¿Alguien cree de verdad que el cristianismo contemporáneo carece de predicadores, libros, traducciones de la Biblia, y detalladas declaraciones doctrinales?

Lo que realmente falta es pasión para invocar al Señor hasta que Él abra los cielos y se muestre Todopoderoso.

La oración es más que algo que nosotros hacemos. Es algo que Dios hace a través de nosotros. Acepta la invitación de Dios para encontrarte con Él - y participar en Su voluntad en la tierra.

Únete a los exploradores que han abierto caminos para el Señor en la oración.

jueves, 8 de mayo de 2014

LA ORACIÓN Y LA SOBERANÍA DE DIOS


¿Controla dios todas las cosas?

Cualquier respuesta a esta pregunta le crea un problema a la oración. Si la respuesta es “Sí”, se podría entonces replicar: “¿Para qué entonces orar si Dios ya sabe qué es lo que va a hacer? ¿Qué diferencia pueden hacer nuestras oraciones o la falta de ellas al futuro de nuestra vida, de nuestras familias, de nuestras naciones, del mundo entero?”

Si la respuesta es “No”, también se podría replicar: “¿Para qué entonces orar, si Dios no controla todas las cosas? ¿Cómo se puede confiar en un Dios limitado?”

¿Cuál respuesta es la correcta? ¿Cómo se relacionan nuestras oraciones con el plan eterno de Dios?

¿Pueden nuestras oraciones cambiar la voluntad de dios?

El profeta Isaías tuvo un duro problema tratando de resolver el dilema de la soberanía de Dios y la influencia de las personas de oración cuando predijo el futuro del pueblo judío.

La historia de Israel alcanzó su punto culminante bajo el reinado del David y Salomón. El pueblo, sin embargo, tuvo un problema: repetidamente se extravió tras la adoración de ídolos. Esto hizo que su vida personal y nacional fuera aborrecida por Dios. Después de todo, era el pueblo de Dios, la línea natural de la cual descendería el Mesías.

El ministerio profético de Isaías se desarrolló durante el reinado de cuatro reyes (Isaías 1:1). Dos de esos reyes, Uzías y Ezequías, fueron buenos gobernantes que fallaron al final de sus vidas. Los otros dos, Jotam y Acaz, fueron corruptos y perversos durante todo su reinado. Ellos trajeron destrucción al reino de Judá por medio de un deterioro espiritual que adquirió características de nacional (2 Reyes 5-20).

Isaías vio venir el desastre nacional. El informe del capítulo 59 de su libro suena como el encabezado de un periódico moderno: “Hombre Intenta Bloquear la Voluntad de Dios”.

Isaías grita: “¡Atención todo el mundo! Dios no está muerto. No es demasiado débil para enfrentar nuestros problemas. Nuestra emergencia nacional es el fruto de nuestros pecados!” Isaías hace una lista de las ofensas del pueblo: asesinato, engaño, lenguaje sucio, injusticia, corrupción, crimen, perversión moral, violencia, peleas, injusticia, desesperanza, culpa, rebelión, traición, apostasía, opresión, ¡colapso moral!

¿Se parece esta lista a lo que está pasando en nuestro mundo actual? Estos pecados son señal del pronto juicio de Dios.

Otro titular se puede leer en el versículo 16: “Dios Está Horrorizado”. Y profundamente enojado por el estado moral del reino de Judá, aunque no sorprendido. Una condición, sin embargo, sobrepasa todo entendimiento, aun el Suyo. Mientras la maldad lleva al pueblo hacia la invasión y el exilio, ¿nadie le pide a Dios que intervenga y cambie el curso de los acontecimientos! ¡Casi nadie ora!

La actitud del pueblo es irracional. Ellos saben que Dios ama a Su pueblo, que anhela ser invocado, que es capaz y que está esperando rescatarlos del merecido juicio. Pero también saben que Dios odia y castiga el pecado. Sus profetas han dejado ese punto bien claro desde la fundación de la raza. El oído de Dios es excelente, y Su poder absoluto. Nadie se va a salvar de cosechar las consecuencias de la idolatría y la inmoralidad. Pero aún así la nación entera rehúsa la restauración moral y ningún intercesor se gana en la brecha para aplacar la ira divina.

Dios no puede soportar la locura descrita por el profeta Isaías. Se rehúsa a sentir lástima y a pasar por alto el pisoteo de Sus justas leyes. Así que entra en acción. Primero, busca al menos un intercesor. Pero al no encontrar a nadie que ruegue por el pueblo, recurre a una ilustración para llamar la atención. Su táctica militar se describe en Isaías 59:17-18.

Dios se pone un uniforme militar para ejecutar el castigo del pueblo: coraza, casco e implementos de guerra. Se prepara para derramar Su ira a la vista del pueblo. La nación entera pagará por sus pecados porque se rehúsa a pedir perdón. Los ejércitos de Babilonia se comienzan a aprestar para la invasión. Su pueblo se va a ir al cautiverio.

Los propósitos de Dios se cumplirán. El tendrá un pueblo para Su Nombre. Ninguna persona o pueblo puede impedir el cumplimiento de Su plan. El resultado final de los tratos de Dios con Su pueblo se describe en el versículo 19:

“Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como río, más el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él”.

