. A veces oraba hasta enfermar. Recuerdo una vez en la que se encerró durante un tiempo mientras que la gente se reunía, y su mente estaba llena de ansiedad. Entonces oraba una y otra vez hasta que finalmente pudo venir a la habitación con un rostro plácido y pudo decir: ‘El Señor ha venido, y Él va a estar con nosotros’. Y no puedo recordar una sola vez en la que él estuviera equivocado”.

Nash tenía gran confianza en un Dios que escuchaba y contestaba la oración. No estaba satisfecho dejando de orar hasta que Dios respondiera poderosamente.

El orar de día y de noche, las enormes luchas y una salud debilitada no eran sino el precio a pagar para que Dios se moviera con poder. Los resultados eran cielos abiertos, poder glorioso, almas salvadas y un Dios glorificado. Esto puede explicar perfectamente el porqué más del 80% de los convertidos de Finney permanecieron sin echarse atrás. Esto también explica porqué menos del 20% de los convertidos hoy en día permanecen transcurridos unos años.

Hemos visto algo de la importancia de la vida de oración de Nash a través de varios acontecimientos y resultados. Miremos ahora con más detenimiento sus principios y sus conceptos.

ORACIÓN PRIVADA

“Alguien preguntó a Finney qué tipo de hombre era este Padre Nash. ‘Le hemos visto’, dijo, ‘El no entra a ninguna de las reuniones’.

Finney contestó: ‘Como persona que ora mucho, el hermano Nash es alguien muy callado’.  Muéstrame una persona que siempre está hablando y te mostraré una persona que no ora mucho”.

La mayor parte de la oración para los que son usados de esa manera debe ser en privado. No buscan ni los ojos ni los oídos de los hombres sino más bien el oído de Dios. Buscan un punto de intimidad con Dios. Nash utilizaba un pequeño habitáculo, una habitación en un hostal, una casa cercana, o un bosque de árboles donde pudiera derramar su corazón ante Dios, solo o con otras personas que tuvieran la misma carga y el mismo corazón. James A. Stewart pone énfasis en este punto: “Como en el caso de Praying Hyde y el Padre Nash, puede tratarse de una vida de aislamiento del público cristiano para dedicarse al ministerio de la intercesión”.

FERVOR EN LA ORACIÓN

Aunque oraba en privado, también a menudo oraba con tanto fervor que otras personas podían saber que estaba orando. Esto no lo hacía a propósito, tan solo era la libre expresión de un alma profundamente cargada. La mujer del hostal percibió sus gemidos cuando oraba. Sus enemigos afirmaban que “era imposible que él orara en secreto, ya que cuando iba a su habitáculo o al bosque, oraba con tanta vehemencia
que se le podía oír a casi un kilómetro de distancia”.

Aunque probablemente eso no era una exageración de su práctica normal si contamos con el siguiente relato:

“En el avivamiento de Gouverneur (en el que la mayor parte de sus habitantes, según Finney creía, se convirtieron), Nash se levantaba muy temprano y se dirigía a un bosque para orar. ‘Era una de esas mañanas claras’, decía Finney, ‘en la que es posible escuchar sonidos a una gran distancia’. A un kilómetro de distancia vivía un hombre no convertido que fue atraído al escuchar la voz de la oración. Supo que era la voz de Nash, y eso le hizo ver la realidad de la religión como nunca antes lo había hecho. De hecho, ya no pudo experimentar descanso hasta que encontró a Cristo”.

LA LISTA DE ORACIÓN
Una lista organizada y sistemática de personas y asuntos por los que orar es una herramienta común de luchadores de oración efectivos. La preparación de nuestro caso, el listado de peticiones, y la rigurosidad en la oración ayudan a establecer un ministerio significativo. También nos ayuda a alegrarnos al poder plasmar por escrito las pruebas de las respuestas a la oración.

Nash utilizaba este método:

“Nash tenía un poder notable en oración y tenía la costumbre de hacer una ‘lista de oración’ de personas por cuya conversión él oraba diariamente en secreto. Las contestaciones a sus oraciones a veces eran prácticamente milagrosas, ya que él no limitaba su ‘lista’ a los que él pensaba que podrían ser alcanzados por el avivamiento, sino que a veces las personas más duras y menos probables eran por quienes él oraba, con resultados que eran verdaderamente sorprendentes”.

Finney dijo de Nash y de su lista de oración:

“Al orar con él y escuchándole orar en las reuniones, me di cuenta de que su don de oración era maravilloso y de que su fe era casi milagrosa”.

Otro aspecto de las listas de oración es el conocer la voluntad de Dios sobre a quien poner en la lista de oración. El guiarse por las apariencias es vivir por vista y no por fe. Para poder creer en Dios, para la salvación de una persona, se necesita la guía de Dios para saber qué personas incluir en la lista. Nash parecía ser especialmente sensible
en este campo ya que incluía a personas sintiendo que era guiado a hacerlo de esa manera, aún cuando parecía a simple vista que se trataba de los peores candidatos a la salvación.

