La oración es un misterio, y después
que hayamos considerado unas cuantas preguntas referentes a este asunto, creo
que apreciaremos todavía más el carácter misterioso que rodea a la oración,
pues son preguntas muy difíciles de contestar. Con todo, esta observación no se
hace para sugerir que el misterio de la oración es incomprensible, o que los
varios problemas envueltos en la oración son inexplicables. Es sólo para
indicar el hecho de que son muy pocos los que realmente saben mucho acerca de
estos problemas. Como consecuencia, son muy pocos los que en la oración pueden
realizar mucho para Dios. El poder de la oración está, no en lo mucho que
oremos, sino en el grado que nuestras oraciones sean conformes con el principio
fundamental de la oración. Solamente las oraciones de esta clase son de
verdadero valor.
Las preguntas principales que se
hacen son: ¿Por qué orar? ¿Cuál es la utilidad de orar? ¿No es Dios omnisciente
y omnipotente? ¿Por qué tiene Dios que esperar hasta que nosotros oremos antes
de comenzar a obrar? Puesto que Dios ya lo sabe, ¿por qué tenemos que decírselo
todo? (Filipenses 4:6). Puesto que Dios es Todopoderoso, ¿por qué no obra directamente?
¿Qué necesidad tiene Dios de nuestras oraciones? ¿Por qué solamente los que piden,
reciben; solamente los que buscan, hallan; y solamente a los que llaman, se les
abre? (Mateo 7:7). ¿Por qué dice Dios: “No tenéis… porque no pedís?” (Santiago
4:2)
Después de haber hecho las preguntas
que preceden, debemos continuar la reflexión del modo siguiente: ¿Es la oración
contraria a la voluntad de Dios? ¿Cuál es la relación entre la oración y la justicia?
Sabemos que Dios nunca hace nada
contra su propia voluntad. Si la voluntad de Dios es abrir puertas, ¿por qué
tiene que esperar a que nosotros llamemos para abrirlas? ¿Por qué no nos las
abre sencillamente, tal como es su voluntad, sin exigirnos que llamemos? Puesto
que Dios es omnisciente, sabe que necesitamos tener las puertas abiertas;
entonces, ¿por qué tiene que esperar a que llamemos para abrírnoslas? Si es
necesario que la puerta se abra, y si el abrir puertas está de conformidad con
la voluntad de Dios y, además, Él sabe que necesitamos que esa puerta se abra,
¿por qué espera a que llamemos? ¿Por qué no la abre directamente? ¿Qué ventaja
obtiene Dios de que nosotros tengamos que llamar?
Además, tenemos que hacer todavía
estas preguntas: Ya que la voluntad de Dios es abrir la puerta, y ya que el
abrir la puerta está dentro de lo justo, con todo, ¿abrirá Dios la puerta si
nosotros no llamamos? ¿Preferirá Dios que su voluntad y la justicia se retrasen
y no se cumplan, a fin de esperar nuestras oraciones? En realidad, ¿permitirá
Dios que su voluntad de abrir puertas quede restringida porque nosotros no
llamamos?
De ser así, ¿no estaríamos nosotros
limitando la voluntad de Dios? ¿Es Dios realmente Todopoderoso? Si es todopoderoso,
¿por qué no puede abrir la puerta por sí mismo? ¿Por qué, en vez de ser así,
tiene Dios que esperar a que llamemos? ¿Puede Dios realmente cumplir Su propia
voluntad? Pero si en realidad puede, entonces ¿por qué el hecho de que Dios
abra las puertas (tal como es Su voluntad) depende de que nosotros llamemos
(las oraciones del hombre)?
Al hacer todas estas preguntas nos
damos cuenta de que la oración es un gran misterio. Pues aquí vemos un
principio del modo en que Dios obra, y es el siguiente: que el pueblo de Dios
tiene que orar antes de que el mismo Dios se mueva y obre. Su voluntad se realizará solamente a
través de las oraciones de los que le pertenecen. Las oraciones de los
creyentes hacen que se cumpla la voluntad de Dios. Dios no cumplirá Su voluntad
solo; la cumplirá solamente cuando Sus fieles le demuestren su apoyo por medio
de las oraciones. (Continuar leyendo…)