Nuestro mundo moderno está actualmente en las mismas condiciones en las que estaba el pueblo de Judá entonces. Nos estamos apresurando hacia el juicio de Dios. Como en el antiguo Judá, Dios está buscando intercesores que lleven las necesidades del mundo delante de Él. Nuestras oraciones son el camino que Dios requiere para actuar a favor de los pueblos de la tierra, a favor de los gobiernos, a favor de las personas. Si los creyentes no oramos y pedimos por la manifestación e intervención de Dios en los acontecimientos actuales, el resultado será la destrucción final de la humanidad. Dios es soberano. Sus planes se ejecutan con o sin nosotros.

Este es justamente el punto central de la historia, donde nosotros encajamos. La oración no cambia la voluntad de Dios, porque Él no puede cambiar (Malaquías 3:6). Pero la oración afecta la forma en la que Él ejecuta Su voluntad.

¿Qué pasa si no oramos?

Como hemos visto en el ejemplo de Judá, Dios se reserva dos opciones para actuar: A) Si es que hay oración. B) Si no hay oración.

Bajo el ejercicio de la opción A, Dios extiende gracia y misericordia a través de la intercesión. Cuando la oración se hace presente, se reciben los beneficios de Su misericordia y perdón. Amorosamente, Él espera ser requerido. Pacientemente, Él espera que se pida Su intervención.

Pero allí donde reina la opción B, Dios se mueve forzado por Su soberanía y santidad. Sus propósitos se deben cumplir. El no abandonará al mundo al que ama, no lo dejará abandonado a su propia suerte.

A través de los siglos, Dios siempre ha ofrecido estas dos opciones. Dios le dio a conocer la opción A a Salomón:

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14).

Cuatrocientos años después, Dios le dio a conocer ambos caminos al profeta Ezequiel:

Opción A: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé” (Ezequiel 22: 30).

Opción B: “Por lo tanto derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 22:31).

El Nuevo Testamento ratifica las alternativas de Dios:

Opción A: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7).

Opción B: “No tienes porque no pides” (Santiago 4:2).

Las alternativas que elijamos tendrán efecto de largo alcance. Cuando escogemos la opción A, nos hacemos parte del plan infinito de Dios. Cuando escogemos la opción B, perdemos el privilegio de ser usados por Dios y de recibir las bendiciones espirituales que Él dispensa a Sus hijos obedientes.

¿Cómo encajan nuestras oraciones en del plan de dios?

¿Tiene Dios, entonces, control sobre todas las cosas? Sí, ciertamente. No sería Dios de otra manera. Pero de la forma en que El ejerce Su control es por medio de las personas que oran. La elección para una nación, una iglesia, una persona, es orar o perecer. Avivamiento o ira. Intercesión o juicio.

Las personas perdidas no pueden orar por sí mismos, ni por sus familias, ni mucho menos por sus naciones. Primero deben arrepentirse y recibir la salvación que ofrece Cristo Jesús (Romanos 10:13). El curso de los eventos en la vida de una persona o una nación sólo es afectado por medio de la oración hecha por creyentes en Cristo Jesús, y en Su nombre, como se ve claramente en 2 Crónicas 7:14. Es el pueblo de Dios el que tiene acceso al arsenal de bendiciones que Dios quiere derramar sobre la vida de una persona, una familia o una nación.

Los cristianos cargamos con el peso de la responsabilidad de orar por todas las personas y las naciones, especialmente por la nación en la que vivimos. Aunque como individuos aislados no podemos saturar nuestro país con oración, sí podemos saturar con oración la parte de nuestro país que Dios nos ha confiado. Orar por los que nos rodean es una forma de cumplir Su plan. Pablo urge a Timoteo (2:1-4) a poner manos en la obra de orar por todos:

“Exhorto ante todo, que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”.

Estos versículos nos muestran cómo y dónde encajamos nosotros en el plan eterno de Dios. La oración es la actividad primaria y más importante.

La oración abre el camino para el Evangelio. ¿Ofreceríamos nuestra vida a Dios como un canal para la realización de Su soberanía? Comprometámonos hoy día a dedicar el resto de nuestra vida a la oración, es la única forma que Dios nos ha dado para cambiar el futuro de nuestras familias y amigos. Es la única vía para cambiar el futuro de nuestra nación, y aún del mundo entero.

Estamos viviendo en los últimos días y la ira de Dios está pronto a ser derramada. ¿Creemos que es difícil para Dios retardar la firma del Pacto entre Israel y el Anticristo? ¿Creemos que es imposible para Él adelantar o retardar 10, 20 o 30 años la firma de este desastroso tratado que marcará el último período de siete años que vivirá la historia de la humanidad antes del FIN? Daniel 2: 21 declara enfáticamente una verdad demostrada a través de toda la Biblia:

“El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes”.

¿Está el lector espiritualmente listo para lo que le sucedería si el pacto se firmara hoy? ¿Lo están sus familiares? ¿Está orando por ellos como el que tendrá que dar cuenta ante Dios de sus destinos eternos? ¿Ha entendido en su total magnitud el peligro que como cristiano deberá enfrentar en los últimos días? Una vez que se haya convencido de la validez de los temas tocados en este blog podrá utilizar ese conocimiento para abrir una puerta de discusión con los que no saben acerca de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra (Apocalipsis 3: 10).

“Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca. También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:25-36).





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