Finney dijo lo siguiente refiriéndose a Nash y a su lista:

“La verdad del asunto es que el Espíritu guía a una persona a orar; y si Dios dirige a una hombre para que ore por un individuo dado, lo que se infiere a la luz de la Biblia es que Dios decide salvar a dicho individuo. Si, al comparar nuestro estado de ánimo con la Biblia sentimos que el Espíritu nos guía a orar por un individuo, podemos estar seguros de que Dios está listo para bendecirle”.

Una de esas ocasiones en las que Nash oró por una persona con pocas posibilidades se incluye a menudo en varios libros como un ejemplo del poder de la oración. A continuación incluyo este relato en palabras del mismo Finney:

“En un pueblo al norte de este estado, donde estaba teniendo lugar un avivamiento, había un hombre cuyo nombre responde a la inicial D quien se oponía de la manera más violenta y escandalosa. Tenía este hombre una taberna de mala muerte en una esquina del pueblo, y solía deleitarse en maldecir de manera exagerada siempre que hubiera algún cristiano cerca con la sola intención de hacer daño. Paseaba por la calle hablando a todo el mundo mal del avivamiento, y su casa era la sede de todos los que se oponían al avivamiento. Uno de los jóvenes convertidos vivía prácticamente enfrente de él, y me confesó que pretendía vender su casa o incluso regalarla para irse
lejos de ese vecindario porque, cada vez que salía a la calle y D le veía, salía para insultarle, maldecirle y pronunciar todo tipo de improperios para herirle. Yo pienso que él no había asistido a ninguna de nuestras reuniones. Era obvio que no conocía las grandes verdades de la religión y menospreciaba el Cristianismo en su conjunto. El hermano Nash nos oyó hablar de este Sr. D como ‘un caso difícil’ y sintió mucha tristeza por este individuo. Inmediatamente, puso su nombre en su lista de oración. Podía sentir el peso de este asunto mientras dormía y cuando estaba despierto. Seguía pensando en ese hombre impío y oró por él durante varios días. Es así como el Espíritu de Dios dirige a cristianos en particular para que oren por cosas por las que no orarían a no ser que el Espíritu les guíe. De esa manera, oran por situaciones ‘de acuerdo a la voluntad de Dios’.

“No muchos días después, en el transcurso de una reunión por la tarde en una casa muy concurrida, ¡mira por dónde aparece el susodicho Sr. D! Su entrada causó una considerable conmoción entre la congregación. La gente temía que había venido para crear problemas. Yo creo que, en general, los cristianos habían llegado a tenerle miedo y a aborrecerle. Por eso, cuando entró, algunas personas se levantaron y se marcharon. A mi me sonaba su cara, y fijé mi mirada en él. De inmediato, para mi satisfacción, me di cuenta que no había entrado para oponerse, y que el hombre se encontraba muy perturbado. Se sentó y, a juzgar por sus movimientos, era evidente que se sentía muy incómodo. Pronto se levantó y, con la voz temblona, me preguntó si podía decir unas palabras. Yo le dije que sí podía. Entonces, comenzó a hacer una de
las confesiones más estremecedoras que yo jamás haya escuchado. Su confesión parecía incluir todo el trato de Dios con él, los cristianos, el avivamiento y todo lo bueno.

“Esto quebrantó por completo el terreno baldío de muchos corazones. Era la manera más poderosa que habría podido utilizar, justo entonces, para imprimir ímpetu a la obra. Pronto D salió al frente e hizo profesión de la esperanza y puso fin a toda rebelión (incluido el consumo de bebidas alcohólicas) y toda blasfemia en su bar. Además, desde ese momento, al menos durante el tiempo en que yo estuve allí, y no
sé durante cuánto tiempo más, se llevaba a cabo una reunión de oración en su bar casi cada noche”.

Esta es una prueba del poder de Nash en oración haciendo uso de su lista.

ORAR CON OTROS

Tal y como ya se ha mencionado, Nash acostumbraba a buscar algunas otras personas que le ayudaran a sobrellevar la carga en cada uno de los lugares donde iba a ministrar en oración. Muchas veces, tenía como compañero a Abel Clary quien tenía dones y experiencia del mismo tipo. El hecho de orar juntos multiplica el poder de la oración: “Uno hará huir a mil y dos a diez mil”. Los esfuerzos de varias personas con una carga semejante para la victoria incrementa el poder de la oración.

EL ENFOQUE EN LA ORACIÓN

Una oración fuerte debe ser una oración efectiva. Tiene que haber un efecto deseado. Este efecto debe ser definido y claro para el que ora, llenará la mente del santo y será un enfoque de pensamiento, inquietud y oración. La oración que se dispersa en muchas direcciones tiene poco valor. Una lista sería un punto de partida en este sentido, pero los elementos de la lista deben estar enfocados uno a uno si queremos
esperar resultados. Mire lo que Finney dice sobre la forma de orar de Nash en este aspecto:

“Yo conocí a una persona que solía tener una lista de personas por las que sentía especial inquietud. Y he tenido la oportunidad de conocer a muchas personas por las que se interesó de esta manera y que se convirtieron inmediatamente. Le he visto orar por personas incluidas en su lista cuando estaba literalmente en agonía por ellos. Y le he visto llamar a alguna otra persona para que le ayudara a orar por ellos. He conocido
la manera en la que ha enfocado su mente sobre un individuo de carácter endurecido y difícil, alguien que no podía ser alcanzado de otra manera”.

Este tipo de oración necesitaba de un esfuerzo mental para apuntar al efecto apropiado siendo necesaria también una verdadera lucha espiritual. Para moverse de la carga real a la fe sólida, a menudo se necesita pasar por la agonía del alma. Estamos demasiado comprometidos para vencer el fatalismo, la falta de interés, o para tomar la responsabilidad por los perdidos. Puede ser necesaria una lucha en oración para poder obtener la bendición deseada. Esto se sitúa en un plano mucho más alto que el físico. Estas luchas del alma y del espíritu pueden producir mucho más que cansancio en el sentido estrictamente físico. Sin embargo, la agonía del cuerpo no es más que el resultado de dicha oración, y no una parte integral.

Algunos pueden falsificar esta lucha del alma con ciertas manifestaciones físicas. Esto podrá engañar a algunas personas, pero una hipocresía así no tiene que hacer nada en la corte celestial.

LA ORACIÓN DE FE

Nash estaba convencido de que nosotros tenemos la responsabilidad del destino de las almas. Sentía que Dios había puesto en nuestras manos herramientas útiles, y que el uso o mal uso de las mismas era un asunto serio del que tendríamos que dar cuenta a
Dios. Su ministerio de oración tuvo esto como premisa básica. Aquellos que tenían una manera de pensar más fatalista solían rechazarlo. El escribió una carta sobre este asunto poco antes de morir. Que nosotros sepamos, la única parte de la carta que ha sobrevivido al tiempo es una serie de pasajes expuestos en un libro en el que se ataca su posición.

No se sabe hasta qué punto dichos pasajes representan su posición, aunque sí nos sugieren muchas cosas sobre las que reflexionar:

“Desde que estuvisteis aquí, he estado pensando en la oración, concretamente en la oración al Espíritu Santo para que descienda. Me parece que he estado limitando siempre a Dios en esta petición...Nunca he pensado, hasta el momento en el que partió usted de entre nosotros, que yo podría pedir de manera racional que la plena influencia del Espíritu descendiera no solo sobre individuos, sino sobre pueblos enteros, regiones, países y hasta sobre todo el mundo. El sábado me propuse hacer precisamente eso, y por eso ayer el diablo estaba muy enfadado conmigo. Ahora he llegado a la convicción de que es mi responsabilidad y mi privilegio, así como la responsabilidad de cualquier otro cristiano, es orar por el Espíritu Santo como cuando descendió el día de Pentecostés, y todavía más. No puedo entender porqué no podremos pedir por la plena y completa influencia del Espíritu Santo para que descienda y, pidiendo en fe, ver la respuesta de manera absoluta...Y creo que nunca antes le he pedido con tanta libertad al Espíritu Santo por toda la humanidad. Me duele el cuerpo, pero estoy gozoso en mi Dios...No he hecho más que comenzar a entender lo que Jesús quería decir cuando exclamó: ‘Todo lo que pidiereis orando en oración,
creyendo, lo recibiréis’.

“Me he sentido hasta ahora poco impulsado a orar para que el Espíritu Santo me inunde, para que yo muera en ese proceso y asimismo me vaya al Cielo; pero Dios sabe”.

Hasta donde nuestro conocimiento llega, estas son las últimas palabras de las que ha dejado constancia Daniel Nash. Considere su humildad, escuche su carga. Piense si el avivamiento de la Calle Fulton en los años 1850 fue un avivamiento de oración tan espontáneo como a menudo se ha pensado. Los jóvenes en los días de Nash fueron los líderes de lo que probablemente fue el mayor avivamiento de oración de toda la historia. Nos detenemos ahora a considerar las circunstancias que rodearon su muerte. En el pequeño pueblo de Vernon, al norte del estado de Nueva York, durante un frío invierno en el que las temperaturas a menudo permanecieron bajo cero, Daniel Nash continúa este ministerio de oración.

Charles Finney relata la manera en la que su colaborador parte a su hogar celestial:

“Esto es lo que me dijo un buen hombre: ‘¡Oh, me muero por la falta de fuerza para orar! Mi cuerpo está consumido, siento el peso del mundo y, ¿cómo podré abstenerme de orar?’ He conocido a este hombre yendo a la cama absolutamente enfermo, lleno de
debilidad y desmayado por causa de la presión que sentía. Y le he visto orar como si hiciese violencia en el Cielo, para más tarde ver la bendición venir tan claramente en contestación a su oración como si hubiese sido revelada, de tal manera que nadie pudiese dudar de que Dios había hablado desde el cielo. ¿Queréis que os diga cómo murió? Siguió orando más y más. Ponía delante de él el mapa del mundo y oraba; miraba a los distintos países y oraba por ellos...hasta que expiró en su habitación, orando. ¡Qué hombre tan bendito! El fue reprochado por los profesores impíos, carnales e incrédulos; pero fue el favorito del Cielo, y un príncipe poderoso de la oración”.

Así, de rodillas, entró en la gloria el 20 de diciembre de 1831 a la edad de 56 años. Su cuerpo se halla enterrado cerca del lugar donde pastoreó, en el cementerio de aquella vieja iglesia con una pequeña piedra que da testimonio de dicho lugar.

Puede ser que Dios considere oportuno levantar a otras personas con un ministerio similar en estos días de tanta necesidad. Querido lector, ¿estarás dispuesto a considerar el costo, la necesidad y la oportunidad? ¿Estarás dispuesto a entregarte al ministerio de la oración en la medida en que Dios te dirija y te capacite?





lunes, 1 de septiembre de 2014

LA ORACIÓN - UN MISTERIO

La oración es un misterio, y después que hayamos considerado unas cuantas preguntas referentes a este asunto, creo que apreciaremos todavía más el carácter misterioso que rodea a la oración, pues son preguntas muy difíciles de contestar. Con todo, esta observación no se hace para sugerir que el misterio de la oración es incomprensible, o que los varios problemas envueltos en la oración son inexplicables. Es sólo para indicar el hecho de que son muy pocos los que realmente saben mucho acerca de estos problemas. Como consecuencia, son muy pocos los que en la oración pueden realizar mucho para Dios. El poder de la oración está, no en lo mucho que oremos, sino en el grado que nuestras oraciones sean conformes con el principio fundamental de la oración. Solamente las oraciones de esta clase son de verdadero valor.

Las preguntas principales que se hacen son: ¿Por qué orar? ¿Cuál es la utilidad de orar? ¿No es Dios omnisciente y omnipotente? ¿Por qué tiene Dios que esperar hasta que nosotros oremos antes de comenzar a obrar? Puesto que Dios ya lo sabe, ¿por qué tenemos que decírselo todo? (Filipenses 4:6). Puesto que Dios es Todopoderoso, ¿por qué no obra directamente? ¿Qué necesidad tiene Dios de nuestras oraciones? ¿Por qué solamente los que piden, reciben; solamente los que buscan, hallan; y solamente a los que llaman, se les abre? (Mateo 7:7). ¿Por qué dice Dios: “No tenéis… porque no pedís?” (Santiago 4:2)

Después de haber hecho las preguntas que preceden, debemos continuar la reflexión del modo siguiente: ¿Es la oración contraria a la voluntad de Dios? ¿Cuál es la relación entre la oración y la justicia?

Sabemos que Dios nunca hace nada contra su propia voluntad. Si la voluntad de Dios es abrir puertas, ¿por qué tiene que esperar a que nosotros llamemos para abrirlas? ¿Por qué no nos las abre sencillamente, tal como es su voluntad, sin exigirnos que llamemos? Puesto que Dios es omnisciente, sabe que necesitamos tener las puertas abiertas; entonces, ¿por qué tiene que esperar a que llamemos para abrírnoslas? Si es necesario que la puerta se abra, y si el abrir puertas está de conformidad con la voluntad de Dios y, además, Él sabe que necesitamos que esa puerta se abra, ¿por qué espera a que llamemos? ¿Por qué no la abre directamente? ¿Qué ventaja obtiene Dios de que nosotros tengamos que llamar?

Además, tenemos que hacer todavía estas preguntas: Ya que la voluntad de Dios es abrir la puerta, y ya que el abrir la puerta está dentro de lo justo, con todo, ¿abrirá Dios la puerta si nosotros no llamamos? ¿Preferirá Dios que su voluntad y la justicia se retrasen y no se cumplan, a fin de esperar nuestras oraciones? En realidad, ¿permitirá Dios que su voluntad de abrir puertas quede restringida porque nosotros no llamamos?

De ser así, ¿no estaríamos nosotros limitando la voluntad de Dios? ¿Es Dios realmente Todopoderoso? Si es todopoderoso, ¿por qué no puede abrir la puerta por sí mismo? ¿Por qué, en vez de ser así, tiene Dios que esperar a que llamemos? ¿Puede Dios realmente cumplir Su propia voluntad? Pero si en realidad puede, entonces ¿por qué el hecho de que Dios abra las puertas (tal como es Su voluntad) depende de que nosotros llamemos (las oraciones del hombre)?

Al hacer todas estas preguntas nos damos cuenta de que la oración es un gran misterio. Pues aquí vemos un principio del modo en que Dios obra, y es el siguiente: que el pueblo de Dios tiene que orar antes de que el mismo Dios se mueva y obre. Su voluntad se realizará solamente a través de las oraciones de los que le pertenecen. Las oraciones de los creyentes hacen que se cumpla la voluntad de Dios. Dios no cumplirá Su voluntad solo; la cumplirá solamente cuando Sus fieles le demuestren su apoyo por medio de las oraciones. (Continuar leyendo…)


miércoles, 6 de agosto de 2014

ORAR EN SILENCIO



La Biblia puede no mencionar específicamente la oración silenciosa pero eso no significa que sea menos válida que la oración en voz alta. Dios puede escuchar nuestros pensamientos, tan fácilmente como puede oír nuestras palabras (Salmos 139:23; Jeremías 12:3). El Señor Jesús conocía los malos pensamientos de los fariseos mientras blasfemaban de Él, acusándolo de ser un instrumento del diablo (Mateo 12:24-26; Lucas 11:7). Nada de lo que hagamos, digamos, o pensemos, está oculto de Dios quien no necesita oír nuestras palabras para conocer nuestros pensamientos y nuestros corazones. Él tiene acceso a todas las oraciones dirigidas a Él, ya sean con palabras audibles o no.

La Biblia sí menciona la oración en privado (Mateo 6:6). ¿Cuál sería la diferencia entre orar en voz alta o en silencio si estás solo? Existen algunas circunstancias en donde sólo la oración en silencio es apropiada; por ejemplo, orar por algo solamente entre Dios y tú, al orar por alguien que esté presente, etc. No hay nada malo con la oración hecha en silencio – en tanto no la hagamos porque nos avergüenza ser vistos orando.


Quizá el mejor versículo para indicar la validez de las oraciones silenciosas está en1 Tesalonicenses 5:17: “Orad sin cesar”. El orar sin cesar obviamente no puede significar que estemos orando en voz alta. Más bien significa que debemos estar en constante estado de consciencia de Dios, donde llevemos cada pensamiento cautivo en obediencia a Él (2 Corintios 10:5), y trayendo cada situación, plan, temor o preocupación ante Su trono. Parte del orar sin cesar son las oraciones que pronunciamos en voz alta, susurramos, gritamos, cantamos, y pensemos en silencio, mientras dirigimos nuestros pensamientos en alabanza, petición, súplica y acción de gracias a Dios.


martes, 1 de julio de 2014

LA ORACIÓN INTERCESORA

La oración intercesora es el acto de orar en favor de otros. El papel del mediador en la oración era común en el Antiguo Testamento (como con Abraham, Moisés, David, Samuel, Ezequías, Elías, Jeremías, Ezequiel y Daniel). Pero Cristo es señalado en el Nuevo Testamento como el intercesor fundamental: y es por ello que toda la oración cristiana se convierte en intercesora, puesto que es ofrecida a Dios por y a través de Cristo. El Señor Jesús cerró la brecha entre Dios y nosotros cuando Él murió en la cruz. Él fue el más grande mediador (intercesor) que haya existido. Por esta causa, ahora podemos interceder en oración a favor de otros cristianos, o por los perdidos, pidiendo a Dios que les conceda arrepentirse de acuerdo a Su voluntad. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros” (Romanos 8:34).

Un maravilloso modelo de oración intercesora se encuentra en Daniel 9, mientras oraba por su pueblo quien se había alejado de Dios. Tiene todos los elementos de una verdadera oración intercesora. Es en respuesta a la Palabra (v.2); caracterizada por el fervor (v.3) y la auto-negación (v.4); identificándose sin egoísmo con el pueblo de Dios (v.5); e intensificada por la confesión (v.5-15); dependiente del carácter de Dios (vv. 4, 7, 9, 15); y teniendo como meta la gloria de Dios (vv.16-19). Como Daniel, los cristianos debemos venir ante Dios intercediendo por otros con un corazón contrito y una actitud de arrepentimiento, reconociendo nuestra propia insignificancia y con el sentido de auto-negación. Daniel no fue y dijo: “Tengo el derecho de demandar esto de Ti, Dios, porque yo soy uno de tus especialmente elegidos intercesores”.  Él fue y dijo, “Soy un pecador,” y en efecto, él dice: “No tengo el derecho de demandar nada”. La verdadera oración intercesora, busca no sólo conocer la voluntad de Dios y ver que se cumpla, sino verla cumplida, sin importar si nos beneficia y sin importar lo que nos cueste. Se busca la gloria de Dios, no la nuestra.

La siguiente, es sólo una lista parcial de aquellos por quienes debemos ofrecer oraciones intercesoras:

  • Todos los que están en autoridad (1 Timoteo 2:2),
  • ministros (Filipenses 1:19),
  • la iglesia (Salmos 122:6),
  • amigos (Job 42:8),
  • compatriotas (Romanos 10:1),
  • los enfermos (Santiago 5:14),
  • enemigos (Jeremías 29:7),
  • por quienes nos persiguen (Mateo 5:44),
  • aquellos que nos abandonan (2 Timoteo 4:16),
  • y por todos los hombres (1 Timoteo 2:1).


Hay una idea errónea en el cristianismo contemporáneo, de que aquellos que ofrecen oraciones intercesoras por otros, son una clase especial de súper-cristianos, llamados por Dios para un ministerio de intercesión. Nada podría estar más lejos de la verdad. La Biblia es clara en que todos los cristianos son llamados a ser intercesores. Todos los cristianos tenemos al Espíritu Santo en nuestros corazones, y, así como Él intercede por nosotros de acuerdo con la voluntad de Dios (Romanos 8:26-27), nosotros debemos interceder unos por otros. Esto no es un privilegio limitado a una exclusiva élite de cristianos; este es un mandato para todos. De hecho, el no ofrecer intercesión por otros, es pecado. “Así que, lejos sea de mi que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros” (1 Samuel 12:23).

Ciertamente, cuando Pedro y Pablo les pedían a otros que intercedieran por ellos, no limitaban su petición a aquellos con un llamado especial a la intercesión. “Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él” (Hechos 12:5). Nótese que era toda la iglesia la que oraba por él, no sólo aquellos con el don de la intercesión. En Efesios 6:16-18, Pablo exhorta a los creyentes efesios –a todos ellos— sobre los fundamentos de la vida cristiana. “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”.

Más aún, Pablo solicitó a los creyentes en Roma que oraran por él: “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis, orando por mí a Dios” (Romanos 15:30). Él también urgía a los colosenses a interceder por él: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso” (Colosenses 4:2-3). En ninguna parte, en ninguna petición bíblica de intercesión, hay alguna indicación de que sólo cierto grupo de gente pudiera interceder. Por el contrario, aquellos que buscan a otros para interceder por ellos, pueden usar toda la ayuda que puedan conseguir. La idea de que la intercesión es el privilegio y llamado de sólo algunos cristianos, carece de base bíblica. Peor aún, es una idea destructiva que con frecuencia conduce al orgullo, a un sentido de elitismo, y al gnosticismo.


Qué maravilloso y exaltado privilegio tenemos en ser capaces de venir audazmente ante el trono del Dios Todopoderoso con nuestras oraciones y peticiones. ¡Alabado sea Él, por Su increíble misericordia y amor!



sábado, 14 de junio de 2014

PREPARÁNDONOS PARA REINAR


¿No ha pensado alguna vez que la oración es algo extraño? Se habla con alguien que no se puede ver. Se escucha a alguien que no se puede oír. Se piden respuestas que están más allá del poder humano.

En el libro de Apocalipsis encontramos algo que de alguna forma explica el misterio de la oración. ¿Por qué creó Dios la oración? Leamos el contenido de los capítulos 4 y 5 de este espectacular libro. En estas escenas, el apóstol Juan es ya un anciano (probablemente tiene más de noventa años), y es arrebatado al cielo para contemplar eventos de bizarro esplendor. Un trono gigantesco rodeado por un arco iris como esmeralda lo cautiva. Rayos, voces y truenos salen de ese arco iris.

La persona sentada en el trono es demasiado sublime para ser descrita. “Delante del cual huyeron la tierra y el cielo”, escribiría el mismo Juan más tarde (Apocalipsis 20:11), cuando el ser sublime del trono juzgaba a los que serían arrojados al lago de fuego y azufre. Este trono celestial deja claro en la mente de cualquiera que el que está sentado en él es Dios, el Padre.

Ancianos vestidos de blanco con coronas de oro sobre sus cabezas están sentados alrededor del trono de Dios. Mucho se ha especulado sobre la identidad de estos ancianos. Son doce, y sus vestiduras blancas y sus coronas de oro los hacen –según la opinión de algunos- representantes de la iglesia, porque las vestiduras blancas son “las acciones justas de los santos” (Apocalipsis 19:8, 14). Pero esta interpretación no puede ser correcta siendo que nosotros –la iglesia- aparecemos en el cielo literal y físicamente (Apocalipsis 7:9-10), después de la apertura del sexto sello (Apocalipsis 6:12), el cuál es sin duda alguna la señal del fin del mundo (comparar Apocalipsis 6:12-17 con Mateo 24:29) que es dada exactamente antes de la señal de la venida de Cristo (Mateo 24:30) por nosotros: el anhelado arrebatamiento (comparar Mateo 24:31 con Apocalipsis 7:9-14). En otros artículos hemos visto cómo en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21 el Señor Jesús resume los eventos que Él mismo describe luego, y en la misma secuencia, en los siete sellos mencionados en el Apocalipsis: la revelación que el Padre le dio a Él, y que Él le da a Juan (Apocalipsis 1:1).

Los cuatro seres vivientes que están “junto al trono, y alrededor del trono”, “llenos de ojos por delante y por detrás” (Apocalipsis 4:6-9) son los querubines descritos también en Isaías 6:2 y Ezequiel 1:5-28. No identificados seres vivientes (los ancianos) y querubines (ángeles exaltados) adoran juntos a Dios. Nunca cesan o descansan. Su más alta tarea, su supremo llamado y su eterna comisión es adorar.

Un mar de cristal se extiende delante del trono. Siete candeleros de oro se yerguen sobre el mar de cristal, reflejando sobre él su brillo y esparciendo su resplandor en todas las direcciones. El objeto que el Padre tiene en su mano derecha atrae la atención de Juan. Es un libro –o, más exactamente, un pergamino- con siete sellos. Versado en el significado que en su tiempo se le daba a los sellos en el exterior de un pergamino, Juan intuye que las condiciones que ellos exigen que se cumplan antes de que el rollo pueda abrirse pondrán en juego el destino de la humanidad, y acelerarán el advenimiento del Reino de Dios a la tierra.

Entonces un poderoso ángel grita: “¿Quién es digno de abrir el rollo y desatar sus sellos?” Ese Ser, digno de desatar los sellos, debe ser alguien calificado para hacer cumplir las condiciones que se necesitan para que el Reino de Dios sea instaurado físicamente sobre la tierra. Ese Ser debe estar libre del pecado que ha condenado al mundo a recibir la ira de Dios que debe ser derramada sobre la humanidad impía antes de la instauración de Su Reino. Ese Ser debe ser capaz de quitar la maldición de la muerte que esclaviza a la creación de Dios.

Una búsqueda universal comienza en el cielo (Apocalipsis 5:2, 3). No hay tiempo que perder. El propósito eterno de Dios para Su creación está en juego. Pero he aquí que nadie, en todo el universo fue hallado digno de abrir el libro, ni siquiera de mirarlo. El anciano apóstol rompe en llanto (Apocalipsis 5:4). Ha vivido tanto tiempo, ha padecido tantas cosas, ha orado tanto “Vénganos Tu Reino”, y todavía es el satánico imperio Romano, y no el Reino de Dios, el que controla el destino de la humanidad.

“¡Un momento, Juan!” Uno de los ancianos sentados alrededor del trono se levanta y se acerca al desconsolado apóstol. “No llores”, le dice. “El León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Apocalipsis 5:5). Juan levanta su rostro, pero no ve al mencionado León. A través de las lágrimas que humedecen sus ojos sólo ve a un Cordero degollado que parece haber escapado del matadero. Pero a pesar de su apariencia, el Cordero, lleno de poder (siete cuernos) y sabiduría (siete ojos) se acerca al trono del Padre y toma el libro de su mano derecha. Luce como un sacrificio, pero se mueve como un soberano en la presencia misma de Dios. Su nombre es Jesucristo.

Los ejércitos del cielo estallan en aclamaciones y alabanzas, y se postran en adoración delante del Cordero (Apocalipsis 5:8-14). Proclaman al universo tres grandes proezas ejecutadas por el Cordero: “fuiste sacrificado” (5:9), “con tu sangre nos has redimido para Dios” (5.9), “nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (5:10). La alabanza es ejecutada por miríadas de toda clase de seres celestiales, y en ella participan todas las criaturas del universo (5:13). Lo que el anciano apóstol ve y escucha excede toda imaginación. El Cordero que ha redimido para Dios un pueblo de entre todo linaje y lengua y nación, está listo para iniciar la fase final de su conquista sobre la muerte, el pecado, y el reino del príncipe de este mundo.

¿CÓMO AFECTA MI ORACIÓN EL FUTURO?

Un dilema surge de esta celebración celestial. Algo no está bien. La Escritura dice que los santos redimidos vamos a reinar con Cristo, pero que lo haremos como sacerdotes (Apocalipsis 5:10; 20:6). Este es el problema: los sacerdotes no reinan. Los reyes reinan. Los sacerdotes sirven en el templo orando, adorando, alabando y cantando. Y en el reino de Cristo, los reyes van a reinar bajo su autoridad.

¿Cómo podemos conciliar esta aparente contradicción?

La respuesta revela un principio invaluable. Como hijos de Dios, tenemos dominio sobre una parte de Su reino. Y ejercemos este dominio a través de la oración. Las personas que reciben a Cristo reciben también dominio sobre parte de Su creación. El apóstol Pedro nos llama “real sacerdocio” (1 Pedro 2:9). En el Antiguo Testamento, los sacerdotes servían como intermediarios entre Dios y los hombres. El hecho de que reinaremos como sacerdotes nos muestra que reinaremos a través de la oración e intercesión.

¿Cuál es la descripción del trabajo de los que reinen con Cristo?

Un vice-regente realiza principalmente tres funciones. Primero, toma nota de las necesidades de las personas bajo su responsabilidad. Segundo, hace los trámites necesarios para satisfacer esas necesidades. Tercero, distribuye las provisiones equitativamente.

¿Cuál es la descripción de un intercesor sacerdotal hoy?

¡La misma! Las responsabilidades que asumimos de rodillas ahora serán las mismas que tendremos sobre nuestros tronos después. Tomamos nota de las necesidades de las personas en nuestra esfera de influencia (cargas, ansiedades, problemas…); las reconocemos como el encargo de Dios, y procuramos satisfacerlas intercediendo por las personas que las padecen, repartiéndoles equitativamente la provisión que Dios nos da para ellas. Oramos, por ejemplo:

“Señor, provee trabajo para ese padre desempleado”.
“Sana aquella madre con cáncer”.
“Dale salvación a mi vecino”.
“Envía misioneros a Arabia Saudita”.

Nuestras oraciones nos entrenan para reinar con Cristo.

Por eso es que Dios creó la oración. Por eso es que el Señor Jesucristo pone tanto énfasis en la oración. Entrenarse en la oración es tan importante como recibir respuestas a nuestras oraciones. Los desafíos en nuestra vida de oración desarrollan nuestra madurez. Nos preparan para reinar bajo la autoridad del Rey de reyes y Señor de señores.



jueves, 5 de junio de 2014

GUERRERO DE ORACIÓN


Aunque la frase "guerrero de oración" no se encuentra en las Escrituras, generalmente un guerrero de oración es considerado como un cristiano que ora continuamente y con eficacia por otros de acuerdo a como se enseña en las Escrituras. Por lo tanto, los guerreros de oración oran a Dios Padre (Mateo 6:9) en el poder del Espíritu Santo (Efesios 3:16Judas 1:20) y en el nombre del Señor Jesús (Juan 14:13). 

Ser un guerrero de oración es participar en la batalla espiritual y pelear la buena batalla de la fe con toda la armadura de Dios puesta y "orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu" (Efesios 6:10-18). 

Mientras que todos los cristianos deben ser guerreros de oración, hay algunas personas que sienten que tienen una capacidad especial y única para orar y han sido llamados por Dios para orar como su ministerio especial. La Biblia nunca especifica a ciertas personas que oren más a menudo, más diligentemente o más eficazmente que otros cristianos, pero hay los que oran diligentemente y que son conocidos por su énfasis en la oración. Pablo ordena que "se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres" (1 Timoteo 2:1), y no dice nada que indique que algunas personas están exentas de hacerlo. Todos los creyentes en Cristo tenemos al Espíritu Santo quien nos ayuda a comunicar nuestras peticiones de oración (Romanos 8:26-27). Todos los creyentes debemos estar orando en el nombre del Señor Jesús, que significa que Jesucristo es nuestro Señor y Salvador, que confiamos en Él para todo, incluyendo Su intercesión ante el Padre por nosotros en todas las cosas, y que vivimos y oramos conforme a la voluntad de Dios. Orar en el nombre del Señor Jesús no significa simplemente añadir "en el nombre de Jesús" al final de una oración. Por el contrario, significa orar en sumisión a Su voluntad. 

Como guerreros de oración, nos regocijamos en todas las cosas y tenemos un espíritu de agradecimiento por lo que Dios está haciendo en nuestras vidas y las vidas de otros, y nuestros propios espíritus crecen día a día al darnos cuenta de la magnitud de nuestras bendiciones. Sabemos con certeza que Dios proveyó el aliento que acabamos de respirar (Isaías 42:5); que Él ha perdonado nuestros pecados pasados, presentes y futuros (1 Juan 2:12); que nos ama con un amor eterno (Efesios 2:4-7); y que tenemos un lugar en el cielo con nuestro Señor (1 Pedro 1:3-5). Nuestros corazones, entonces, están llenos de alegría y paz, y rebosan con amor a Dios, y queremos que otros tengan este mismo amor, gozo y paz. Por lo tanto, intercedemos por ellos en oración. 

La oración efectiva es de hecho un trabajo. Tenemos que aprender a caminar con Dios, así que meditamos diariamente sobre Él y Sus caminos para llegar a ser más y más humildes, lo que es esencial para la oración efectiva (2 Crónicas 7:13-15). También estudiamos las Escrituras cuidadosamente todos los días para aprender lo que es agradable a Dios, y por lo tanto, lo que constituye la oración aceptable. Aprendemos a eliminar lo que obstaculiza la oración (Marcos 11:25; 1 Pedro 3:7;1 Juan 3:21-22) y procuramos no contristar al Espíritu de Dios (Efesios 4:30-32). Sabemos que estamos en una batalla espiritual con Satanás, así que debemos orar por nuestro propio bienestar espiritual para mantener nuestra fuerza y nuestro enfoque para orar por los demás (Efesios 6:12-18). 

Los guerreros de oración tienen un corazón para Dios, un corazón para orar, un corazón para las personas y un corazón para la Iglesia de Cristo. Por lo tanto, oramos continuamente y confiamos en que Dios responda a cada oración según Su perfecta voluntad y en Su momento oportuno.